Una amenaza que ya no es la única
Sobre ese justo medio que separa el juicio anacrónico de la mirada complaciente sobre la historia, intenta desplazarse el relato de “Oppenheimer”, la película de Christopher Nolan que junto a “Barbie” constituye uno de los fenómenos de taquilla en las principales ciudades del mundo.
J.C. Maraddón
Cada tanto, se manifiesta un compulsión por revisar el pasado para observar los acontecimientos pretéritos a través de la lente del hoy, una práctica que en estos tiempos se aplica con la finalidad de evaluar lo ocurrido según los nuevos paradigmas de género que han entrado en vigencia. Por supuesto, las conclusiones que se extraen suelen ingresar en el campo de la polémica, porque los sistemas de valores que se ponen en juego difieren y por ende no existe una concordancia que legitime las comparaciones. Pero no es esa la única motivación para que se sigan llevando a cabo esas incursiones retrospectivas.
Además del feminismo, existen otros “ismos”, como el ambientalismo, el humanismo o el pacifismo, que alientan a reevaluar los sucesos históricos, para leer con el diario del lunes los resultados de acciones que tuvieron lugar en alguna parte del globo en épocas anteriores. Muchas veces, el afán de abonar una campaña de concientización lleva a sacar de contexto tales episodios, para ponerlos en el marco de una actualidad que está pagando caro por las decisiones poco acertadas que se tomaron y que han acarreado consecuencias desastrosas, a las que se podría haber previsto para no perjudicar a futuras generaciones.
En algunos casos, este revisionismo consigue sin embargo encontrar el punto justo entre su objetivo reivindicatorio de los puntos de vista ahora aceptados, y las circunstancias bajo las cuales se produjeron los hechos a los que se pretende volver a sopesar. Y es en esa clase de raccontos que podemos confiar para mirar hacia atrás y hallar allí las razones de lo que caracteriza a este presente que fluctúa entre una fe ciega a los avances tecnológicos capaces de cumplir las más caprichosas fantasías, y una pesadumbre apocalíptica fundamentada por verdades científicas que no auguran nada bueno si las cosas siguen como están.
Sobre ese justo medio que separa el juicio anacrónico de la mirada complaciente, intenta desplazarse el relato de “Oppenheimer”, la película de Christopher Nolan que junto a “Barbie” constituye uno de los fenómenos de taquilla en las principales ciudades del mundo. Al escudriñar motivaciones y dilemas éticos del denominado “padre de la bomba atómica”, el filme no pierde de vista jamás el trágico manto que echó sobre el planeta ese descubrimiento, cuyas implicancias perduran hasta nuestros días; pero tampoco deja de exponer las condiciones que rodearon a ese hombre y lo impulsaron a pergeñar un arma letal.
La Guerra Civil Española como el escenario en el que se iban afinar los trazos de los antagonismos que eclosionarían en la Segunda Guerra Mundial, el desafío para una comunidad científica que se iba a ver conminada a abandonar su neutralidad y la breve transición que vivió la política exterior estadounidense al pasar del enemigo nazi al soviético, aparecen en este largometraje desarrollados con detalle. Sin hacer demasiado hincapié en el entusiasmo con que los aliados occidentales usaron luego el know how alemán para combatir al comunismo, “Oppenheimer” aprovecha sus excesivas tres horas para remontarnos a esos años y brindarnos elementos de análisis.
Tal vez era demasiado lo que había que tener en cuenta para disponerlo en un formato cinematográfico, en el que además debían figurar los asuntos personales de Robert Oppenheimer, tan mujeriego y ególatra como descollante en su desempeño dentro de la física teórica. Con la ayuda de un excelente elenco, en el que destaca Robert Downey Jr., y un despliegue visual como el que este director acostumbra a despachar, Nolan aporta un documento fílmico que obliga a repasar asuntos incómodos para esta era en la que los arrestos bélicos no son la única amenaza que aterra a la humanidad.
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