Cultura Por: J.C. Maraddón09 de abril de 2025

Aquel mensaje condenatorio

En el “Homenaje a Serú Girán” que encabezaron el domingo David Lebón y Pedro Aznar junto a invitados, en el marco de la segunda jornada del Quilmes Rock, el público disfrutó de varios de los grandes éxitos de aquel grupo, tanto de su periodo más glorioso como de su fugaz retorno en 1992.

J.C. Maraddón

Después de que el primer disco, publicado en 1978, fuese recibido con incomprensión por parte de la crítica, el grupo Serú Girán publicó en 1979 “La grasa de las capitales”, que iba a constituir su salto definitivo a la consagración como una de las bandas más resonantes del rock en la Argentina. La formación integrada por Charly García (teclados), David Lebón (guitarra), Pedro Aznar (bajo) y Oscar Moro (batería) era un auténtico seleccionado de músicos en el que hasta su miembro más joven, el bajista, se había ganado el respeto de sus pares por un desempeño instrumental inspirado en el estilo del por entonces supremo Jaco Pastorius.

Aunque la calidad de sus canciones no admite reparos, la banda reflejaba más bien un espíritu anclado en el sonido que reinaba en el mundo a mediados de los años setenta, cuando entre nosotros el golpe de estado de 1976 instauró una dictadura que condenó al ostracismo a los creadores culturales. Ni los aires renovadores del punk ni la frescura de la nueva ola iban a tener difusión masiva por aquí hasta comienzos de la siguiente década, con lo que era lógico que los referentes rockeros locales mantuviesen una forma anticuada de ver las cosas.

Entre otros conceptos primitivos que sobrevivían, estaba el de separar a los intérpretes entre quienes privilegiaban el valor artístico y quienes le daban preeminencia a lo comercial, una división en la que estos últimos eran cuestionados en la autenticidad de sus propuestas por los que se percibían como habitantes de la otra vereda. En las letras de los rockeros argentinos de esos años iniciales es habitual encontrar alusiones a estas cuitas, y Serú Girán no iba a ser la excepción, sobre todo porque tres de sus integrantes provenían de aquella vieja escuela e iban a tardar un poco más en actualizar su línea de pensamiento.

La mayoría de los temas que conforman “La grasa de las capitales” se han inscripto como clásicos de la música nacional y acreditan méritos de sobra para acceder a esa categoría. Pero en su estructura siguen atados a antiguos preceptos estéticos que estaban condenados a desparecer ni bien emergiese una camada innovadora que se propusiera entrar en sintonía con las tendencias imperantes en el mercado anglosajón. Recién cuando García, ya en plan solista, publicase su álbum “Clics modernos”, se iba a producir su maridaje con una modernidad de la que tanto había renegado en su etapa anterior.

Entre los temas incluidos en “La grasa…” que insisten en distinguir el negocio del arte por el arte, se destaca “Frecuencia modulada”, que alude a esa novedad radiofónica de aquel momento, cuyo uso fue en un principio aprovechado para difundir los hits de moda y por eso era repudiada en el gueto del rock argentino. Sin embargo, cuando ese movimiento emergiera del under tras la Guerra de Malvinas, iban a ser justamente las FM las que se encargasen de brindarle notoriedad, a través de programas y emisoras que le darían alta rotación a sus canciones.

En el “Homenaje a Serú Girán” que encabezaron el domingo David Lebón y Pedro Aznar junto a invitados, en el marco de la segunda jornada del Quilmes Rock, el público disfrutó de varios de los grandes éxitos de aquel grupo, tanto de su periodo más glorioso como de su fugaz retorno en 1992. Dentro de ese set de una hora, la presencia de “Frecuencia modulada” no fue ninguna sorpresa, pero sirvió entre otras cosas para reflexionar sobre la vigencia de aquel mensaje condenatorio contra un medio de comunicación que hoy subsiste a duras penas, acorralado por desarrollos tecnológicos que le imponen cambios no siempre beneficiosos.

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