Ninguna pieza de museo
Con un homenaje a la superbanda King Crimson, el grupo Beat (que lideran dos exmiembros de aquella formación) actuará en el remozado estadio de Atenas el próximo sábado, en un show que ha sacado de la modorra a muchos fanáticos resignados a que la vieja estirpe del rock progresivo cayera en desgracia.
J.C. Maraddón
Cuando el rocanrol inició un proceso de complejización hacia la segunda mitad de los años sesenta, comenzaron a surgir formaciones en las que se reunían instrumentistas excelsos, compositores de altísimo vuelo y letristas que buscaban ir mucho más allá de los simples versos de amor. Cada uno de los integrantes de esas bandas era valioso en sí mismo y esto se veía en algunas asociaciones creativas que se armaban a partir de músicos que abandonaban a sus compañeros iniciales para unirse bajo otra denominación con artistas de fuste, como pasó por ejemplo con el trío Emerson, Lake & Palmer, abanderado del rock sinfónico.
Pero más allá de que se trataba de esfuerzos colectivos, casi siempre había allí un líder que capitaneaba el asunto y trazaba la dirección a seguir, coordinando un trabajo que resultaba cada vez más complicado, al fusionarse la vitalidad rockera con elementos del jazz, la música clásica o la vanguardia electroacústica. Aunque la responsabilidad fuese compartida, alguien asumía el rol de conductor, de la misma manera que en una orquesta existe un maestro que toma la batuta y consigue canalizar hacia determinado fin la pericia de aquellos que con un enorme despliegue desempeñan la parte que les corresponde.
Quizás Robert Fripp haya sido uno de los que con mayor ahínco se aplicó a esa tarea, en su carácter de fundador y mentor de King Crimson, esa agrupación que a lo largo de sus diversas etapas lo ha tenido como timonel a cargo de marcar el rumbo. Desde aquellos arrestos barrocos de “In The Court Of The Crimson King” de 1969 hasta la perspectiva más estilizada de la trilogía que arrancó en 1980 con “Discipline”, siempre estuvo al frente la mentalidad innovadora perpetua de Fripp, modelando las formas a las que sus adláteres debían ajustarse según su conveniencia.
En la última década del siglo pasado, King Crimson apostó por una formación de doble trío, que fue con la que desembarcó en Córdoba en octubre de 1994, para ofrecer un espectáculo que significó para muchos el sueño cumplido de ver en vivo a una banda que supo ser referencia para los artistas locales. Por supuesto, aquella visita tuvo como presencia insustituible a Robert Fripp, gurú de una vertiente sonora que evolucionó con los años pero que nunca abandonó la senda de la experimentación a ultranza y de una búsqueda instrumental que encontró los ejecutantes ideales para sus propósitos.
Alejado por el momento de la jefatura de ese proyecto, Robert Fripp no se opuso a que algunos de los que lo habían acompañado en cierta etapa del grupo, llevasen al escenario aquellas canciones, aunque sin la participación del director orquestal. Así fue como un año atrás se anunció el lanzamiento de Beat, un emprendimiento encabezado por el guitarrista y cantante Adrian Belew junto al bajista Tony Levin, ambos miembros del King Crimson ochentoso, quienes para materializar su idea de rendir tributo a la obra de aquella superbanda, reclutaron al archifamoso Steve Vai en guitarra y a Danny Carey, a la sazón baterista de Tool.
Con ese homenaje a King Crimson, Beat actuará en el remozado estadio de Atenas el próximo sábado, en un show que ha sacado de la modorra a muchos fanáticos resignados a que la vieja estirpe del rock progresivo cayera en desgracia. La ausencia de Fripp y la advertencia de que el repertorio sólo abarcará la discografía de los ochenta, no parecen significar una falta de aliciente para esa sed de algunos melómanos por volver a saborear el elixir de una música que alguna vez estuvo por delante de todas las exigencias, y que ahora no se resigna a transformarse en una pieza de museo.
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