Cultura Por: J.C. Maraddón22 de agosto de 2023

La reconciliación menos esperada

Gran sorpresa tuvieron quienes aplaudieron a Baglietto en el Festival de La Falda de 1982, al enterarse de que ese tema “Carta de un león a otro” que tanto les había gustado, había sido compuesto por Chico Novarro, el músico polifacético que falleció el viernes a los 88 años.

J.C. Maraddón


Fue muy curioso el eco que tuvo en Argentina la agitación provocada por el rocanrol en el hemisferio norte. La irrupción juvenil fue correctamente interpretada y se produjo un recambio generacional que promovió la presencia de nuevos valores, pero esa renovación no se trasladó a lo musical, aunque haya habido en esa flamante camada algunos que cultivasen una veta más rockera. En general, adherían a géneros variados, incluyendo estilos como el tango o el bolero, que en aquellos inicios de los años sesenta eran los preferidos del público adulto y no despertaban una identificación similar entre los adolescentes.

A pesar de todo, el hecho de que quienes cantaban esas canciones tuviesen su misma edad llevó a que esas audiencias juveniles convirtieran en ídolos a esos referentes de la “nueva ola”, como Palito Ortega, Violeta Rivas, Johnny Tedesco, Raúl Lavié, Jolly Land o Nicky Jones. Todos ellos formaban parte del elenco estable del programa “El Club del Clan”, un ciclo musical del sello RCA que se emitió entre 1962 y 1964 por Canal 13 y que fue la expresión local más popular de esa efervescencia cultural que sacudía al mundo y que aquí ofrecía una versión edulcorada e inocua.

Dentro de ese plantel nuevaolero, uno de los que además de actuar se destacaba como compositor era Bernardo Mitnik, un santafesino que había vivido varios años en Córdoba y que se haría famoso bajo el seudónimo artístico de Chico Novarro. Si bien empezó como vocalista de orquestas de jazz, al ingresar a “El Club del Clan” ya había emprendido un camino bastante ecléctico, en el que cabían desde ritmos tropicales como la cumbia, hasta el rock, el pop y las baladas románticas. Piezas suyas como “El orangután” o “El camaleón” fueron en su momento hits que la gente común adoptó como propios.

Cuando en la segunda mitad de esa década del sesenta tuvo su origen un movimiento rockero argentino más respetuoso del espíritu contestatario que había tenido en los países centrales, sus seguidores lo primero que hicieron fue renegar de esas figuras de “El Club del Clan”, a las que consideraban como usurpadoras de un espacio del que no eran representativas. A través de sus guitarras eléctricas y de letras de protesta, sembradas de mensajes existenciales y de esmerados recursos literarios, se diferenciaron con presteza de esos astros precedentes y gestaron una contracultura en la que no tenían cabida esos nombres que habían brillado con la “nueva ola”.

En las vísperas de la Guerra de Malvinas, que indirectamente iba a catapultar al rock nacional hacia la aceptación masiva, el fenómeno de la Trova Rosarina con Juan Carlos Bagliietto a la cabeza logró una ovación unánime en el Festival de La Falda, cita anual insoslayable en ese entonces del gueto rockero. Gran sorpresa tuvieron quienes aplaudieron al rosarino, al enterarse de que ese tema “Carta de un león a otro” que tanto les había gustado, había sido compuesto por Chico Novarro en 1973 para la cantante cubana Lissette, quien lo incorporó ese mismo año a su álbum “Palabras”.

En los retratos biográficos que se han realizado en estos días tras conocerse que Chico Novarro había fallecido el viernes pasado a los 88 años, se han destacado las dotes creativas e interpretativas que lo llevaron a ser uno de los artistas musicales destacados en el panorama de argentino del siglo veinte. Pero a ese extenso currículum habría que agregarle, además, haber reconciliado a los fanáticos del rock con “El Club del Clan”, mediante una canción que encajó como pocas en esa instancia crucial, cuando en los recitales se coreaba que se iba a caer la dictadura.

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