Reír con música
El sábado pasado, el linaje arrabalero del humor cordobés brilló como nunca en “Pailos sinfónico”, un espectáculo que el humorista encabezó en el Teatro del Libertador, acompañado de la Orquesta Sinarmónica, nombre tras el cual se escudan los integrantes de la Camerata Córdoba.
J.C. Maraddón
Desde tiempos remotos, el humor cordobés ha estado asociado con la música, ya sea porque sus exponentes la utilizaban como recurso para hacer reír o porque aparecían en el marco de espectáculos folklóricos donde el cuentista ocupaba los intervalos para hacer lo suyo. Ambas expresiones son inseparables desde el origen de ese género típico de la cultura local, que tuvo en el ambiente de las peñas de los años sesenta el espacio ideal para la consagración de aquellos que con sus relatos cargados de picardía (y también de reflexión) se ganaban los aplausos y las carcajadas del público.
Si nos remitimos a algunos de los referentes más famosos del humorismo autóctono en el último medio siglo, encontramos que su faceta musical nunca quedó fuera de la rutina que ofrecían en vivo. De hecho, varios de ellos han llegado incluso a grabar discos en los que no faltaba alguna que otra canción. El Negro Álvarez con sus inicios en el Dúo Argentino, Cacho Buenaventura con sus dotes de baladista y Doña Jovita empuñando la guitarra para entonar sus cuitas, bastan como ejemplos de una tradición que se advierte con apenas asomarse a la historia de esta manifestación tan arraigada entre nosotros.
Por eso, la aparición de Los Viejos Pescados a comienzos de los noventa pareció una continuidad chistosa del Salsa Group, el grupo con el que Fernando Pailos se presentaba en el circuito de pubs de la capital provincial, después de haberse iniciado como trovador urbano. Junto al recordado trío, Pailos dejó fluir su veta humorística y, además de poner a bailar a los parroquianos, los hacía desternillar de la risa, con tal suceso que Los Viejos Pescados terminaron protagonizando shows teatrales en Villa Carlos Paz a la par de algunas estrellas provenientes del teatro de revistas de Buenos Aires.
Con la separación del grupo, el Flaco Pailos se lanzó como protagonista y conservó al tecladista Gustavo “Japo” Molas de la anterior formación, con lo que se garantizaba una cuota de música y de efectos especiales que lo conectaba con la primera etapa de su carrera. Con posterioridad, el nombre de Pailos fue en ascenso en la escena humorística nacional, pero jamás perdió su nexo con la musicalidad, que sirvió como un recurso natural para sus performances y que lo inscribió en esa línea de tiempo que tuvo su origen en el circuito peñero de una Córdoba que ya es recuerdo.
El sábado pasado, ese linaje arrabalero brilló como nunca en “Pailos sinfónico”, un espectáculo que el cómico encabezó en el Teatro del Libertador, acompañado de la llamada Orquesta Sinarmónica, denominación tras la cual se escudan los integrantes de la Camerata Córdoba. En una especie de tributo a sus cuatro décadas de trayectoria, tan magno escenario dio marco además a la entrega de plaquetas de reconocimiento que le obsequiaron autoridades provinciales y municipales sobre el final de la función, ante una ovación de la sala que también premió esa constancia del Flaco Pailos como custodio del patrimonio humorístico cordobés.
Sin alterar un ápice la habitual rutina de sus presentaciones, Pailos se apoyó en los músicos para desplegar los cuentos clásicos de su repertorio y para generar efectos especiales que imprimían aún mayor gracia a lo que el humorista relataba. Esta vez, lo novedoso fue el contraste entre esa pequeña orquesta de piano y cuerdas que era acorde al recinto donde transcurría la velada, y el consabido desparpajo del Flaco Pailos, quien no se ahorró palabrotas ni alusiones incorrectas, a pesar de que se hallaba en ese coliseo mayor que suele imponer vestimentas y frases de etiqueta a los artistas.
Te puede interesar
No todo está a la vista y es bueno saberlo
Algunas actividades de arte pueden desafiar la impronta de la mirada y trasladar a los demás sentidos la conexión con las obras. Dos propuestas aparecen aquí, y también convocatorias para eventos del año que estamos estrenando.
Historias de marineros sobrios
“Lo contado y lo vivido – Crónicas de bares” es un buen libro de relatos que su autor, Juanchi González, entreteje en la forma de conversaciones e historias que le ocurrieron a gente no tan común, y que necesitaron de una mesa de café para ser formuladas.
Caras y Caretas cordobesas
Una página de contexto costumbrista gana espacio en Caras y Caretas en 1919, para relatar la llegada a Buenos Aires de un gaucho viejo, a caballo, con el propósito de ver a su hijo que se ha mudado a la ciudad.
El romance del rock y la cumbia
Que La Delio Valdez haya incluido dos hits ricoteros en el show con que celebró sus 15 años de carrera, no hace sino corroborar aquella convergencia trazada hace dos décadas por Los Palmeras, y más aún si en esta reciente recreación se sumaron Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.
Susurros, gritos y golpes de remo
Nos acercamos a un cierre, y el bote lo sabe. Apura sus tablas, y sobre ellas pasan “Los Modernos”, y músicos de familia, y manifestaciones culturales en un amable patio. Paseos entre objetos y signos, festejos futuros.
Sólo para aprobar una materia
Un encomiable esfuerzo ha realizado Netflix para honrar el épico “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez a través de una serie disponible desde hace algunos días, que no se decide a adecuar de modo radical lo novelado y hasta apela a la voz en off, una herramienta obvia en estos casos.