Cultura Por: J.C. Maraddón14 de octubre de 2025

El colmo del cosmopolitismo

Tuvieron que pasar 37 años para que Sting y Charly García plasmaran su asociación en una pieza musical, que fue dada a conocer el viernes pasado y que se hizo posible gracias a los prodigios de la tecnología que permiten grabar a distancia, tanto el registro sonoro como el correspondiente video.

J.C. Maraddón


Tras haberse consagrado como ídolo nuevaolero con el trío The Police y haberse pavoneado en los sets cinematográficos como actor, a sus 34 años y ya como solista, el músico británico Sting sintió que debía regresar a su primer amor: el jazz. Así fue como para la grabación de su álbum en solitario, “The Dream Of The Blue Turtles”, publicado en 1985, se rodeó de grandes instrumentistas de ese género, como Kenny Kirkland en teclados, Branford Marsalis en saxo, Omar Hakim en batería y Darryl Jones en bajo. Un auténtico seleccionado con el que más tarde iba a filmar una película documental e iba a grabar un disco en vivo.

Por supuesto, lo que hacía Sting por aquellos años no abrevaba en la pureza jazzera, sino que tomaba elementos de ese estilo y los matizaba con un toque de pop rock que daba como resultado canciones que tanto entusiasmaban a la crítica más exigente como sonaban apetecibles para los musicalizadores de radio. La estela de éxito que arrastraba de The Police potenció las ventas de aquel debut discográfico de 40 años atrás, donde demostró que seguía siendo capaz de meter hits como el tema “If You Love Somebody Set Them Free”.

La expectativa se prolongó hasta su siguiente lanzamiento, “…Nothing Like The Sun”, que apareció en 1987 y sumó una lista de notables invitados, con nombres rutilantes como los de Eric Clapton, Mark Knoplfer, Rubén Blades, Annie Lennox, Manu Katché y su ex compañero de The Police, Andy Summers. Allí figuraban tracks como “They Dance Alone” (Ellas bailan solas), dedicado a las madres de desaparecidos, y una versión de “Little Wing”, el clásico de Jimi Hendrix. En la edición Argentina en disco doble, se incluían versiones en español de “We’ll Be Togheter” (Estaremos juntos) y “Fragile” (Frágil), que fueron interpretadas por él en su primera visita a Buenos Aires en diciembre de ese mismo año.

Sin embargo, la canción de las allí compiladas que mayor difusión tuvo entre nosotros fue “Englishman In New York”, una especie de estándar jazzero de melodía muy pegadiza y extraordinarios arreglos de saxo soprano a cargo de Branford Marsalis. La letra, que a primera escucha podía ser tomada como autobiográfica, refleja en realidad la experiencia del escritor inglés Quentin Crisp, devenido en ícono queer, quien se mudó a Nueva York a mediados de los ochenta y le contó a Sting sus vivencias como glamoroso extranjero, en esa ciudad donde preferían el café al te.

Poco antes de que esto sucediera, otro foráneo había aterrizado en esa urbe para elaborar un nuevo álbum, “Clics modernos”, que iba a cambiar de cuajo la forma de hacer rock en la Argentina. Junto a Pedro Aznar, Charly García quedaría encandilado por las luces de una metrópolis que en ese entonces era la capital del mundo y que contaba con una escena cultural rebosante. En 1988, ese laberinto de coincidencias juntaría a Charly con Sting en el escenario montado en la cancha de River Plate para el Festival Derechos Humanos Ya, organizado por Amnesty International.

Tendrían que pasar 37 años para que esos dos referentes rockeros plasmaran su asociación en una pieza musical, que fue dada a conocer el viernes pasado y que se hizo posible gracias a los prodigios de la tecnología que permiten grabar a distancia, tanto el registro sonoro como el correspondiente video. “In The City” se llama esa composición en la que se escuchan las voces de ambos, sobre un colchón sonoro que tiene reminiscencias a aquel siempre recordado de “Clics Modernos”. “En la ciudad que nunca duerme, encontré mi casa”, canta García como una confesión que lo sitúa en el colmo del cosmopolitismo.

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