Una mujer bate el parche
Grande ha sido la sorpresa de los seguidores del legendario grupo Rush al anunciarse hace pocas semanas que el trío volverá a los escenarios en 2026 en una gira titulada “Fifty Something” (cincuenta y algo), con la novedad de la incorporación de la baterista alemana Anika Nilles en reemplazo de Neil Peart, quien falleció en 2020.
J.C. Maraddón
Si los Beatles impusieron hace más de sesenta años un modelo de banda de rock que se podía llegar a perpetuar, está claro que el rol del baterista en esa iconografía no era ni por asomo el del líder natural del proyecto. Más allá de su carisma y de su talento percusivo, Ringo Starr quedaba muy atrás de sus compañeros John Lennon Y Paul McCartney. Tampoco se equiparaba al del tercero en discordia, el guitarrista principal George Harrison, quien por su parte supo mostrar dotes para componer y ser la voz principal en algunos de los temas que se cuentan entre los más recordados del repertorio beatle.
Ese ninguneo a Ringo obligaría luego a que si un batero deseaba encabezar un grupo de rock, tuviese que redoblar esfuerzos e imponerse ante el resto de los instrumentistas, incluyendo a los bajistas que eran sus socios al momento de marcar el ritmo. Lo consiguieron Dave Clarke en los Dave Clark Five y nuestro Javier Martínez en Manal, por citar dos ejemplos de los años sesenta, entre los pocos casos que en aquella etapa fundacional resultaron ser la excepción de una regla (no escrita) que reservaba la conducción preferentemente a cantantes, guitarristas o tecladistas.
Pero cuando la avanzada rockera ingresó en el periodo progresivo y las composiciones adquirieron un carácter mucho más complejo, los bateristas tuvieron que desarrollar una destreza particular, en vez de limitarse a señalar un compás casi uniforme. Fue entonces cuando surgieron los representantes más conspicuos de esa raza fenomenal que arrasaba con todo lo que se le pusiera adelante. Los nombres de Carl Palmer, Bill Bruford o Alan White aparecían mencionados en las encuestas que dirimían quiénes eran los favoritos entre los que aporreaban las baquetas contra los parches, de una manera que combinaba sutileza con energía en dosis perfectas.
El trío canadiense Rush, que venía asomándose desde 1968 en la ciudad de Toronto, cambió el batero en 1974, justo antes de emprender su primera gira estadounidense. Neil Peart fue el elegido para el rol de acompañar al guitarrista Alex Lifeson y al bajista y cantante Geddy Lee, quienes habían encaminado su trayectoria hacia una música progresiva que dejaba a todos sin respiración. Peart no sólo se acopló a ese perfil, sino que además aportó inspiradas letras, que junto a sus geniales performances lo posicionaron como uno de los artífices del sonido que caracterizó al terceto.
Si bien la edad dorada de su trayectoria se circunscribió a parte de las décadas del setenta y ochenta, Rush se mantuvo siempre en la cúspide de las preferencias de los fans de este género que, a pesar de haber sido relegado por las sucesivas vanguardias, se mantuvo como consumo de culto entre determinados melómanos. La muerte de Neil Peart en enero de 2020, pareció clausurar definitivamente cualquier perspectiva de que el grupo continuase activo, con el desánimo que esto suscitó entre la legión de seguidores que habían cosechado en el mundo a lo largo de medio siglo de carrera.
Grande ha sido la sorpresa de esos fanáticos al anunciarse hace pocas semanas que Rush volverá a los escenarios en 2026 después de una década sin dar conciertos. En una gira titulada “Fifty Something” (cincuenta y algo), recorrerán al menos siete ciudades de Estados Unidos, con la novedad de la incorporación de la baterista alemana Anika Nilles en reemplazo de Neil Peart. Signo de los tiempos que corren, será una mujer la que asuma esa tarea a la que no cualquiera podría atreverse, como la de ocupar el sitio de uno de los héroes de aquel rock que se ufanaba de su hombría.
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