Cultura Por: J.C. Maraddón20 de septiembre de 2023

Para no aislarse del presente

La reciente salida del primer disco de Maggie Cullen, “Canciones del viento”, en el que se destaca la presencia de Nadia Larcher y León Gieco como invitados, consolida su impacto en la escena actual de un estilo que, en tanto haga lugar a voces como esta, no corre ningún peligro de esclerosarse.

J.C. Maraddón


Pensar hoy qué es la música folklórica requiere de un esfuerzo intelectual que va mucho más allá del alcance de esta simple columna, pero la aparición de nuevas voces dentro del género invita a reflexionar sobre un espacio sonoro al que se reivindica como arraigado en nuestra identidad, más allá de que haya muchísimos elementos foráneos en su construcción. Si aceptamos que lo clasificado en la actualidad como folklore nacional ha atravesado sucesivas adaptaciones desde su remoto origen, no hay manera de encuadrar como una expresión nativa esas canciones que pertenecen a un repertorio anquilosado por constantes repeticiones como si fueran mantras.

¿Es más auténtico reversionar una zamba del tiempo del ñaupa o interpretar algo nuevo que ofrece una actualización de aquello que data de un siglo atrás? Si lo que llegó hasta nosotros bajo el formato de ritmos criollos es una variante estilizada de lo que pudo haber sido el canto gauchesco, ¿tiene sentido criticar la renovación porque no se ajusta a lo establecido como una forma clásica del folklore? Son preguntas que no buscan una respuesta unívoca, sino que pretenden poner en discusión hasta dónde puede estirarse esa antigua categoría para cobijar las manifestaciones que se atreven a modernizarla.

Quizás décadas atrás jamás se hubiese aceptado como valor promisorio dentro del género nativo a un artista surgido de un concurso televisivo, por más que su propuesta respete los preceptos básicos de esa veta artística. Se consideraba en aquel entonces que los referentes debían provenir de tierra adentro o que, a lo sumo, hubiesen debido trasladarse a las grandes capitales por cuestiones vinculadas al profesionalismo. Pero los únicos certámenes a los que se validaba como consagratorios eran aquellos que transcurrían sobre el escenario de los festivales veraniegos, donde un jurado ad hoc determinaba quiénes eran los que merecían el reconocimiento.

La joven cantora porteña Maggie Cullen rompió con esa regla no escrita cuando fue distinguida primero como semifinalista en la edición 2021 de “La Voz Argentina” en Telefé, antes de ser bendecida por la ovación del público de Cosquín en la edición de enero de este año. Pocos meses después, iba a ser una de las estrellas de la entrega de los Premios Gardel, donde se llevó la estatuilla correspondiente a la Mejor Canción de Folklore por su interpretación de “Yo canto versos”, la composición de Jorge Fandermole que es uno de sus caballitos de batalla cuando canta en vivo.

Pese a su cuna urbana y a no haber emergido de los habituales nichos creativos del folklore, Maggie Cullen se ha ganado el corazón de la gente porque su talento es ya de por sí novedoso, sin necesidad de matizar las canciones con arreglos que las traigan al presente. La reciente salida de su primer disco, “Canciones del viento”, en el que se destaca la presencia de Nadia Larcher y León Gieco como invitados, consolida su impacto en la escena actual de un estilo que, en tanto haga lugar a voces como esta, no corre ningún peligro de esclerosarse.

Su impronta zanja todas las polémicas porque no peca de experimentar en exceso y, a la vez, aporta una dosis de frescura que, como se aprecia en “Canciones del viento”, se vale de piezas conocidas, a las que su particular abordaje transforma en obras flamantes, sin faltarles el respeto ni rehacerlas desde cero. El respaldo que obtiene de los nombres ilustres que la acompañan en este debut discográfico, refleja el respeto que ha sabido cosechar, a pesar del modo heterodoxo que tuvo su aterrizaje en esa corriente musical a la que algunos se obstinan en aislar del presente.

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