Cultura Por: Gabriel Ábalos01 de febrero de 2024

Caras y caretas cordobesas

Entre las muchas facetas que presenta Martín Gil en una bibliografía diversa, rescatamos aquí la predilección de los humoristas e historietistas por incluir su figura en diversos episodios. Así ocurre en “Caras y Caretas” de 1915, y otro tanto se refiere a la revista “El Hogar” de 1916.

Ilustraciones de Manuel Redondo ("Caras y Caretas" y de Arturo Lanteri ("El Hogar").

Por Víctor Ramés

cordobers@gmail.com

El hombre que escudriñaba las estrellas (4)

Aquellos años de la segunda década del siglo XX ofrecen retazos de la figura de Martín Gil, algunos de los cuales se ven reflejados en el semanario de nuestro interés y representan un modelo para armar. A continuación, es interesante remarcar que el cordobés fue objeto de publicaciones humorísticas e historietas, señalado por algunos estudiosos. 

Esto representa una señal de su encaje en tanto personaje popular, divulgador de la ciencia, hombre de consulta en materia de astronomía y meteorología. Esto incluso por encima de la significación del acreditado Observatorio Nacional de Córdoba, fundado en 1871, que distaba de la divulgación y la atención de los medios más leídos del país. Martín Gil cumplía con los requisitos para encarnar un equilibrio entre el eco científico y la sonrisa de un público no especializado. 

El tema del humor quizás tenga algo que ver con una temprana raíz cordobesa, dicho como una mera conjetura. Para seguir la consigna que encabeza esta serie de notas el humor era un aspecto que introducían medios como Caras y Caretas, entre otros, en la lid periodística. Aquí corresponde señalar la aparición en el panorama de Manuel Redondo, inmigrante español a quien se suele señalar como el iniciador de esa modalidad de dibujo y texto y creador de personajes protagonistas del formato. Redondo se inspiró en las viñetas que dibujaba para Caras y Caretas el ilustrador y caricaturista Cao desde 1898, las que acompañaban una sección de textos jocosos. Manuel Redondo, no obstante, fue más allá e -inspirado por una historieta norteamericana- introdujo textos al pie de cada dibujo y una continuidad narrativa. Viruta y Chicharrón se llamaron sus primeros personajes, incluidos en Caras y Caretas desde 1912. Desde 1913 Caras incluyó a un personaje totalmente argentino creado por Redondo: Goyo Sarrasqueta. Esta breve introducción nos conduce de manera directa a un chiste gráfico aparecido en el semanario porteño a fines de 1915, en el cual Martín Gil era presentado como alguien capaz de predecir el número premiado de la lotería. En la imaginación de Redondo, el astrónomo cordobés, en lugar de escudriñar por un telescopio y acudiendo a una metáfora formal, lo hacía a través de un cañón de guerra, que apuntaba a una bolsa contiendo un millón de pesos, el premio mayor, rodeada de rayos que evocaban al sol y al que siluetas de varias personas aclaman y dan la bienvenida. En otros recuadros aparecen personajes como el mago Merlín, sugiriendo una equiparación de ciencias ocultas al saber del meteorólogo cordobés.  El millón cae, finalmente, como un obús, causando más estragos que otra cosa. 

No ya referido a Caras y Caretas, pero dando continuidad al dibujo humorístico que tomaba como referencia a la figura de Martín Gil, la revista El Hogar publicaba en mayo de 1916 un episodio de la famosa historieta Las aventuras del Negro Raúl, una creación de Arturo Lanteri, otro dibujante reputado como padre de la historieta argentina, nacido este en el país. En la publicación del mes y el año indicado, su personaje, el Negro Raúl, era protagonista de una andanza titulada “Una visita a Martín Gil”. Raúl viaja a Córdoba para conocer al astrónomo, quien le ha sido recomendado como un hombre sabio. La visita de Raúl es un incordio para Gil, porque solo provoca desastres y los cuadros acaban con su expulsión violenta del observatorio y casa de don Martín, mediante un puntapié que lo eleva por el aire. Una vez más, nuestro personaje real, el meteorólogo, va a parar a una tira de humor y ratifica su carácter popular que inspiraba en los autores y dibujantes un imaginario que contaba con la complicidad de los lectores para identificar de inmediato al cordobés en las tiras cómicas. Las publicaciones mencionadas, tanto Caras y Caretas como El Hogar, daban por sentado que Martín Gil era un personaje adecuado para inspirar el género, signo inequívoco de su resonancia nacional. 

Dejando ese terreno particular del humor gráfico referido al personaje cordobés, se puede tomar ahora otra senda que lleva a un Martín Gil diferente, y claramente polifacético. Esa otra perspectiva refiere a lo que él mismo consideraba como su primer amor: la música, ya que tocaba la guitarra y tal vez no lo hiciese del todo mal, como ya se mencionó al pasar en una nota anterior. Las más antiguas anécdotas se remontan a su relación con el anciano ex presidente Sarmiento. Se hace eco de esto el escritor cordobés Arturo Capdevila, a quien volvemos a recurrir. En su Alma de Córdoba, refiere Capdevila:
“Para que todo fuese armonioso en esa vida, la música atraíale tanto como los libros al silencioso estudiante.
–A ver, amiguito Gil -requería Sarmiento, en aquellas tertulias de la calle Alsina–. Traiga la guitarra.
Y con la trompetilla acústica firmemente aplicada al oído, el insigne sordo escuchaba con agrado de la mente y del alma, las melodías y aires de la tierra que el estudiante ejecutaba.”
Martín Gil se preciaba de haber sido discípulo del gran guitarrista Juan Alais, alias Juan el Inglés, pionero del arte guitarrístico nacional, así como también de Carlos García Tolsa, acreditado guitarrista clásico y compositor español aquerenciado en Montevideo a fines del siglo diecinueve.
En la revista Argentina que salía en Buenos Aires desde 1949, se desliza lo siguiente en comentarios a una entrevista publicada en 1950 a un ya anciano Martín Gil, que le hizo Darío Ferison (material rescatado en el sitio Mágicas Ruinas, https://www.magicasruinas.com.ar):
“Un retrato de (Andrés) Segovia, con dedicatoria, de una fecha relativamente cercana, acredita que la afición de Martín Gil por el instrumento nacional hispano-americano ha perdurado toda su vida. Martín Gil es tan guitarrista como astrónomo o escritor, pero la guitarra fue su primera vocación. Folklorista ‘avant-la-lettre’, ya allá por 1886 ejecutaba gatos, zambas y estilos ante más de un ilustre auditor.” 





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