Un viraje salvador

J.C. Maraddón

Si bien allá por 2020 cuando la cuarentena estricta nos mantenía aislados a todos dejamos constancia desde esta columna de que también la cultura entraba en crisis por la imposibilidad de que la gente asista a los espectáculos, no nos privamos de subrayar los motivos por los cuales la escena cuartetera era la más afectada. Al tratarse de un estilo que por tradición tiene su epicentro en el baile, la suspensión de esos eventos, que en esos días no se sabía hasta cuándo podía prolongarse, puso en jaque al circuito de músicos cordobeses que todos los fines de semana convocaban a miles de personas.

Se planteaba entonces un panorama futuro bastante pesimista, al que sin embargo le encontrábamos un giro positivo: los músicos cultores del tunga tunga se iban a ver obligados a cambiar de raíz el esquema con el que se venían funcionando desde hace décadas, lo que albergaba la chance de una renovación inédita. Cuatro años atrás lo que preveíamos era la posibilidad de que aparecieran artistas que llevaran al cuarteto hacia una evolución más experimental, habida cuenta que su esencia danzante iba a empezar a perder sentido si es que los clubes para los bailarines no volvían a abrirse.

Por supuesto, una vez que el aislamiento social aflojó una pizca de su rigor y la vida comenzó poco a poco a retomar su habitual ritmo, esas profecías apocalípticas dieron paso a un desenfreno previsible, porque ahora se sabía que una nueva pandemia podía estar a la vuelta de la esquina y que por lo tanto había que divertirse mientras se pudiera. Por eso, en vez de adentrarse en mutaciones audaces, lo que el público le solicitó a esa música regional fue un shock de mayor diversión, con letras que pulsaran una cuerda destinada a hacer olvidar las tribulaciones cotidianas.

Se presentó así un gran momento para el denominado “cuarteto romántico”, que encontró en el grupo La K’onga a uno de sus exponentes más famosos. Aunque esta formación de Villa Dolores llevaba muchos años en los escenarios, fue en 2021 cuando lanzaron “Universo paralelo” junto a Nahuel Pennisi, el tema que los catapultó a un reconocimiento nacional con muy pocos antecedentes en la historia cuartetera y que dio un gran impulso a ese subgénero que le cantaba al amor sin perder el compás, a la vez que practicaba una vuelta de tuerca sobre ese sonido cuya fecha originaria data de 1943.

Pero tal vez quien ha apostado más fichas a reencauzar al cuarteto en búsqueda de un viraje salvador sea Luck Ra, el joven de barrio Marqués de Sobremonte que pese a su juventud ya cuenta con una trayectoria de siete años como profesional y que de un tiempo a esta parte se ha cansado de batir récords de reproducciones en plataformas. Sin ir más lejos, “La morocha”, esa canción que grabó el año pasado junto a BM, ha reunido más de 200 millones de visualizaciones en YouTube, gracias a un video en el que se luce la ex Gran hermano Julieta Poggio.

Y aunque hay quienes afirman que ese ha sido el hit del verano 2024, podría decirse que, como novedad, ese título debería corresponderle a “Hola perdida”, el tema en el que Luck Ra está acompañado por Khea, y que desde su publicación a comienzos de enero ha sonado sin pausa en paradores, playas, piletas y donde sea. Muy atinada es la fusión que allí se aprecia entre cuarteto y bachata, mixtura que aporta un nuevo condimento a esa corriente musical que, gracias a este persistente renacer a través de jóvenes valores, se mantiene viva y cosecha millones de adeptos.