Un rapero sin disfraz
Con más de un cuarto de siglo de carrera, al igual que David Bowie hizo con algunas de sus criaturas, Eminem parece dispuesto a dar un giro musical en otra dirección y, para dar cuenta de cuáles son sus intenciones, no tiene reparos en anunciar la muerte de The Slim Shady, su alter ego.
J.C. Maraddón
Producto de su afición al teatro y a los espectáculos musicales, David Bowie se comportó a lo largo de su carrera como una especie de camaleón que iba cambiando de aspecto de acuerdo a la etapa creativa que estaba atravesando. En su caso, iba pasando de una personalidad a otra, en una galería que se iba adecuando según los álbumes y las canciones, como quien se mete en la piel de un personaje para representarlo en un escenario y, una vez finalizadas las funciones de esa obra, se calza otros ropajes de ficción para acometer una puesta en escena diferente.
Y si bien ha sido la rock star que mayor énfasis puso en estas lides, no es él el único que ha apelado a tal recurso para marcar su evolución como artista. A partir de la apertura mental que se verificó en la música durante los años sesenta, fueron varios los que asumieron otros nombres y apariencias en determinado momento de sus trayectorias, como que en plena psicodelia los Beatles pasaron a ser la Sgt.Pepper´s Lonely Hearts Club Band y los Rolling stones dieron en llamarse Their Satanic Majesties (Sus Satánicas Majestades), en ambos casos al proponer discos conceptuales que justificaban el cambio de identidad.
Para darse una idea de la influencia que tuvieron esas experiencias en las que los ídolos rockeros se escudaban detrás de otros nombres, basta recordar que José Alberto Iglesias, ese pionero del rock argentino al que se conoció como Tanguito, gustaba de hacerse llamar Ramsés VII, entre varios apelativos. Y otros que incursionaron en el mismo truco fueron los integrantes del grupo británico XTC, surgidos al amparo de la new wave, que cuando quisieron desplegar su faceta más psicodélica, tomaron la denominación de The Dukes Of Stratosphear, bajo la cual lanzaron dos álbumes que son objeto de culto.
Por eso, cuando en su segundo álbum el rapero Eminem se escudó detrás del apodo de The Slim Shady, a nadie le sorprendió demasiado. Más inesperado era, en realidad, que un chico blanco se metiera con ese género, donde además contaba con la supervisión de Dr. Dre, legendario miembro del grupo N.W.A. y productor de figuras del gangsta rap como Snoop Dogg y 2Pac. Se entendía entonces que, debido a su origen no afroamericano, este cantante escribiera sus letras como si el que hablase fuera su alter ego, esa “sombra delgada” que era capaz de decir cualquier barbaridad.
Y es que la característica del flow de Eminem en aquellos años era proferir los epítetos más hirientes y decir las verdades de la forma menos diplomática posible, acompañado siempre por videoclips que, al igual que sus palabras, resultaban demasiado explícitos para los parámetros de la todavía dominante industria discográfica. Lo cierto es que, con la firma de The Slim Shady, este músico disparó verdades a los cuatro vientos cuando aún no regía la tendencia de la corrección política y, por ende, no había necesidad de medir los vocablos que se empleaban en las rimas de los raperos de moda.
Con más de un cuarto de siglo de carrera, al igual que Bowie hizo con algunas de sus criaturas, Eminem parece dispuesto a dar un giro musical en otra dirección y, para dar cuenta de cuáles son sus intenciones, no tiene reparos en anunciar la muerte de The Slim Shady. Al comunicar que está próximo a sacar un disco titulado “The Death of Slim Shady”, ha incitado a que este paso se interprete como una redefinición de su estilo. Integrante ahora de la constelación de estrellas más taquilleras, quizás ya no necesita de ningún disfraz para dar a conocer sus mensajes.
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