Cultura Por: J.C. Maraddón05 de julio de 2024

Las emociones también crecen

Con la misma soltura con que la compañía Pixar había resuelto en la saga de “Toy Story” el paso de Andy a su etapa adolescente sin que los juguetes pierdan su rol principal, en “Intensamente 2” se apela a una fórmula idéntica, con Riley ingresando en la pubertad.

Por J.C. Maraddón

Cuando un personaje presentado como animación infantil pasa a integrar una tira de varios episodios o una saga que se prolonga a lo largo del tiempo, sus guionistas se topan ante un problema que no siempre admite idéntica solución. ¿Es pertinente que ese ser de la ficción evolucione y madure a medida que avanza la historia o es menester que permanezca siempre igual, como si fuera inmune al paso del tiempo? Desde que Walt Disney creó al ratón Mickey o al pato Donald, esta cuestión se revitaliza cada vez que una de esas producciones alcanza el éxito y empieza a ser seguida por los niños.

Quizás lo más simple sea mantener todo igual y que, a lo sumo, vayan apareciendo nuevos caracteres que complementen al principal, ya sea como partes de su familia, como amigos o como adversarios que se interpondrán en su camino. Esta es la opción que Disney eligió para Mickey y Donald, como también ha sido la que Quino escogió para su Mafalda, esa eterna niña que se conserva tal como su creador la concibió hace ya seis décadas. De este modo, los lectores ya saben con qué van a encontrarse y lo que los sorprenderá serán las aventuras que encaren los protagonistas.

Más cerca en el tiempo aunque no menos famosos, Los Simpson también se inscriben dentro de esta categoría y perviven después de más de 700 capítulos de la misma manera que Matt Groening los ideó en 1989, mediante el eficaz recurso de mostrar una familia disfuncional donde los hijos no necesariamente responden al mandato paterno. Nadie se asusta porque Bart o Lisa sigan siendo tan pequeños como cuando la serie empezó, en tanto los adultos tampoco envejecen. Esa ruptura del hilo temporal no impide en absoluto que los espectadores sostengan el pacto tácito de creer lo que les están narrando.

Sin embargo, hay otras historias en las que los personajes (o al menos alguno de ellos) debe experimentar el lógico proceso de desarrollo que cualquier persona atraviesa a medida que transcurren los años. Y eso implica un riesgo en el caso de los dibujos animados para los más pequeños, porque así como ese público puede identificarse con alguien de su edad que aparece en la pantalla, también puede dejar de hacerlo si ve que ese individuo pasa a otra etapa de su vida. No son muchas las oportunidades en las que los productores deciden hacer algo así.

Luego del resonante éxito que obtuvo en 2015 la película “Intensamente”, concebida como parte de la escudería de Pixar que tantos elogios y premios ha cosechado, era lógico pensar que se iba a trabajar en al menos una secuela, tal como sucedió con “Toy Story”, el primer gran éxito de esa productora. Y de la misma manera que en ese recordado filme los juguetes de un niño ocupan un lugar central, en “Intensamente” las que cumplen esa tarea son las emociones que habitan la mente de una nena cuya vida transcurre en un marco feliz… hasta que todo cambia.

Con la misma soltura con que se había resuelto en “Toy Story” el avance de Andy a su etapa adolescente sin que los juguetes pierdan su rol principal, en “Intensamente 2” se apela a una fórmula idéntica, con Riley ingresando en la pubertad en tanto sus viejas emociones deben lidiar con las nuevas que comienzan a incorporarse. En simultáneo, por este medio Pixar se asegura que esos chicos y esas chicas que se han deleitado con aquella primera parte que data de nueve años atrás, mantendrán su interés por este segundo eslabón, en coincidencia con su propio devenir vital.

 

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