Abriendo los cielos
La desregulación del mercado aéreo anunciada por el ministro Sturzenegger era un paso necesario en el camino para potenciar al interior
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Soy un fanático de los mapas, pero la herramienta que todos tenemos en el teléfono para ver imágenes satelitales potenció ese vicio. Me gusta buscar rutas escondidas, senderos ocultos o accesos a puntos no tan turísticos pero de gran belleza natural.
Bastante seguido me encuentro buscando la distancia que hay entre Córdoba y alguna ciudad o poblado de algún lugar lejano del país que vi en la tele o en internet, pensando en qué momento podré visitarlos. También lo uso para mostrarles cosas a mis hijos o para ubicarlos espacialmente en el país o en el mundo. No soy una persona a la que le guste viajar, pero cada vez que lo hago prefiero no ir y volver por el mismo lado, porque -como me dijo hace un tiempo un compañero de trabajo- se aprende mucho parando en la ruta.
Ayer estábamos viendo la tele y había unas imágenes de Los Antiguos, en la provincia de Santa Cruz. Las imágenes eran bastante lindas, así que le curiosidad hizo lo suyo y terminé viendo que está a unos 2.200km desde mi casa; 4.400 ida y vuelta; 440 litros de nafta; unos $460.000 solo de transporte, en un viaje que -entre ida y vuelta- no llevaría menos de cuatro días. No parece ser un gran negocio.
Hay zonas del país que se encuentran aisladas, incomunicadas, producto de las políticas proteccionistas para hacer que Aerolíneas Argentinas no tenga competencia y se note un poco menos el desastre que es para las arcas públicas. Todo un país pagando una empresa cara e ineficiente para que solo viajen los ricos y para que grandes zonas del país no estén ni cerca de donde pasan los aviones.
Argentina es el octavo país más grande del mundo, pero se registran solo 0,1 vuelos de cabotaje por habitante. Argentina es cinco veces y media más grande que España, país que tiene una red de trenes mucho mejor que la de Argentina y que igualmente tiene alrededor de dos vuelos de cabotaje por habitante por año.
En ese contexto toma otro tipo de dimensión el anuncio de la desregulación del mercado aéreo que hizo el ministro Sturzenegger. La política de “cielos abiertos” es prácticamente una obligación moral en un país con la extensión de Argentina, donde la red de rutas es deficiente y dónde prácticamente no hay autopistas en condiciones. En ese contexto el anuncio de la apertura de los cielos debería ser celebrado por el interior que vive postergado.
La red federal de aeropuertos de la que se ufana el kirchnerismo es en realidad un reflejo del centralismo imperante en el país, donde incluso un aeropuerto grande como el de Córdoba no opera todos los vuelos que podría. El cierre del aeropuerto de El Palomar que decretó Alberto Fernández fue una muestra de la decisión política de restringir la libertad de volar, dejando esa posibilidad solamente para los devotos adoradores de la aerolínea de bandera.
Este avance no transforma de raíz al país ni resuelve los graves problemas de fondo, pero al menos es una muestra del rumbo que pretende dar el gobierno a la política en general, desregulado y desburocratizando todo lo que se pueda, como en principio tratarán de hacer con los Registros del Automotor, esa estafa al ciudadano que ya hemos abordado en estas páginas.
Los atractivos turísticos que promociona el país están en geografías muy distantes: el glaciar Perito Moreno, las Cataratas del Iguazú, Bariloche, Purmamarca, Córdoba, son espacios prácticamente inabarcables para cualquier persona que quiera venir a pasar sus vacaciones a Argentina. Así, toda esa riqueza potencial que tiene el turismo (y que Córdoba entendió bien) está concentrada solamente en algunos grandes centros turísticos que se quedan con el grueso de lo que gastan los visitantes. Es una fuente de ingresos desperdiciada por la falta de conectividad que este anuncio viene a resolver.
No es fácil desarmar dos décadas de arreglos corporativos y protecciones varias que se montaron para beneficiar a un puñado de vivos a costa de perjudicar a una inmensa mayoría de consumidores que debe pagar más caro para acceder a mejores bienes y servicios. Es muy fácil acostumbrarse a vivir en la chatura del Estado presente y perder de vista todas las posibilidades que da un Estado que alienta la libertad de elegir; este tipo de decisiones contribuyen a devolverle a los individuos la dignidad que les corresponde.
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