La máquina de producir grandes éxitos
Desde Netflix, el documental “Wham!” recorre el fenómeno desatado por el dúo inglés de igual nombre y sigue paso a paso los inicios de su carrera y las alternativas que se sucedieron hasta que lograron meter un par de singles que los posicionaron como un suceso internacional.
J.C. Maraddón
Con la puesta en marcha de la cultura pop, la industria discográfica estableció mecanismos de consagración que funcionaban a pleno y que estaban programados para fabricar estrellas que se fueran sucediendo una tras otra, sin que la rueda se detuviese jamás. Por supuesto, lo primero que se instaló fue esa imagen romantizada de los ídolos, que impulsaba a que millones de aspirantes de todo el mundo pugnasen por ingresar al selecto club de la fama. Esto facilitaba la tarea de los sellos, que contaban así con una mano de obra deseosa de éxito y dispuesta a lo que sea con tal de obtenerlo.
Durante un largo periodo esta factoría rindió sus frutos, con la complicidad de otros servicios que facilitaban la difusión y que, de ese modo, conseguían que los nuevos lanzamientos llegaran a oídos de todos y promovieran las ventas. En un comienzo, la radio fue el canal más directo para conectar a los artistas con el público, a través de los DJs, musicalizadores y operadores que solían recibir incentivos económicos para poner al aire determinadas canciones. La prensa gráfica tuvo también mucho que ver en esa tarea de alimentar el fanatismo hacia determinadas figuras que salían a la palestra.
Pero esa moderna maquinaria centraba sus cañones en la imagen y por eso sugería (o imponía) a sus protegidos la necesidad de participar de proyectos cinematográficos, además de asistir a cuanto show televisivo los invitase, tal como sucedió desde Elvis Presley y Los Beatles hasta la actualidad. El videoclip, con su capacidad de combinar lo visual y lo sonoro, pasó a ser una pieza clave en la llegada masiva de los intérpretes musicales, con la consecuente presencia de una señal como la de MTV, que desde comienzos de los ochenta fue el vehículo ideal para estas producciones tan breves como indispensables.
En estos días, con las plataformas de streaming que permiten escuchar las canciones y ver los videos de la manera que el usuario prefiera, la mecánica con que una promesa de la canción se da a conocer y captura la atención de la gente ha variado radicalmente. Aquellas historias de jóvenes músicos que eran señalados por un cazatalentos de una discográfica para grabar un disco y rodar el consecuente clip, parecen extraídas de una leyenda antigua. Los procedimientos que hoy llevan desde la composición y el registro de una obra a su apropiación popular, poco y nada se parecen a los de 40 años atrás.
Por eso, despierta curiosidad el documental “Wham!”, que recorre el fenómeno desatado por el dúo inglés de igual nombre y que sigue paso a paso los inicios de su carrera y las alternativas que se sucedieron hasta que lograron meter un par de singles que los posicionaron como un suceso internacional. En este filme disponible en Netflix, aparecen George Michael y Andrew Ridgeley, además de otras personas de su entorno, según testimonios obtenidos allá lejos y hace tiempo, cuyas reflexiones no han perdido vigencia pese al tiempo transcurrido desde que se las obtuvo.
Por supuesto que esta película dirigida por Chris Smith se esfuerza en explicar cómo esos dos adolescentes londinenses triunfaron desde un estilo simple y glamoroso, y por qué desde allí se disparó el fantástico trayecto solista de George Michael, tronchado por su muerte en 2016. Pero su mayor encanto tiene relación con la nostalgia con que evoca ese panorama ochentoso en el que Wham! forjó su gloria y las sensaciones encontradas que provoca ahora recordar aquel prolífico circuito comercial del que emergían en serie los hits que fueron un gran acierto entonces y que aún resultan embriagadores, aunque desde la estatura de los clásicos.
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