Los contrastes de una biografía
Tras veinte años de madurar el proyecto, el escritor Sergio Olguín ha publicado su asombrosa novela “Los últimos días de Julio Verne”, en la que recrea los acontecimientos previos a la muerte del célebre autor francés, combinando datos reales con otros surgidos de su inventiva.
J.C. Maraddón
En aquellos ingenuos tiempos en que la literatura era un entretenimiento al que niños y adolescentes recurrían con fruición, los relatos de aventuras constituían un imán que atrapaba a esos pequeños lectores y disparaba su imaginación hacia regiones nunca antes reveladas. El ejercicio de la lectura representaba entonces un pasatiempo que competía de igual a igual con cualquier otro, aunque el desembarco de la televisión fue el ataque certero que, a partir de los años sesenta, fue minando el atractivo de los libros, a los que internet y las redes sociales han sometido hoy a un consumo minoritario, sin que ni siquiera los e-books hayan logrado cortar esa sangría.
Por supuesto, cuando leer era considerado todavía algo divertido, nadie cuestionaba que hubiese una diferenciación nítida entre los títulos destinados a los chicos y los dirigidos a las chicas, porque esa distinción era la que marcaba la misma sociedad de la época. Y así como se impulsaba el romanticismo y la coquetería en las niñas, se fomentaban las ansias de aventura en los muchachos, intereses que se reflejaban en las obras literarias que, por mandato expreso, debían procurárseles, como complemento de una educación que hacía gala de una rigidez incomprensible desde la perspectiva actual.
En el caso de las narraciones que apuntaban al mercado varonil, la ampliación del acceso a la lectoescritura en la población en edad colegial multiplicó la cantidad de potenciales lectores y esto derivó en el surgimiento de plumas notables que escribían historias apropiadas para el gusto de ese segmento. Personajes valientes, intrépidos, perspicaces y de una fortaleza a toda prueba, protagonizaban épicas cruzadas en los lugares más exóticos del mundo, conformando un cóctel de contenidos que, gracias a la habilidad de los autores, transformaban en best sellers a esos volúmenes, muchos de los cuales siguieron conservando esa cualidad más de un siglo después.
Como miembro de esa casta de escribas virtuosos de la segunda mitad del siglo diecinueve, el francés Julio Verne se destacó por su prosa de anticipación, influida por las revolucionarias invenciones que en esos años instaban a conjeturar un futuro en el que la humanidad por fin podría dominar a su antojo las fuerzas naturales. Aunque no llegó a ver cómo algunas de sus ficciones se convertían en realidad, siempre se subrayaron sus dotes de visionario y tal vez en esos aciertos radique la vigencia de sus textos, engarzados de manera que resulta casi imposible abandonarlos.
Tras veinte años de madurar el proyecto, el escritor Sergio Olguín ha publicado su novela “Los últimos días de Julio Verne”, donde recrea los acontecimientos previos a la muerte del célebre autor francés, combinando datos reales con otros surgidos de su inventiva. Encarar una empresa de semejante envergadura, y materializarla luego de haberse consolidado como uno de los referentes destacados de la literatura nacional en lo que va del siglo, ya era de por sí un gesto encomiable. Pero el asombro se prolonga al degustar esas 400 páginas y, como mayor elogio, apreciar que parecen sacadas de los archivos inéditos del propio Verne.
Al exponer el lado oscuro del responsable de “De la tierra a la luna” o “La vuelta al mundo en 80 días”, sus pasiones ocultas, sus miserias y sus odios, Olguín también amplía el cuadro para adentrarnos en las facetas menos conocidas de ese periodo histórico, cuando las conductas brutales y la desmesura convivían con las supuestas bondades del progreso. Para quienes en la infancia leímos con admiración aquellas crónicas viajeras, supone una experiencia contrastante encontrar en “Los últimos días de Julio Verne” una sucesión de desventuras en las que el idolatrado literato no ocupa precisamente el lugar del héroe.
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