Cultura Por: J.C. Maraddón14 de agosto de 2024

Brotes que no encajan en ningún molde

En fechas programadas para el Sindicato de Maravillas, la Casa 29 de Unquillo y La Tasca de Los Reartes, la cantautora porteña María Ezquiaga desgranó su primoroso repertorio junto a las palabras de Ricardo Cabral, poeta con el que comparte la autoría de su más reciente canción.

J.C. Maraddón

La polémica que se ha abierto en el campo de la cultura en la Argentina de un tiempo a esta parte, aparenta agotar todas las posibilidades en dos opciones, de la misma manera que ocurre con muchos otros aspectos de este mundo binario en el que si algo no es blanco debe ser negro; y no hay tercera posibilidad. Esa predisposición no sólo desata pasiones encendidas que muchas veces derivan en la denigración y el insulto, sino que además cierra las puertas a cualquier otra solución que se proponga al asunto y que no provenga desde alguno de los dos bandos enfrentados.

Dentro del área cultural, se aferran algunos al rol determinante del estado, como proveedor de las herramientas que necesitan aquellos creadores que no pueden procurárselas por su cuenta; y como ordenador de un sistema de producción artística en el que hay jugadores poderosos que pugnan por engullirse de un bocado a la mayor cantidad de público posible, en tanto se reparten las migajas un sinfín de talentos que no han sido bendecidos por la invisible mano del mercado y que se debaten en la impotencia, con un montón de ideas renovadoras que no cuentan con la financiación imprescindible ni con la aprobación popular. 

En la vereda del frente se ubica una línea de pensamiento que es la que hoy detenta el poder político, cuya fe en el equilibrio natural entre oferta y demanda linda con lo religioso, y que por ende reniega de que haya una participación estatal en el fomento de la actividad ligada al arte y el entretenimiento. Esta perspectiva aduce que si una persona no se vale por sí misma para imponer su obra, es simplemente porque carece de cualidades para lo que se propone hacer. Por lo tanto, invertir dineros públicos allí sería dilapidarlos.

Ambas posturas se obstinan en ignorar un tercer factor que parece menor pero que nutre tanto a los productos destinados a la circulación comercial, como a los financiados por organismos de gobierno. Esta indiferencia con respecto al circuito independiente no es casual: aquellos que trabajan en lo suyo sin fijarse en el lucro como meta ni casarse con los estamentos gubernamentales de turno, representan un peligro para un sistema que busca tener las cosas bajo control. Sin embargo, de la experimentación que fermenta en esa escena alternativa es de donde surgirán algunos de los renovadores que saltarán luego a las grandes ligas.

Mientras el Poder Ejecutivo nacional asfixia esos círculos culturales a los que detesta, subsisten acciones concretas que agrupan a quienes no bajan los brazos en su tarea de insuflar efervescencia creativa sin pedirle nada a nadie, con la mirada puesta en ampliar los horizontes. Una minigira cordobesa de la cantautora porteña María Ezquiaga, organizada el fin de semana pasado por la plataforma Esta Vida No Otra, sirve como ejemplo de eso que pasa mientras la atención mediática está concentrada en los arrebatos violentos de un expresidente y las chicanas que desbordan las redes sociales con inusitada furia.

En fechas programadas para el Sindicato de Maravillas, la Casa 29 de Unquillo y La Tasca de Los Reartes, Ezquiaga desgranó su primoroso repertorio junto a las palabras de Ricardo Cabral, poeta con el que comparte la autoría de su más reciente canción. La Lauri Fire, Fada Falú & Cruz Zorrilla y Eloísa Oliva, fueron también de la partida de este ciclo que, entre otras cosas, ayuda a convencerse de que la visión maniquea no le sirve a nadie más que a la usina del odio. Con sólo observar un poco más allá, se aprecian brotes de inspiración que no encajan en ningún molde.

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