Cultura Por: J.C. Maraddón11 de septiembre de 2024

Memoria de un tiempo no vivido

Que los impredecibles Noel y Liam Gallagher hayan anunciado su reconciliación artística y que se embarquen en el retorno del grupo Oasis con un tour programado para 2025, no es otra cosa que la reafirmación de esa tendencia a reivindicar los noventa que domina la escena.

Por J.C. Maraddón

En la comparación con décadas tan florecientes para la cultura como lo fueron los años sesenta y ochenta, todo llevaría pensar que los noventa fueron el insípido epílogo de un siglo plagado de luces y sombras, durante el que abundaron vanguardias desbordantes, a las que siguió un revival perpetuo y agotador. Como final del milenio, ese periodo miraba hacia el futuro con embeleso, en tanto se relamía en el pasado con un entusiasmo digno de mejores causas. Visto de modo sincrónico, ese momento podía ser tildado de decadente sin que nadie se atreviera a sentirse ofendido por un juicio tan categórico. 

Sin embargo, desde hace tiempo, eso que ocurrió en aquel entonces es objeto de un culto ferviente, que se extiende también a la economía y la política, rubros donde se insiste en recuperar experiencias que ya se revelaron fallidas. Desde casos policiales impactantes hasta hazañas deportivas, se vienen rescatando esos recuerdos que tal vez forman parte de las vivencias de una generación que era joven cuando eso sucedía. Y lo más curioso es que también se han vuelto memorables para aquellos que no habían nacido aún, pero que han escuchado esas historias y ahora no ocultan su curiosidad por ellas.

Algo tan importante como la banda de sonido noventosa, que supo musicalizar esa década a la que ahora se evoca, no podía quedar afuera del revisionismo que se está practicando en todos los frentes. Por el contrario, tal vez son las canciones el elemento que mayores añoranzas despierta, porque fueron esos los sones que acompañaron las circunstancias a las que hoy se alude con la melancolía de saber que, a pesar de lo mucho que ha transcurrido, el imperativo de volver a las fuentes es más fuerte que la necesidad de mirar hacia adelante y dejarse llevar por las novedades.

En los noventa, lo que se aceleró fue una diáspora de estilos con muy pocos aspectos en común, que se iban sucediendo en la cresta de la ola y se repartían espacios según la necesidad de los oyentes. Había una nutrida oferta de música bailable, pero no faltaba el renacer de la balada romántica ni dejaba de tener adeptos la canción comprometida que denunciaba injusticias y bregaba por un mundo mejor. Había vanguardias y retaguardias, rock pesado y liviano, bandas de chicos y bandas de chicas, crooners chapados a la antigua y divas que reinaban en los charts.

Entre tantas variantes, la del britpop fue una más, que primero prendió en un grupo selecto de melómanos, atentos a la movida vanguardista, para luego copar el aire de la frecuencia modulada hasta erigirse en la favorita de la Generación X que empezaba a dejar atrás el grunge. De todos los nombres que brillaron en esa constelación, el del grupo Oasis, liderado por los hermanos Gallagher, fue uno de los que más adeptos concitó, gracias a un repertorio en el que predominaban temas identificables a la primera escucha, con claras reminiscencias de los dorados sesenta, aunque adaptados a la nueva era.

Que los impredecibles Noel y Liam hayan anunciado su reconciliación artística y que se embarquen en un tour programado para 2025, no es otra cosa que la reafirmación de esa tendencia a reivindicar los noventa que domina la escena y que enfervoriza a un planeta despreocupado de las perspectivas futuras. El regocijo de los antiguos fans con la noticia es comprensible, pero que haya adolescentes sumándose a esa fiebre retro, como si Oasis fuese parte de la memoria de lo que no vivieron, introduce una sombra de duda acerca de que la abulia del presente sea algo pasajero.

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