Ahora que cambió la suerte
En la serie “Ángel Di María: romper la pared”, que estrenó Netflix la semana pasada, el adversario principal del héroe estaba cantado: la prensa futbolística que pidió su cabeza cuando las lesiones y el desempeño no tan productivo del jugador pusieron en peligro su continuidad en la selección.
J.C. Maraddón
Con la novela “El conde de Montecristo” como abanderada, junto con todas las adaptaciones que se le hicieron en diversos formatos, las historias de vengadores y vengadoras abonan un apartado singular entre los relatos clásicos, que suelen apelar a ese recurso para atraer la atención del público. Alguien que recibe un castigo injusto, que padece una traición o que cae víctima del engaño, y que como consecuencia de su fuerza de voluntad va en busca de resarcirse, es un personaje digno de ganarse la identificación de quienes, al menos una vez en la vida, tal vez han pasado por similares circunstancias.
Es muy probable que esa vendetta de lugar al desarrollo de una trama violenta y que, si es llevada a la pantalla, se encuadre dentro del cine de acción, donde tantas veces se ha utilizado esta clase de argumento para lucimiento de las dotes de luchador del protagonista. Pero también puede encararse de ese modo una ficción romántica, en la que un amante despechado encuentra en otros brazos aquello que no le supo dar la persona por la cual ha estado sufriendo; o una de aventuras, que habla de quien sale en busca de lo que le ha sido negado.
En el caso de las biografías, muchas veces se apela a este estilo para dotar de un tono épico a la narración. Siempre funcionará mejor que el retratado haya debido atravesar situaciones inmerecidas o trances difíciles de sobrellevar, antes de alcanzar la fama por la cual vale la pena que se conozcan los detalles de su trayecto vital. En la superación de ese instante de quiebre, en la resiliencia que lo insta a no dejarse abrumar por las adversidades, se impregnará de dramatismo todo producto testimonial que cuente cómo cierta celebridad llegó a ubicarse en lo más alto de su profesión.
Si todo va sobre rieles y no se le plantea ningún obstáculo, es casi seguro que la gente terminará perdiendo el interés, porque no podrá sentir como propias esas experiencias en las que se han dado las condiciones precisas para que una carrera sea meteórica. Y si se refieren a deportistas, las escenas estarán plagadas de sacrificios y riesgos físicos, hasta que por fin la gloria demuestre que tanto esfuerzo se justifica. Esto también servirá para alentar a la audiencia a que no claudique en su empeño si es que pretende cumplir los objetivos que se ha fijado.
Pero si hay un héroe, no puede faltar un adversario, que si de revanchas estamos hablando debe ser, precisamente, el que puso palos en la rueda para que la epopeya tardase y costase más hasta concretarse. En el caso de la serie “Ángel Di María: romper la pared”, que estrenó Netflix la semana pasada, ese enemigo estaba cantado: más que los técnicos caprichosos, su contrincante es la prensa futbolística que pidió su cabeza cuando las lesiones y el desempeño no tan productivo del jugador pusieron en peligro su continuidad como parte del plantel de la Selección Argentina. Contra ella fue que “Fideo” sacó fuerzas de la derrota.
Desde esa perspectiva revanchista, los tres capítulos de esta realización recaban la opinión de familiares, colegas, entrenadores y amigos de Di María, para conocer con lujo de detalles cuánto le costó arribar a este presente en el que se despidió del seleccionado con la obtención de la Copa América, el cuarto título en apenas tres años para la Scaloneta. Y no se ahorran imágenes de archivo de ese ciclo virtuoso, aunque tampoco quedan fuera sus logros previos y, sobre todo, los momentos aciagos que le tocó vivir y que son los que lo habilitan a un mayor disfrute ahora que la suerte ha cambiado.
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