Nacional Por: Javier Boher29 de octubre de 2024

El conductor fijó el rumbo

El repunte en la imagen presidencial obedece a que la gente empieza a ver hacia dónde va la cosa

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com
Mi papá siempre decía que en general todos queremos lo mismo, que los partidos nos presentan distintos caminos para llegar a ese lugar. Así, cada agrupación presenta su visión sobre salud, educación, seguridad y cualquier otro tema, pero siempre pensando en que al final del recorrido va a haber más gente disfrutando de esas cosas y con mayor calidad que hoy. Cada partido tiene sus recetas, sus ideas, sus indicadores y sus especialistas con los cuales definir un rumbo que lleve al conjunto de la población a un teórico lugar mejor.
Después está la realidad.
Las políticas concretas tienen consecuencias reales y palpables para las personas, que deben cargar con los efectos de esas decisiones que toman los gobiernos. La gobernabilidad se reduce, entonces, a cómo se logra sostener los buenos momentos de que las cosas salgan bien, o un relato creíble para ese tránsito cuando las cosas están saliendo mal.
Hace ya un tiempo que cierto consultor político que libera parte de los resultados de sus encuestas habla de una caída en la popularidad del presidente Milei. Usa distintas figuras, disfraza sus preguntas con otras aparentemente más amplias y toca temas específicos en los que el presidente mide mal. Sin caer en pensar que quizás tiene mala fe, algo raro debe haber si otras encuestadoras muestran otros datos.
Una de las mediciones más constantes en el sentido de monitorear la opinión pública es la del Índice de Confianza en el Gobierno, realizada por la Universidad Torcuato Di Tella. En el último informe se aprecia un fuerte repunte de la figura presidencial.
En la misma dirección apunta un informe de Aresco, que no solamente consigna un repunte, sino que aporta otro dato importante: el diferencial entre imagen positiva y negativa es favorable a Milei, uno de los pocos que está en el campo de los que se pueden pintar de verde.
Ciertamente hay otros informes dando vueltas, con datos más o menos precisos a estos, aunque estos son los que se hicieron más visibles en las últimas horas. Lo más importante, en cualquiera de los casos, es que el gobierno está navegando con bastante muñeca por el medio de la tempestad de un ajuste. Su relato, ese que ayuda a soportar las malas condiciones económicas, tiene un fuerte componente de esperanza, a la que parece el gobierno aún no ha traicionado.
La clave en este aspecto reside en la proactividad de Milei y los suyos para definir la agenda. De a cuentagotas se van dosificando los estímulos con los que se sostiene la imagen de trabajo y transformación que le sirven al gobierno para mantener su relato. Golpes a los gremios más identificados con el kirchnerismo, decisiones en el mercado de transportes, cambios en el sistema de salud, transformaciones en cuestiones aduaneras, todo se va sumando para conseguir un poco más de aire político mientras el resto de los partidos están ahogados peleando por representar a una parte de la sociedad que no alcanza para ganar una elección. 
Falta mucho tiempo para las elecciones del año que viene, en un contexto de debilidad opositora y donde Milei no va a ser candidato. La peor parte del ajuste ya pasó y las variables económicas se van recuperando. La mejora del riesgo país indica que quizás se está más cerca de liberar el cepo que antes, uno de los reclamos de parte del sector empresarial. Ahí la duda es más política que económica: ¿se atrasa el tipo de cambio para generar consumo ilusorio hasta después de las elecciones o se sale antes del cepo para llegar con una economía sin sobresaltos a las urnas?
En cualquier caso, el apoyo a la gestión económica se sigue recuperando y generando las condiciones para que cualquier decisión sea bien recibida por la mayoría de los votantes en el año electoral.
La mayoría de los argentinos eligió un cambio profundo. Tenía otros candidatos que le proponían otras formas, pero eligió al que decía que iba a echar a todos los empleados públicos, quemar el Banco Central y atacar a la casta mientras hacía actos acelerando motosierras para expresar con más claridad su posición. La gente podría haber elegido moderación y prefirió al que le prometía salvajismo, es lógico que ahora se aguante las consecuencias.
El gobierno libertario pretende que la gente acceda a la vivienda, a salud, educación, viajes y todo lo que esté al alcance de los deseos y el esfuerzo de los individuos en esa búsqueda de la felicidad que el liberalismo norteamericano plasmó en su constitución. Para eso pretende correr del medio al Estado, que durante años se dedicó a entorpecer las cosas porque otra cosmovisión lo consideraba la herramienta central para alcanzar todos esos loables fines.
Cuando uno se toma un taxi sabe a dónde quiere ir, si el chofer lo está vueltando o si tomó un camino raro para llegar al lugar indicado. Con los políticos pasa lo mismo: ahora que se salió del barrio peligroso y el pasajero reconoció que está en el rumbo que pidió, le vuelve el alma al cuerpo y recupera la confianza en el tipo que está detrás del volante. Solo resta que no pierda el control y se estrelle antes de llegar al final del recorrido.

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