Nacional Por: Javier Boher31 de octubre de 2024

Amamos al Gran Hermano

La app Mi Argentina envió un mensaje partidario contra el paro y varios se acordaron tarde de que hacer eso está mal

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

George Orwell escribió 1984 poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando occidente y la Unión Soviética estaban empezando lo que sería la Guerra Fría. Menos didáctica y mucho más cruda que Rebelión en la Granja, la novela pretende retratar la vida bajo un sistema totalitario como el que existía bajo el comunismo, el que se supone muy alejado de los valores liberales que se habían defendido poco tiempo antes en el conflicto con la Alemania Nazi.

Una de las cosas más conocidas del texto es la omnipresencia del líder, que acompañaba a todos los habitantes de aquel país desde que se levantaban por la mañana. Ese culto a la personalidad -tan característico de los regímenes de la época, como el que había acá en Argentina- se resumía en la figura de a quien se llamaba “Gran hermano”, la referencia popular más común de ese texto.

El tiempo pasó y las cosas cambiaron. Ese tipo de gobiernos no abundan en el mundo, sino algo más parecido a lo que Aldous Huxley describió en Un Mundo Feliz. Sin embargo, la voluntad de los Estados de meterse en la vida de las personas permanece intacta. Sea para saber qué hacen, con quién se juntan o qué consumen, o para bajar una línea ideológica acorde a la suya, todos usan el aparato del Estado para hacer política partidaria.

Anteayer, en la víspera del paro de transportes que complicó a argentinos de todo el país, a los teléfonos celulares llegó una notificación de la app Mi Argentina: 

“Los sindicalistas no te dejan trabajar. Por medida de fuerza de los gremialistas Moyano y Biró para cuidar sus privilegios, este miércoles no habrá servicio de transporte. Si te obligan a parar, llamá al 134”.

El gobierno podría haber optado por algo netamente informativo, sobre qué servicios paran y la línea de teléfono para denunciar presiones (que sabemos existen en este tipo de situaciones), pero prefirió hacer lo opuesto. El mensaje fue una provocación para la oposición, que esta vez tuvo razón al decir que fue una invasión a la intimidad y un uso indebido de los recursos del Estado. 

Sin embargo, la cosa pasó mayormente desapercibida. Durante años el kirchnerismo encontró otras formas de invadir la vida privada de la gente (cadenas nacionales, docentes militantes, micromilitancia en el súper, el colectivo o en cualquier lado) y reforzó la tolerancia a esas cosas. “¿El gobierno envió una notificación? Ni la leo y la elimino de la barra”. Esa debe haber sido la reacción más común entre las personas que tienen instalada la app (de la que ya hablamos en pandemia por las fallas de seguridad que permitían seguir a las personas y saber con quiénes se juntaban).

A la mañana, en la radio hablaban sobre la visita del presidente Milei a nuestra ciudad y los paros, cortes y movilizaciones que iba a haber. Al hablar sobre los lugares de concentración y sobre el lugar del acto del presidente, la cosa saltó a la vista instantáneamente: todo el accionar gremial era en el centro, mientras el titular del ejecutivo estaba cerca del Kempes. La periodista dijo que se trataba de incomodar a la gente, no de hacerle un escrache al presidente en un lugar en el que lo viera. Todo se reducía a molestar a los otros que no toman decisiones, salvo cuando votan. Y votaron por el presidente y en contra de los gremios.

El hartazgo respecto a los sindicatos, los paros y las marchas es tan grande que nadie reparó en el mensaje, que terminó siendo un dato menor en la cabeza del tipo que hace repartos y no puede entrar al centro o el trabajador que tiene que caminar 30 cuadras hasta que puede adivinar por dónde pasa el colectivo urbano que lo lleva al trabajo o de vuelta a la casa.

El peronismo de los ‘90 tuvo el problema de que los sindicatos no se dieron cuenta de que había que representar a los desocupados. A eso lo vio y capitalizó el kirchnerismo, que se armó con los movimientos sociales. Lo que no vieron fue el crecimiento de los precarizados que creen en el esfuerzo personal para la superación y los dejaron huérfanos. Los trataron de desclasado, de hacerle el juego a la derecha, de cipayos, gorilas o lo que fuere. Esos son los que hoy le piden solidaridad y empatía a la gente, o le dicen de lo autoritario de mandar un mensaje.

La memoria les falla. En septiembre de 2021, antes de las postergadas PASO de aquel año, la misma app se usó para mandar noticias sobre los actos en los que tomaba parte el presidente Fernández. Tal como anteayer, a nadie le importó recibir esos mensajes y el gobierno de los Fernández recibió una dura derrota que terminó con masivas renuncias a los cargos ejecutivos y el nombramiento de Juan Manzur como Jefe de Gabinete.

Todo de aquello que se acusa a este gobierno ya lo hemos visto antes, porque el problema argentino es estructural: ningún partido va a achicar el Estado porque todos lo usan en su propio beneficio, perjudicando a los que no cuentan con esos recursos para sí.

Después de décadas de intromisión estatal en la vida privada a nadie le parece tan grave cuando se repite. Pobre Orwell; parece que hubiese escrito al vicio.

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