La vulnerabilidad de los héroes
El documental “Lewis Capaldi: Cómo me siento ahora”, desde Netflix, registra las alternativas entre el brillo y la oscuridad en la carrera de un joven ídolo pop escocés afectado por el síndrome de Tourette, que sufre la exacerbación de los síntomas por las presiones de la fama.
J.C. Maraddón
En la mayoría de los casos, la fama opera como una picadora de carne que puede dejar maltrecho al más pintado, aunque hacia afuera esa figura digna de admiración sea la envidia de todos aquellos que quisieran gozar de sus privilegios. Ese combo indefinible que reúne la popularidad con la fortuna, presenta contraindicaciones que casi nunca están especificadas en ningún prospecto y que, una vez desatadas, cuesta muchísimo frenarlas. La industria cultural está plagada de historias no necesariamente felices con respecto a epílogos trágicos protagonizados por personas que ostentaban renombre masivo y que se vieron sobrepasadas por las exigencias que ese estatus requiere.
Individuos que aparentaban un equilibrio psicológico inmutable cayeron bajo los efectos que acarrea el transformarse en célebres y participar como un engranaje más en esa maquinaria del entretenimiento que se obstina en hostigar a aquellos que son su propia creación. No en vano se suceden las noticias que relevan desde suicidios hasta internaciones para rehabilitación de gente a la que poco antes observábamos en pleno disfrute de su opulencia y que luego nos sorprende con una tragedia. Las presiones que se ejercen dentro de esa estructura son lo suficientemente fuertes para doblegar cualquier voluntad, hasta la que mayor resistencia ofrece.
Los casos más graves suelen aparecer cuando ese héroe de la actuación o de la canción viene con dolencias previas, a las cuales incluso puede llegar a desconocer antes de saltar a la gloria mediática. Enfermedades mentales que permanecerían soterradas en una vida común, no es raro que se desaten con toda su fuerza ante situaciones permanentes de estrés, ocasionadas por constantes invasiones a la privacidad, por la necesidad de cumplir con los compromisos programados o porque simplemente se le imponen al artista premisas creativas con las que no concuerda, pero que debe respetar para acreditarse el suceso.
Deslumbrados por su brillante irrupción en 2018, sus seguidores tardarían en saber que la jovencísima cantante Billie Eilish padecía del síndrome de Tourette y que había sufrido abuso infantil, por lo que su personalidad de ninguna manera podía encajar en los parámetros de la producción industrial de la música. Y algo parecido sucedió con el escocés Lewis Capaldi, quien también tuvo un debut triunfal hace cinco años, pero luego se vio forzado a interrumpir giras y grabaciones, afectado por el mismo trastorno que Billie Eilish, que en su caso se manifestaba a través de movimientos convulsivos incontrolables.
El documental “Lewis Capaldi: Cómo me siento ahora”, que aparece en la oferta de Netflix, registra esas alternativas entre el brillo y la oscuridad en la carrera de Capaldi, con testimonios y participación tanto de su entorno familiar, como de los músicos, compositores y empresarios que lo rodean en su desempeño profesional. Luego del estreno de esta película, Capaldi atravesó un nuevo episodio dramático mientras actuaba en el reciente festival de Glastonbury, que le impidió seguir cantando. Con posterioridad, el músico anunció que volverá a tomarse un descanso para poder recomenzar la serie de presentaciones que tenía programada hasta octubre.
Aunque este filme de Joe Pearlman pretende echar una mirada compasiva y empática sobre lo que acontece con esta nueva voz del pop británico, en realidad lo que se aprecia allí es un verdadero calvario que debe soportar este muchacho al que su vena artística en vez de sacarlo de su sufrimiento, lo ha puesto en un estado de vulnerabilidad absoluta. Hasta dónde podría llegar ese martirologio es algo que el largometraje se cuida de especular, tal vez bajo aquel lema de que el show debe seguir, a pesar de que haya una víctima y no un triunfador sobre el escenario.
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