Nacional Daniel Alvarez Soza 14 de noviembre de 2024

Aplicación de las estrategias ideológicas a las experiencias subversivas de Argentina y Chile

Parte 3/3

Por Daniel Alvarez Soza

Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política. 

 

En conclusión

.Siguiendo a “Bidart Campos en su Manual de Historia Política: “la versión ortodoxa del comunismo, según la doctrina de Marx, Lenin y Stalin, recurre para la destrucción de los estados capitalistas, a la violencia revolucionaria”. Además, “es internacionalista en el sentido de proyectar la revolución proletaria con dimensión universal. Es imperialista en cuanto conduce desde la Unión Soviética una política de agresión, conquista y  subyugamiento de pueblos y estados que coloca bajo su égida. Es totalitaria, porque so pretexto de realizar la etapa transitoria de la dictadura del proletariado, estructura regímenes políticos donde se aniquila la dignidad, la libertad y los derechos de los hombres, en torno del mito de la redención del proletariado y con la herramienta de un partido único que copa todos los órganos del poder” (1).

   “Dice Rodríguez Varela: “Más allá de las discrepancias superficiales con la jerarquía soviética, Mao Tse Tung pertenece a la misma vertiente política. Como lo advierte Isaac Deutscher, “el comunismo chino desciende en línea recta del bolchevismo ruso. Mao se apoya en los hombros de Lenin”. Mao es, además, el teórico máximo de la guerra  revolucionaria. En sus obras escogidas se encuentran numerosas reflexiones que confirman lo expuesto: “La tarea central –escribe Mao- y la forma más alta de toda revolución es la toma del poder por medio de la lucha armada, es decir, la solución del problema por medio de la guerra”. Este revolucionario principio marxista-leninista tiene validez universal tanto en China como en los demás países. “Todos los comunistas –agrega Mao- tienen que comprender esta verdad: el poder nace del fusil”. Y continua diciendo “Uno de los discípulos más fieles de la versión maoísta del marxismo-leninismo, a pesar de que el soporte del poder derivó durante décadas de la Unión Soviética, ha sido Fidel Castro. En efecto, el líder cubano sostuvo hasta el cansancio que el único y el verdadero camino para la mayoría de los pueblos de la América Latina es sólo el camino revolucionario” y agrega más adelante: “Uno de los corolarios del supuesto carácter irreversible de la revolución socialista fue la llamada Doctrina Brezhnev, proclamada el 12 de noviembre de 1968. En la misma se declara  que no es admisible en modo alguno que ningún país socialista  retorne al área del llamado “mundo capitalista”. En nombre de esta perversa doctrina la Unión Soviética se consideró habilitada para intervenir violentamente ante cualquier  posible derrocamiento de cualquier régimen marxista. La posición de Brezhnev –comenta Alfredo de las Carreras en Fundamentos de la Política Exterior Soviética- constituyó una simple actualización del criterio sustentado por Lenin”.

    Agrega luego: “Este nuevo maquiavelismo político es el que fue invocado por los soviéticos para intervenir violentamente en Polonia, Checoslovaquia, Hungría  y Afganistán, mantener a Europa Oriental cautiva del totalitarismo comunista y actuar en Asia, África y América Latina favoreciendo el terrorismo y la guerra revolucionaria”. Dice más adelante: “No menos categórico es Marx cuando debe definir los instrumentos idóneos para la acción. En Nueva Gaceta Romana expresa: “Solo hay un medio de abreviar, de simplificar, de concentrar los dolores mortales del fin de la antigua sociedad y los dolores sangrientos del parto de la sociedad nueva, un solo medio: el terrorismo revolucionario”…Y Lenin, acorde con las enseñanzas de sus maestros, en el Estado y la Revolución, agrega: “Es claro que la libertad de la clase oprimida no es posible sin una violenta revolución: es más, es inevitable destruir el aparato del poder del Estado creado por la clase dominadora”.

    “En la década del ochenta –dice al referirse al derrumbe del sistema político comunista- …comienza a exteriorizarse una verdadera crisis terminal del comunismo” (2).

    A continuación esquematiza las distintas etapas por las que ha atravesado a lo largo de los años este sistema y nos dice: “En forma sucesiva, a partir de 1917, el imperio soviético había soportado:

   1º) La etapa de Lenin, caracterizada por la organización de un Estado Totalitario que abarcaba un centenar de etnias, nacionalidades y culturas diversas; 2º) el periodo de Stalin, que subordinó completamente la vida personal, familiar, social y económica, a los fines mitológicos de dicho Estado totalitario; 3º) la asunción al poder de Kruschev quien en su célebre discurso de 1956, y en el vigésimo segundo congreso del Partido Comunista, en 1961, reconoció las atrocidades cometidas por Stalin. Las mismas mueven al historiador inglés Robert Conquest a sostener que probablemente Stalin haya sido “el más grande asesino en masa de la historia de la humanidad”; 4º) el régimen Brezhnev, que configuró en ciertos aspectos una restauración del estalinismo, con sus controles centralizados y asfixiantes, su nomenclatura privilegiada y la supremacía de la burocracia estatal. En esta etapa quedó configurado un Estado estancado, dominado por un partido totalitario y corrompido; 5º) el intento reformista de Iuri Andropov, sucesor de Brezhnev, frustrado como consecuencia de su repentina muerte en 1984. Su sucesor Konstantin Chernienko, pretendió prolongar la vida del régimen totalitario, prescindiendo del clamor de reformas. Con su gestión sólo postergó algunos meses la irrefrenable evolución, porque falleció en 1985. El surgimiento como primera figura de Mijail Gorbachov marcó el comienzo de una nueva etapa, signada por la Perestroika o reforma económica, el glasnost, que abrió el campo a la crítica histórica y contemporánea de los abusos del régimen, y la demokratizatsia, que impulsó un proceso democratizador cuya expansión demostró rápidamente que el sistema comunista marchaba a su derrumbe” (3).

     Esa acción de una verdadera política expansiva se registrará a partir de 1953, la cual producirá verdaderos frutos recién después de 1955 en lo que respecta a la República Argentina, ya que a partir de 1959 ubicamos la aparición de Uturuncos en el norte del país, y que en Chile se iniciará a partir de 1965 con la aparición del MIR y de otras organizaciones de menor importancia, lo que se expresará en toda su magnitud como consecuencia de la llegada de Salvador Allende al poder, por lo que en este capítulo veremos las coincidencias que consideramos comunes a ambos países. Fundado esto sobre las bases del comunismo  soviético, la política de la China comunista con Mao Tse Tung como principal referente. Cuestión que generará el expansionismo de la Revolución Mundial a Asia, África, Europa y finalmente América. Tales aspectos comunes están referidos a las metodologías, propuestas por los artífices de la violencia, que en el caso de la Argentina tendrán como fundamental protagonista al Comando Superior Peronista y que en el caso de la política chilena se verá  alentada por ese dualismo estratégico planteado por el gobierno de la Unidad Popular, manifestado en el apego que Allende “aparentemente”  observara a la institucionalidad como forma de hacerse del poder y por otra, la aprobación y aval a la vía violenta o vía insurreccional de aquellos sectores de la extrema izquierda que instaban al establecimiento de la dictadura del proletariado.

“…no le estamos adjudicando al peronismo de 1955 una ideología marxista que nunca tuvo, estamos  tratando de demostrar, cómo Perón creyó que podía usar de aquellas estrategias, sin riesgo aparente para su doctrina y sin embargo no vio que con el correr del tiempo, aquello que ideó como camino “del retorno”, se convertiría en la senda por la que finalmente transitó la subversión en la Argentina” (4).

     En lo que al comunismo internacional se refiere y su desarrollo, es que recurriremos a lo que plantea Díaz Bessone en su obra “Guerra Revolucionaria en la Argentina”, como una forma de hacer una apretada síntesis de la evolución expansiva de la política comunista, la cual en atención al contenido de lo expresado, podemos calificar como transversal a las realidades de las dos naciones afectadas por el extremismo internacional, y en donde el citado autor nos dice: “Impulsada por la URSS y China, en abril de 1955 se realiza la Conferencia Bandung (Indonesia). Su objeto era impulsar los Comités Internacionales de Solidaridad para promover a la unidad “antiimperialista” (anti-Occidente). Da origen a las Conferencias de Solidaridad de los pueblos de Asia y África. (OSPAA). La primera se reunió en El Cairo en diciembre de 1957. La segunda se realizó en Conakry (Guinea) en abril de 1960. La tercera tuvo lugar en Moshi (Tanganika), en febrero de 1963. A esa conferencia llegó una invitación a Fidel Castro para que se reuniera en la Habana una Conferencia Tricontinental. Se aceptó la invitación y se acordó constituir un comité para prepararla”

    “En mayo de de 1965 se reunió la Cuarta Conferencia de la OSPAA en Wineba (Ghana). El tema central fue la cooperación de los pueblos de Asia, África, y America Latina. Se aprobó un llamado a la acción revolucionaria violenta para derribar al imperialismo. Se aprobó también una de declaración sobre América Latina, por la que se expresó el apoyo a las “luchas de liberación” de los pueblos de Venezuela, Colombia, Guatemala, Honduras y Guyana, donde estaban operando guerrillas” (5).

    En el próximo capítulo tendremos la posibilidad de constatar cómo aquella política diseñada y dirigida a expandirse por Asia, África y América, iba a encontrar en el Gral. Perón al destinatario preciso para facilitar la infiltración marxista-leninista en la República  Argentina. En tanto que para el caso chileno la llegada de la Unidad Popular al poder, será sin duda la instalación de un “foco” de nivel continental que avaló la subversión como medio para la instalación de la guerrilla en Sudamérica. Consideramos esto, en atención a que será el propio Salvador Allende quien en 1967 presidirá la OLAS, y que como una forma de validación de la misma, es que se celebraran en Chile los Congresos de Chillán y La Serena   en los años 1967 y 1971 respectivamente; donde se ratifica lo resuelto por la Conferencia Tricontinental, señalándose que: “la lucha armada es el canal eficaz para alcanzar la victoria, por lo tanto, debemos apoyar y desarrollar plenamente las diversas formas eficaces de lucha, incluyendo la lucha armada” (6).

    El Congreso General Ordinario de Chillán, noviembre de 1967:

     Donde será reelegido Aniceto Rodríguez como Secretario General del Partido Socialista, el plenario reitera la calidad que el partido Socialista es “Marxista-Leninista”, que:

“1.- Se plantea la toma del poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación para instaurar un Estado Revolucionario.

2.- La violencia revolucionaria es inevitable y legítima…Constituye la única vía que conduce a la toma del poder… Solo destruyendo el aparato burocrático y militar del estado burgués puede consolidarse la revolución socialista.

3.- Las formas pacíficas o legales de lucha (reivindicativas, ideológicas electorales, etc.) no conducen por si mismas al poder. El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporadas al proceso político que nos llevaran a la lucha armada” (7).

     En razón de lo expuesto, Heinecke Scott en su obra “Chile. Crónica de un Asedio”, Tomo I, nos dice: “Esa fue la postura del Partido Socialista. Mucho más trascendente para la suerte futura de Chile (de los setentas) que la que proyectaron los terroristas del MIR. Ellos, a lo sumo, serían los brazos ejecutores de la política de violencia sistemática aprobada por el Partido Socialista, partido que venía a ser uno de los dos órganos consultivos del gobierno de la UP. Específicamente importante para Salvador Allende, por ser militante de esa colectividad política”.

    Como una forma de ratificar lo indicado, diremos que Allende formuló una declaración en Valparaíso a los tres meses de asumir el gobierno, y que fue revelador a la postura del Partido Socialista asumida en el Congreso de Chillán; además de que Allende desconocía lo juramentado al momento de ser investido como Presidente, con lo cual el ideario de la Dictadura del Proletariado adquiría forma: “Yo no soy el Presidente del Partido Socialista; yo soy el Presidente de la Unidad Popular. Tampoco soy el Presidente de todos los chilenos. No soy el hipócrita que lo dice. Yo no soy el Presidente de todos los chilenos” (8).

       A fines de enero de 1971 se celebró Congreso de la Serena de 1971.

    Los acuerdos adoptados es éste no se harían públicos sino mucho más tarde, “Significaron una reiteración de la política de Frente de Trabajadores. En ellos, conjuntamente con reafirmarse la “política de clases y la necesidad de la dirección de la clase obrera en la conducción  de la lucha “, se denunciaba que “las alianzas y compromisos permanentes con ella (la burguesía) han traído sólo derrotas y postergaciones en el acampo de los explotados”. Los acuerdos valoraban la “instalación de la Unidad Popular en el Gobierno en cuanto había generado nuevas y favorables condiciones de la clase obrera y a las masas chilenas, para una efectiva conquista del poder que hace posible iniciar la construcción del socialismo en el país” (9).

   “Inmediatamente designado el Comité Central, éste se reunió para elegir Secretario y Subsecretario General del Partido Socialista. Los nombramientos recayeron en Carlos Altamirano y Adonis Sepúlveda, vale decir, en dos de los más ardorosos defensores de la Tesis sobre la “Vía Armada” (10).

      Sin embargo, las declaraciones y fines de los citados Congresos los veremos tratados en el Capítulo VI de este Trabajo.

 

Bibliografía

 

1.- BIDART CAMPOS. “Manual de historia política”, citado por Rodríguez Varela en Historia de las ideas políticas. Buenos Aires, A-Z Editora, 1995, Pág. 354. 

 

2.- RODRÍGUEZ VARELA. Ob. Cit., Págs. 354, 356, 361. Citado por Vázquez Viera. Emilio. “El proceso subversivo en la Argentina a través de la bibliografía nacional”. Ob. Cit. Pág. 61.

3.- RODRÍGUEZ VARELA. Ob. Cit., Págs. 374 y 375.  Citado por VÁZQUEZ VIERA. Emilio. “El proceso subversivo en la Argentina a través de la bibliografía nacional”. Ob. Cit. Pág. 62.

4.- VÁZQUEZ VIERA, Emilio: “El proceso subversivo en la Argentina a través de la bibliografía nacional”, Ob. cit. Pág. 62 y 63.

5.- DIAZ BESSONE, Ramón Genaro: “Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978)”, Buenos Aires, Circulo Militar, 1996, Vol. 735, Pág. 66. Citado por VÁZQUEZ VIERA. Emilio. “El proceso subversivo en la Argentina a través de la bibliografía nacional”. Ob. Cit. Pág. 63 Y 64.

6.- Revista Cuba Socialista, Pág. 62. Citada por FUENTEALBA. Renán: “El verdadero rostro de la primera Conferencia Tricontinental de la Habana”. Visión del discurso pronunciado en el Senado de Chile, el 18 de marzo de 1966, por el Senador democratacristiano, Renán Fuentealba. Santiago de Chile. 1966. Ediciones Biblioteca Nacional. Págs. 6 y 8.

7.- JOBET.Julio Cesar. “Fundamentos de marxismo” .Prensa Latinoamericana. Edit. Universitaria. 1971. Tomo II. Pág. 130.

8.- Revista “El Siglo”. 7 febrero  de 1971. Citado por HEINECKE SCOTT. Luis. “Chile. Crónica de un Asedio”. Tomo I.  Ob Cit. Págs. 68-69.

9.- JOBET. Julio Cesar. “El Partido Socialista de Chile”. Editorial Prensa Latinoamericana. Tomo II. 1971. Pág. 170.

10.- 3.- ARRIAGADA. Genaro: “De la Vía chilena a la vía insurreccional”. Ob.cit. Pág. 75.

 

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