Una dupla singular
Durante la primera quincena de diciembre, de jueves a domingo, el dúo humorístico Los Modernos arranca con una docena de funciones en la sala del teatro La Llave, luego de recorrer distintos puntos del país con su nuevo espectáculo, titulado “El humor después del humor”.
J.C. Maraddón
Se podría pensar que las características acentuadamente locales que ha tenido el humor cordobés lo iban a circunscribir a la geografía provincial, porque costaba creer que los modismos y la tonada de la región llegasen a ser comprendidos por alguien de otro lugar. La espontaneidad de los chistes y la repentización de los humoristas aficionados que los proferían, remitían a usos y costumbres que se reducían al entorno de Córdoba y que encontraban en este paisaje el ámbito natural donde fluir a gusto. Pero era tan prolífico ese ingenio popular que sólo iba a hacer falta una chispa para que entrara en expansión.
Y si bien hubo cómicos cordobeses que durante los años sesenta trascendieron a escala nacional, fue la revista Hortensia en el siguiente decenio el medio a través del cual eso que se manifestaba sin filtros iba a profesionalizarse hasta tomar una forma estandarizada de alcance universal. En sus páginas, aquello que flotaba en el aire se condensó gracias a un puñado de dibujantes y escribas dispuestos a convertirse en voceros de una expresión cultural autóctona. La aventura de Alberto Cognigni y sus secuaces llegó hasta lectores de sitios insospechados y estableció los parámetros sobre los que se iba a edificar un estilo todavía vigente.
Desde entonces, podría decirse que la mayor parte del humorismo de exportación surgido en Córdoba ha contado con esa impronta que forjó Hortensia hace más de cincuenta años y que asumieron como propia las principales figuras de nuestra comicidad. Esa manera de hacer reír es una marca registrada que el público foráneo sabe apreciar, y que todos esperan se active cuando un cordobés sube a un escenario con el propósito de causar gracia. El margen para apartarse de ese mandato es escaso, porque existe el riesgo de que los espectadores se sientan defraudados en sus expectativas.
Hace algo más de dos décadas, desde un circuito periférico de bares de la ciudad de Córdoba, asomó un dúo atípico conformado por un uruguayo y un argentino, cuyo nombre artístico corrió de boca en boca, hasta completar una cantidad de adeptos suficiente para colmar varias funciones en el Teatro Real. Ese vertiginoso ascenso de Los Modernos en las preferencias de la gente fue a contramano de lo que indicaba la siempre efectiva fórmula de contar cuentos a la cordobesa, por eso llamó la atención que desde aquí emergiera ese fenómeno de taquilla producto de caprichosos e hilarantes juegos de palabras.
Más sorpresivo fue aún que ese producto tan particular extrajera sonrisas en otras latitudes, en una sucesión de giras que los terminaron depositando en el continente europeo. La novedad consistía en que Córdoba había sido esta vez la cuna de una vertiente humorística que no se apropiaba de los recursos provenientes del localismo, como era usual entre nosotros, sino que se hacía fuerte en el talento cosmopolita de los libretos de Pedro Paiva, oriundo de Salto, Uruguay, y en el complemento de sus dotes de comediante con las del cordobés Alejandro Orlando, para juntos emprender un camino plagado de éxitos.
Si bien Paiva reside desde hace años en España, cada visita suya reflota la persistencia escénica de Los Modernos, que por estos días arrancan con una docena de funciones en la sala La Llave, luego de recorrer distintos puntos del país con su nuevo espectáculo, “El humor después del humor”. Durante la primera quincena de diciembre, de jueves a domingo ellos repetirán el milagro de que la platea explote en carcajadas, gracias a una propuesta que sin duda respira cordobesidad profunda, pero que no se inscribe dentro de la línea fundadora de esa chispa vernácula, sino que sigue una trayectoria singular.
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