Modos de contrapesar los desarraigos
La poesía recupera verdades de la infancia que aún perdura, hay músicas que buscan y encuentran otros paisajes en un escenario colonial, y hay luchas que nada ni nadie puede silenciar.
Por Gabriel Abalos
gabrielabalos.prensa@gmail.com
El tamaño del mundo
No se sabe a ciencia cierta cómo toman forma los recuerdos. En este caso, si las imágenes del pasado reordenadas por Hernán Jaeggi portaron mensajes al futuro mientras ocurrían; o si el niño aquel era capaz de leerlas como escrituras expuestas, o bien si el hombre de cabello cano las ha descubierto ahora, cuando el tiempo se ha filtrado y ha dejado -duraderos como marcas escritas en un árbol- peces disecados, u objetos como los que dice el poeta que llevaba su abuelo en los bolsillos. Lo cierto es que esas tres dimensiones permanecen activas y se prestan una a otras el hombro para dar sentido a la propia infancia. Una tarea coordinada entre los hechos, las emociones y las cosas, las percepciones y los vínculos, que han contribuido en el tiempo con la materia vivencial para la serena poesía del atardecer.
Aquel niño -lo vislumbramos detrás de este hombrote- era el propio Hernán, con la misma curiosidad, la sensibilidad y la intensidad que le conocemos, tomando nota de las claves de la infancia en la memoria del cuerpo y del alma. De su vida. La emoción reside en la distancia, en las pérdidas, como aquella casa “hoy apartada”, donde “ya no hay camino que lleve a su puerta”, que “está perdida entre los bosques y su sombra”, para concluir: “ya no quedan migas de pan para regresar al hogar donde mi perro salía a recibir el almíbar de una caricia en el verano”. El tiempo, efectivamente, se ha comido las migas y ya no son más ni la casa, ni el perro una realidad alcanzable. Ahora se trata de nombrar y enumerar esas cosas, esos momentos. Como escribió Saint-Exupéry, recordando una noche tirado sobre la arena del desierto donde había caído su avión, cuando soñaba su querida casa de la infancia y sintió que ese sueño era más real que las dunas. “Lo maravilloso de una casa -escribió- no estriba en que nos abrigue (…) sino en que ella, lentamente, ha ido depositando en nosotros tales provisiones de amor, ha ido formando, en el fondo de nuestro corazón, ese macizo oscuro del que brotan, como el agua de la fuente, los sueños…”.
Hernán atraviesa de nuevo, con las palabras precisas, aquel momento en que el maestro Matías, viéndolo retraído en su mundo, encendió la alarma de la sordera. Y Hernán debió transigir y darse la mano con el silencio. Traza retratos de la madre, del abuelo, de la abuela, de las tías, de un vecino, de su mejor amigo. Son dibujos a pluma. Su infancia es silvestre, unida a los elementos de la naturaleza, el río, las piedras, el monte, y en ella ocurren las travesuras, incluidas algunas crueldades de niños también naturales. El libro cobra cuerpo, acción, trae hechos mientras el niño conquista el mundo. Y, entretanto, para el hombre de pelo cano, “pasadopresentefuturo ocurren repentinamente en un instante eterno todos los días”. La velocidad, el ritmo de las palabras, la duración de los recuerdos, se allanan al tiempo que rige las horas, allí donde “el presente se deshace apenas nace”. De este lado del recuerdo (que aún retorna a pelear su lugar) el hombre cano que escribe llega hasta la plegaria del hoy, para no olvidar; a preguntarse el sentido de la vida, a determinar que el amor ha seguido siendo su arma en la pelea de la existencia. Una historia poética, homenaje, desentrañamiento, una armonía no sin tristezas a la que asistimos como invitados de honor, sentados a la inagotable y múltiple cabecera ofrecida a lectores y lectoras.
El prólogo de Aldo Parfeniuk es una espléndida antesala para entrar al libro con la debida disposición.
Hoy a las 19 en la Biblioteca Córdoba (27 de Abril 375) se presenta el más reciente poemario de Hernán Jaeggi El mundo era grande, editado por Babel. Acompañan al autor el también poeta Claudio Amancio Suárez como presentador, la actriz Alicia Vissani, que leerá algunos poemas, y el músico Carlos Piano, que sumará su guitarra y su canto a esta celebración.
Músicas austeras y derivas
Esta tarde, en el Colegio Nacional de Monserrat (Obispo Trejo 294), a las 20.30, se presenta el Coro de la Asociación Civil Duarte y Quirós en el concierto Músicas Austeras y derivas corales, junto con el proyecto[red]ensamble (CePIA, UNC). El Coro despide el ciclo 2024 con un repertorio entre las músicas latinoamericanas y las europeas, buscando sentidos en las microformas y en los detalles que emergen desde los arreglos de Russo, Pino y Zuleta, y en diálogo con composiciones originales de Marzi, Vallejo, Catena y Morris. Por su parte, Red Ensamble es un colectivo de artistas centrado en la producción e investigación de prácticas musicales contemporáneas, para pequeños y grandes ensambles. En sus diez años de actividad, el grupo, nacido en la Cátedra de Composición del Departamento de Música, Facultad de Arte de la UNC, ha incursionado en trabajos de compositores/as noveles, así como también de artistas consagrados/as de la segunda mitad del siglo XX. Dirige Pablo Behm. La entrada es gratuita.
Los derechos inalienables
Esta tarde a las 18.30, en el Centro Cultural Córdoba (Av. Poeta Leopoldo Lugones 401) tendrá lugar una actividad en el marco del Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, que se conmemora cada 29 de noviembre según la res. 32/40 de la ONU (1977). Se hará un conversatorio sobre la cuestión palestina y la reflexión sobre los derechos inalienables de su pueblo, con la participación de Jorge Yaser presidente de la Comisión e integrante de la Federación de Entidades Argentinas Palestinas de la República Argentina, el geógrafo y viajero Pablo Sigismondi, el sociólogo y coordinador de la Cátedra Libre de Estudios Palestinos “Edward Said” (UBA). Habrá música a cargo de Ismael Adriss y el grupo Al Hakima Ensamble, danza dirigida por Carla Dolcini, y una exposición de libros. Presentación a cargo de Gabriela Estofán. Organiza El Espejo Libros. Entrada gratuita.
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