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Parte 1/4
Nacional16 de mayo de 2025 Daniel Alvarez SozaPor Daniel Alvarez Soza
Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política
En esta publicación, cercana al final de esta zaga investiga, observaremos como las organizaciones guerrilleras que operaron en la Argentina y Chile establecieron planes de colaboración y asistencia en los diversos períodos en las que operaron, aun cuando sobre la materia constatamos que tales contactos se materializaron generalmente al alero de organizaciones que cobijaron bajo su bandera a las distintas orgánicas violentistas de la región, sin perjuicio de algunos vínculos directos que tuvieron lugar entre agrupaciones de ambos países. Decimos esto, toda vez que la guerrilla latinoamericana consideraba esta unificación, inspirada en el pensamiento del Che Guevara en cuanto a convertir a los Andes en una verdadera Sierra Maestra.
Dado que los procesos guerrilleros en estos países fueron distintos, tanto en sus orígenes como en su accionar, consideramos que los objetivos de estos fueron, si bien no idénticos, al menos similares, en cuanto a consolidar a través de su actuar las bases de la dictadura del proletariado o la constitución del “Gobierno popular” como así lo llamaban los cuadros de la dirigencia guerrillera.
Al revisar los antecedentes consultados en esta investigación, constatamos que la mayor relación operativa o guerrillero militar se vio fuertemente ligada entre el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por lo que los vínculos con otras organizaciones armadas argentinas, entre ellas Montoneros, con agrupaciones violentistas chilenas fue menos intensa, pero no por ello menos importante, por cuanto si bien sus cuadros subversivos no actuaron en forma determinante en la experiencia guerrillera de Chile, estos colaboraron con el financiamiento para las acciones terroristas del MIR, sobre todo una vez derrocado el gobierno de la UP.
La relación o vínculos existente entre la guerrilla del MIR y el ERP la anotamos al revisar los trabajos de autores citados, tanto argentinos como chilenos quienes han analizado históricamente a estas organizaciones, lo que se suma al relato de las experiencias aportadas por ex cuadros subversivos.
Respecto a los vínculos, semejanzas y diferencias existentes en estas organizaciones, José Rodríguez Elizondo, en su obra “Crisis y renovación de las izquierdas”, nos dice:
“Al abordar la historia de dos expresiones de la izquierda revolucionaria del cono sur, como fueron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile y el Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), de Argentina, particularmente en lo relativo a la política de masas que ambas organizaciones impulsaron en función de construir el “poder popular”, persiguiendo con ello el poder cubrir el amplio déficit historiográfico existente que diera luces sobre las complejas relaciones existentes entre la izquierda y el movimiento popular.
“En las décadas de los ’60 y los ’70 América Latina se vio sacudida por una serie de conflictos político-sociales, cuestión que dejaba de ser novedosa en una región de profundas desigualdades estructurales. Aquellos tenían elementos en común con otros acontecidos a lo largo de la historia latinoamericana: se generan en un momento de crisis y transformación económica, manifestándose a nivel de las estructuras del Estado, y se observa la movilización de importantes sectores sociales. Sin embargo, lo que destacaría de ellos serían sus elementos de cambio, particularmente dos: primero, que buena parte de la movilización social, que alcanza niveles generales, se articula en torno a la transformación radical de los sistemas de dominación, teniendo como meta explícita la construcción del socialismo y, segundo, que en esa coyuntura la izquierda revolucionaria juega un rol de importancia en el desarrollo de la lucha política, enfrentándose a los sectores gobernantes y disputando la conducción del movimiento popular de la izquierda tradicional.
“Sobre esta izquierda se han tejido una serie de imágenes ideologizadas, tales como “aparatistas”, “foquista”, “violentas” y carentes de relaciones sólidas y amplias con el movimiento popular, caracterización excesivamente general que, si bien tiene ciertos visos de realidad , ignora las particularidades que les permitieron a algunas de ellas asumir roles protagónicos en las luchas políticas de sus países , siendo ese el caso del MIR y el ERP, orgánicas que efectivamente lograron vincularse con importantes segmentos sociales y, a partir de ello, participar de las luchas por el “poder popular” que se libraba en sus países. Ahora bien, aquel vinculo no fue azaroso, posibilitándose por la política de masas que impulsaron, una política que contempló la reflexión y práctica del “poder popular”” (1).
La temática del “poder popular”, si bien está presente en todos los teóricos clásicos del marxismo - obviamente Marx, Engels, Trotsky y Lenin- fue tratada básicamente por este último en el contexto de la revolución rusa, pasando a conformar uno de los engranajes de su “teoría del poder”.
Aquella “teoría del poder”, que será el núcleo fundamental del MIR y el ERP, tendrá como “primer peldaño una “teoría del Estado”, que inspirado en el pensamiento de Lenin en cuanto al carácter de “clase” de éste, destaca como base esencial la tesis de la dominación de una clase sobre otra, de ahí la necesidad de su destrucción. Sin embargo, Lenin planteaba que la destrucción del Estado burgués no sería posible mientras la clase dominada no creara su propio poder estatal, el cual iría constituyéndose a la par y en oposición al “viejo Estado”, emanando de ello el segundo escalón de la referida teoría del poder: la “dualidad del poder” y su materialización tras la creación de los soviets.
“Para Lenin, el soviet era un organismo que expresaba el interés del proletariado y los pobres urbanos y rurales, representando no sólo un nuevo gobierno surgido de la iniciativa del pueblo “desde abajo” sino que además el “embrión del nuevo Estado”, configurándose con el surgimiento de ese embrión la existencia de una dualidad de poderes, situación transitoria que se resolvería a partir de que aquel poder “débil e incipiente” materializado en el soviet fuese asumiendo las tareas propias de un Estado, entre ellas el control de los funcionarios públicos y las finanzas estatales, la promulgación de reformas, la elección de las autoridades y el monopolio de la fuerza.
“Por último Lenin señalaba que el soviet, en tanto expresión del poder del pueblo, sería el basamento material de la revolución, no cayendo en él la dirección propiamente política del proceso sino que en el partido, el tercer peldaño de su teoría del poder. Así, el dirigente bolchevique señalaba que la acción de los sectores más conscientes del proletariado no bastaban para impulsar la disputa con la burguesía, siendo necesaria una “conducción revolucionaria” que asegurara la orientación del proceso” (2).
Como se puede observar, la concurrencia de estos tres elementos: el carácter del Estado burgués y la necesidad de su destrucción; la conformación de órganos del poder popular como embriones del nuevo Estado, y la articulación del partido revolucionario como dirección política de masas, serán el sustrato teórico del MIR y del PRT-ERP, derivándose de ellos los componentes centrales de sus estrategias y tácticas para la conformación del poder popular.
El instante donde se observó centralmente el despliegue de esta política, y que fue el marco temporal al cual se circunscribe este análisis, correspondió al caso del MIR dentro del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973); mientras que en el caso del PRT-ERP coincidió con el restablecimiento de la democracia (1973-1976), período que se inicia con el triunfo de Héctor Cámpora, el regreso de Perón y su posterior llegada al poder y que termina con el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón. Los periodos señalados, mostrarán elementos comunes: en ambos se observará una amplia, radical y constante movilización social y además la instalación de regímenes democráticos, eso si, marcados por matices más o menos abiertos, los que sin embargo facilitaron estas movilizaciones.
La instalación de los objetivos en los que se fundaba la teoría del poder popular, tanto en el caso del MIR como del ERP descansaban en la vía armada, centralizando su acción en una política de masas, la cual incorporaba la participación electoral - aunque con fuertes reparos-, la movilización reivindicativa, la lucha política a través de acciones directas, más la creación de organizaciones del movimiento popular –centrales sindicales, comando comunales, coordinadoras interfabriles, cordones industriales y frentes intermedios- , todo lo cual junto a lo militar, definía la estrategia que ambas organizaciones planteaban para constituir el poder popular capaz de disputar el poder estatal.
Las características propias del MIR y del ERP, así como las particulares coyunturas en que desplegaron su accionar determinaron en buena medida la posibilidad de profundizar una gran diferencia en cuanto a la realidad estratégica de estas organizaciones.
Así, el PRT- ERP, tanto por el accionar militar que practicó como por las coyunturas en que nació y desarrolló, mantuvo una clandestinidad permanente, por lo cual su militancia y su trabajo de inserción de masas permaneció bajo esa condición, haciendo considerablemente complejo la identificación de los lugares donde operaba y medir objetivamente el impacto que alcanzaba en la masa. “Aquella complejidad incluso se extendió a los trabajos de masas abiertos como fue el caso del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) y el Movimiento Sindical de Base (MSB), cuestión que surge porque la dirigencia del ERP-PRT, no deseaba comprometer a todas las bases en estos espacios. Respecto del MIR, la situación era considerablemente diferente, ya que si bien éste vivió periodos en la clandestinidad (entre mediados de 1969 hasta mediados de 1970; luego desde Septiembre de 1973 en adelante), esto no correspondía a una característica propia de esta organización, de hecho en algunos períodos de apertura contó con una prensa legal, participaba de elecciones sindicales, estudiantiles y poblacionales, organizando una serie de movilizaciones representativas de la izquierda, sobre todo durante la Unidad Popular” (3).
En consonancia con lo expuesto, los vínculos entre estas organizaciones se vieron particularmente ligados a distintos periodos o etapas: la primera, particularmente en el proceso de instrucción militar del naciente MIR, cuyos “combatientes” recibían instrucción guerrillera tanto en la Argentina como en Cuba. Un segundo periodo o etapa, lo encontramos en el gobierno de la Unidad Popular que pasó a convertirse en un referente de protección y apoyo a las organizaciones terroristas latinoamericanas, incluidas a las argentinas, en tanto, que la tercera etapa, la podemos ubicar una vez producida la llegada de gobiernos de facto en ambos países, motivados entre otras cosas por el clima de inseguridad provocado fundamentalmente por la guerrilla.
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1.- RODRIGUEZ ELIZONDO, José: “Crisis y renovación de la izquierda”. Editorial Andrés Bello, 1995. Santiago de Chile. Pág. 243-244.
2.- IBAÑEZ LANGLOIS, José Miguel: “Síntesis critica del Marxismo Leninismo”. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1984. Págs. 30-31.
3.- Pérez, Cristián: “El Ejército del Che y los chilenos que continuaron su lucha”. Centro de Estudios Públicos. 2003. Santiago. Pág. 77.
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