El embravecido mar de las noticias

El clima que se genera por la sobreoferta de información predispone mal a una parte de la población que cree ser mayoritaria

Nacional19 de junio de 2025Javier BoherJavier Boher
milei (7)
Por Javier Boher 
Hace un par de años leí una nota de alguien que decía que hay “inflación informativa”: se produce demasiada información, que no puede ser procesada ni consumida por la gente. Así como la excesiva emisión monetaria devalúa la moneda, la excesiva emisión de noticias devalúa la información. Nominalmente consumimos más, pero en términos reales nos informamos menos.
Internet y las redes sociales potencian este fenómeno, amplificando opiniones que son marginales o poco representativas de la realidad social, pero que son alimentadas como un cuco que ayuda a vender la visión catastrófica y maniquea del lado opuesto de la tribuna. Así, cada persona es bombardeada permanentemente con las mismas noticias en loop, apenas con algunos retoques, pero siempre condimentadas con muchos adjetivos que le dan forma a ese discurso en el que cada uno se siente cómodo. 
Esa forma de entender la comunicación de las noticias obliga a los políticos a subirse a ese carro de generación de contenidos. Para ser “trending topic” hay que estar todo el tiempo encima de la agenda, a pesar de que eso significa apenas tocar de oído cada tema, corriendo el riesgo de meter la pata con una opinión errada. Acá es donde un buen equipo de prensa hace la diferencia, ayudando al político a surfear las olas de la opinión pública con gracia y elegancia.
El problema es la gente que queda abajo del agua de esa sobreabundancia informativa y es arrastrada de un lado hacia el otro por las corrientes. ¿Cuántos aguantan ser derribados, una y otra vez, por el mar embravecido?
Así se llega a la situación de enojo y crispación que se ve entre los que tratan de consumir noticias en tiempo real. Las elucubraciones sobre jugadas maestras del ajedrez político y las teorías conspirativas sobre los entretelones del poder le comen la cabeza a personas que canalizan sus frustraciones a través de peleas políticas que nada tienen que ver con ellas. Dejan la piel en cada discusión, ya sea virtual o en persona, por causas y políticos que jamás se van a enterar de que existen. Juegan con una intensidad extrema, sin darse cuenta de que ellos son hinchas y jamás van a entrar a la cancha con sus ídolos ni van a poder ser capaces de hacer un gol. Eso sí, casi como si fuesen barrabravas, están siempre dispuestos a poner el cuerpo y a pelearse con los que se ponen otra camiseta.
Provocaciones 
Quizás por eso el gobierno siempre redobla la apuesta con alguna vuelta de tuerca a las cuestiones vinculadas a la seguridad y la defensa, sabiendo que ese tipo de cosas le duelen al progresismo y pueden acercar más votos de gente que pide más mano dura. 
Los cambios anunciados para la Policía Federal van en esa línea, denunciados por los que acampan en Plaza de Mayo o frente al departamento de Cristina como una nueva muestra del autoritarismo de Milei. Nada en el decreto recientemente publicado habilita a la policía a hacer nada distinto a lo que hace cualquier policía provincial, aunque también es cierto que una detención para averiguación de identidad o antecedentes puede ser usada de manera intimidatoria contra los que opinan de manera diferente al gobierno. Todavía estamos en un plano en el que el kirchnerismo se portó peor en lo referido a libertad de prensa y libertades individuales en general (especialmente durante la cuarentena), pero no por eso hay que dejar de señalar las cosas que pueden representar un riesgo.
Es muy interesante la forma en la que los opositores al gobierno se burlaron de lo parecida que es la estética de lo propuesto para la Federal respecto a la del FBI norteamericano. Esa necesidad de parecerse a otras cosas es una constante, como la policía antinarco de Córdoba o la Policía de Seguridad Aeroportuaria, que siempre que se despliegan con su ropa negra nos hacen acordar al BOPE de Tropa de Elite.
Adhesiones 
La CGT, que parece mucho más preparada para superar a Cristina y salir a buscar un nuevo líder para el peronismo, decidió apoyar el reclamo pero no movilizar sus bases. Tal vez entienden que -en política- el que se enoja, pierde. Esto le valió el repudio de parte de la militancia y de algunas organizaciones puntuales, que creen que no hay que dejar sola a la ex presidenta. Cada una de estas organizaciones que llaman a movilizarse parecen estar tomando decisiones influenciadas por ese microclima del partido y de sus noticias (las que se emiten para enojar), en lugar de tomar distancia para ver qué opinan los ciudadanos que alguna vez los votaron y hoy eligen otra cosa; aceptan mansamente una división de tareas en las que deben aportar gente, pero sin discutir estrategias políticas de mayor alcance, que salten las limitaciones de las agendas tan intensas.
La gente, en general, está bastante al margen de todo esto. Apenas si le alcanza con saber lo básico de lo que está pasando, sin más termómetro social o económico que para cuántas milanesas le alcanza cada vez que va a la carnicería. “Porque estar informado también es parte del show”, dice la cortina con la que una popular radio cordobesa presenta sus títulos -con suerte- una vez por hora. Así se vive fuera del mar de crispación que genera la sobreoferta de noticias.
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