Renunciando a la normalidad

Los argentinos siguen considerándose un pueblo excepcional en la faz de la tierra, por lo que renuncian a aplicar las recetas de los países que funcionan.

Nacional 12 de septiembre de 2023 Redacción Alfil Redacción Alfil
2023-09-11-boher

Por Javier Boher

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Hace un par de días que una idea me da vueltas por la cabeza, quizás producto de tantas reflexione desde el día de las PASO y la decisión argentina de votar a un personaje sin experiencia, estructura, ni proyecto para aplicar en política. La idea se podría resumir, más o menos, en que tanto nos convencimos de la excepcionalidad argentina que renunciamos a la posibilidad de vivir en un país normal.

Acá el uso del término “normal” no es como en sociología, donde significa “lo que ocurre con más frecuencia”, sino en el sentido “país desarrollado en el que la gente vive tranquila, sin preocuparse por su estabilidad económica o por que le peguen un tiro cuando va a la escuela”. Hace no tantos años no estábamos tan lejos de eso, más allá de cierta inestabilidad económica.

Las elecciones presentan un nuevo panorama hacia futuro, uno en el que el enojo nubla la vista y empuja a toda la sociedad hacia un camino lleno de incertidumbre. El hastío frente a la clase política, la bronca por los malos resultados de las diversas gestiones y el fin de una etapa de estatismo tonto generaron las condiciones para un cambio, aunque éste todavía no haya terminado de definir su forma.

Los anuncios del ministro/candidato pretenden posicionarlo como un contendiente de peso y con posibilidades. Seguimos hablando de la estructura de los intendentes del conurbano, de que Zamora le bajó la lista a Milei en Santiago del Estero y tantas cosas más, como una señal de que el peronismo no está muerto y va a dar pelea. Sin embargo, nada de eso asegura que Massa tenga chances reales de ganar, ni siquiera de entrar un ballotage, más allá de las mismas encuestas que subestimaron en 20 puntos la performance de Milei.

Si el impulso por el cambio es tan fuerte como parece, con 70% del electorado votando no-kirchnerismo, suena descabellado que el presidente de facto desde hace un año, principal cara visible de un gobierno que se cae a pedazos, pueda crecer en las elecciones. Resulta inverosímil, al menos que la gente siga empecinada en renuncar a la normalidad.

Sabemos que Córdoba es el distrito más antikirchnerista del país, pero seguramente sea un termómetro. Unión por la Patria sacó menos de 9% en la provincia, la peor marca de su historia. ¿Cuánto podría llegar a recuperar en las próximas semanas?¿Puede compensar lo que saque el resto de los candidatos? Parece difícil que los votantes de cualquiera de los otros espacios decidan hacer un voto estratégico votando a un candidato que salió quinto.

Las elecciones en Santa Fe dan una muestra de ello, con el peronismo unido sacando poco más de la mitad que un Juntos por el Cambio reforzado por el ingreso del socialismo. Tanto el peronismo como los libertarios crecieron proporcionalmente más que los vencedores, pero quedaron muy lejos de lo que macó la fuerza que le arrebató la provincia a la actual gestión.

Pero no todo es tan promisorio como parece. La ciudad de Rosario, epicentro del problema creciente del narcotráfico, estuvo a punto de caer en manos de un dirigente de neto corte chavista, en todo el sentido peyorativo de la palabra. Con 0,76 homicidios por día (o tres muertos cada cuatro días) es la ciudad más violenta del país, a punto de entrar al ránking de las 50 más violentas del mundo. A pesar de que ese crecimiento se dio innegablemente durante los años del kirchnerismo, uno de cada dos rosarinos decidió apoyar a un candidato más a la izquierda del mismo. Es la renuncia a la idea de normalidad, otra vez.

El fin de semana le tocó, también, al peronismo republicano, federal y creador de consensos que ejecuta el modelo cordobés de gestión. A pesar de los adjetivos, la pompa y su supuesta excepcionalidad, los compañeros terminan mostrando en qué grado abrazan realmente a la democracia. Alguien disparó para amedrentar a los presentes en un acto del SOELSAC y le costó la vida a una joven. Hay acusaciones cruzadas con el SURRBAC, que se quiere meter en la interna del otro gremio.

Todo parece tener que ver con una interna entre facciones que coexisten dentro de la renovación cordobesa que presenta una alternativa a los pituquitos de Recoleta. “La cabra tira al monte”, reza el dicho, y se ha normalizado que una disputa por el poder sindical deba involucrar tiros y muerte. No existe la posibilidad de que los trabajadores no sean meros peones al servicio de los intereses de una casta sindical que se salvaría de ser alcanzada por la motosierra de un libertario que cada vez promete menos cambio y más continuidad.

Es imposible saber qué va a pasar hacia adelante. Lo único que sí se puede ver con nitidez es que la gente parece haber renunciado a la idea de normalidad. Tantos años viviendo al día, imposibilitados de ahorrar, cercenados en sueños y aspiraciones, apenas festejando logros ajenos bajo la ilusión de una identidad colectiva, le han abierto las puertas a un resultado abierto en el que las efectivas fórmulas vacías de algunos candidatos se imponen con la fuerza de la magia sobre el camino de una racionalidad mucho menos atractiva para las masas.

La excepcionalidad autopercibida está cerca de hacernos bajar otro escalón más en ese camino de deterioro que emprendimos hace tanto tiempo, siempre considerando como positiva ese alejamiento de la idea misma de normalidad. La ilustración de la nota está inspirada en una icónica escena de Los Simpson, donde Homero debe elegir por qué brazo del río seguir. Nosotros somos como el padre de la familia amarilla: creemos que a nosotros sí nos va a ir bien eligiendo ese camino por donde no iría nadie. La diferencia es que el país no es un dibujito animado: acá no está asegurado el final feliz.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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