La prescindencia y sus costos (para todos)

Macri y Schiaretti, a su modo y con distintos objetivos, juegan con una ambivalencia que inquieta a los propios y genera efectos directos en un mismo adversario: Milei.

Provincial 15 de septiembre de 2023 Gabriel Silva Gabriel Silva
Macri Schiaretti

Por Gabriel Silva

La duda sobre la relación entre ambos fue el denominador común de la política cordobesa en la última década. Desde el desembarco nacional de Mauricio Macri en 2013 con una escala mediterránea que tuvo dentro de ese armado –paradójicamente- a quien hoy es el viceintendente electo completando una fórmula peronista: Javier Pretto; hasta la prescindencia del PJ cordobesista en el balotaje 2015; la polémica boleta corta del 2019 y (volviendo al arranque de esta oración) el armado provincial y municipal 2023.

En distintas instancias de esta década, el vínculo entre el gobernador Juan Schiaretti y el expresidente Macri fue uno de los principales enigmas para el microclima mediterráneo. Cuando hablaban, cuando no lo hacían; los elogios y las críticas; los reclamos y los celos expuestos hace unos meses por el acercamiento del cordobés a Rodríguez Larreta y la respuesta casi tóxica de Macri alabando Luis Juez. Todo. Las charlas directas y en las que utilizaron intermediarios. Siempre, el hilo rojo entre uno y otro marcó el ritmo de la política cordobesa.

Durante el último tiempo, la decisión de Macri de poner en riesgo la dinastía PJ en El Panal, como la pretensión de Schiaretti de portar carnet de socios en el Club de Amigos que integran el PRO y la UCR, los alteró en el complejo escenario de tres tercios.

El gobernador hace meses, incluso antes del registro mediático que hizo de la teoría CFK en C5N, le confía a su mesa chica que esto se dividía en tres: extrema derecha, un espacio de centro y el kirchnerismo residual con Sergio Massa adentro. Y en el primer lote, en todo momento ubicó a Macri con Javier Milei; mucho más ahora, a pesar de los esfuerzos que hace el fundador del PRO por impostar su respaldo a Patricia Bullrich.

Sin embargo, el contexto se complejizó para los dos. De manera tal que, por más que uno haga hasta lo imposible por fortalecer la candidatura de la mujer halcón que entró en la trampa hasta cambiar el plumaje a paloma; y el otro siga creyendo en su propia postulación para salir por encima de la grieta, ambos quedaron en el laberinto.

Y en el fondo, lo único que comparten es la prescindencia. Motivo suficiente para inquietar/enfurecer a los propios y causar un impacto directo en la canasta libertaria. A sus modos, con sus argumentos, sus convicciones y hasta sus necesidades, hoy Macri y Schiaretti están unidos por lo que generan en sus espacios y por compartir un enemigo: el kirchnerismo. O Massa. O ambos. La única certeza entre los dos, el solitario objetivo en común es la imperiosa necesidad de dar fin al PJ K.

Cortar cualquier posibilidad de nueva fase, de mutación o metamorfosis que genere una hendija y deposite a Massa en un balotaje.

La versión epidérmica, para el schiarettismo, será tratar de salir de la grieta; capas más abajo, raspando un poquito, el objetivo es no bajar de un 18% en Córdoba que ponga en riesgo las dos bancas a Diputados. Mientras tanto, el peronismo cordobés, tanto en el interior como en la Capital, bien cerca del Panal y el Palacio 6 de Julio, se inquieta, se mira de reojo cuestiona la estrategia del consultor Guillermo Seita y a regañadientes acepta obedecer hasta octubre.  

Juntos por el Cambio, por su parte, quedó de cara a una elección en la que literalmente se juega hasta el nombre: porque arriesga la unidad y la narrativa del cambiar. Razón fundamental para que los aliados también le reclamen al líder definiciones más concretas; antes de que la orfandad los empuje a dar un portazo para muchos tentador. 

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