
Una supuesta escena callejera desemboca en una intención publicitaria, mientras que otras miradas de los diarios se dirigen a prejuicios morales, o bien aborrecen una tipología de la vida matrimonial.
Los tres conciertos que brindará Taylor Swift entre mañana y el sábado en Buenos Aires, constituyen un suceso que marcará un antes y un después, porque se trata de un nuevo concepto en espectáculos y porque ella se sitúa por estos días en lo más alto del panorama musical planetario.
Cultura 08 de noviembre de 2023J.C. Maraddón
Por su ubicación geográfica y por el lugar que ocupa en la economía internacional, hasta comienzos de los años ochenta la Argentina estaba fuera de los recorridos de las giras mundiales de las estrellas de la canción, que salvo raras excepciones jamás aterrizaban por estas latitudes. Tal vez haya sido la visita de Queen en 1981 la primera vez que una banda que transitaba una instancia culminante de su carrera, brindaba shows multitudinarios en Buenos Aires y ampliaba sus fechas hacia el interior del país, un acontecimiento que por lo novedoso signó lo que iba a ser de allí en más el negocio local de este tipo de espectáculos.
Beneficiados a veces por el tipo de cambio y perjudicados en otros casos por el mismo motivo, los productores se lanzaron a programar conciertos de figuras del exterior, que se veían facilitados cuando los tours incluían paradas previas en ciudades de Brasil, lo que abarataba costos y animaba a los artistas de moda a desplazarse hacia el sur del sur. El referente principal entre nosotros de los empresarios que encaraban esos emprendimientos era Daniel Grinbank, cuya trayectoria como promotor incluye varios hitos de ídolos globales que bajaron hasta nuestro territorio traídos por él.
Y si bien el debut argentino de los Rolling Stones en 1995 es sin duda su mayor logro en ese rubro, esa década del noventa representó un salto cualitativo y cuantitativo en la organización de grandes eventos, con una lista impresionante de nombres que arribaron hasta estas lejanías. Desde Madonna hasta Michael Jackson, pasando por Roxette, Prince, Nirvana y U2, en esos años el desfile de los consagrados no se detuvo, ni siquiera cuando la convertibilidad comenzó a estrangular el poder adquisitivo de la gente y se hizo patente una recesión que en 2001 iba a eclosionar de muy mal modo.
Ya en el nuevo siglo se afianzaron los festivales que anunciaban en sus grillas a músicos para todos los gustos y que permitían apreciar no sólo a los famosos, sino también a las jóvenes promesas y a los intérpretes del circuito independiente, cuya presentación en solitario por aquí hubiese sido imposible de financiar. A esta altura y pese a los vaivenes económicos que padecemos, Argentina ya es casi una plaza fija en el mapa de los centros de producción mundial de conciertos, en paralelo a Santiago de Chile, que también tuvo un crecimiento vital para los intereses de la industria regional del entretenimiento.
Bajo estas condiciones, hace meses se anunció que la gira “The Eras Tour” emprendida por Taylor Swift había anotado tres funciones en el estadio Más Monumental, donde la pop star actuará mañana, el viernes y el sábado, con un despliegue del cual ya hemos hablado recientemente, al estrenarse la película que lo documenta. Se trata de un suceso que marcará un antes y un después, porque está pensado como un nuevo concepto en espectáculos y porque quien viene se sitúa por estos días en lo más alto del panorama musical planetario, algo que la prensa especializada viene señalando con asombro.
Puesta a recuperar la potestad sobre sus primeros discos, cuyos derechos le fueron arrebatados por un contrato que firmó cuando era una adolescente, ella alteró las reglas de juego del mercado discográfico regrabando cada uno de esos títulos. Y hace pocos días apareció la “Taylor’s Version” de “1989”, su álbum de 2014 que en aquel entonces resultó consagratorio. Ahora, cuando ese mismo trabajo y los hits que recopilaba vuelven a ocupar lo más alto de los charts de ventas, en un fenómeno que no registra antecedentes, la cantante viene a deslumbrar a sus fans argentinos que llevaban años esperándola.
Una supuesta escena callejera desemboca en una intención publicitaria, mientras que otras miradas de los diarios se dirigen a prejuicios morales, o bien aborrecen una tipología de la vida matrimonial.
El lanzamiento de la cantante Anna Indiana, creada por la Inteligencia Artificial y cuyas iniciales no por casualidad son A.I., tiene en vilo al planeta musical, desde los intérpretes hasta las plataformas de streaming, pasando por los sellos discográficos y hasta los propios consumidores.
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