Soledad disfrazada de admiración

Próximo a cumplir 50 años, en una docuserie de Netflix el cantante Robbie Williams se aviene a compartir certezas y arrepentimientos sobre su carrera y, en especial, se enfoca en la dramática transición entre su consagración con la boy band Take That y su arranque como solista.

Cultura 16 de noviembre de 2023 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
ilustra robbie williams

J.C. Maraddón

No por repetida, la historia deja de multiplicarse en el mundo de la música. Chicos y chicas que desde su infancia se ilusionan con triunfar en la industria del entretenimiento y que cuando todavía están en su adolescencia son reclutados para dar inicio a una trayectoria profesional sin quizás estar preparados para ello. Y luego de atravesar sucesivos castings y de firmar contratos casi imposibles de cumplir, se lanzan a la aventura de llegar lo más alto posible, en una trepada que apenas un puñado de aspirantes conseguirá completar, en tanto la gran mayoría deberá resignarse a que eso no era lo suyo.
Pero aun entre los que logran su propósito, el asunto dista mucho de ser fácil de allí en adelante, porque deberán lidiar con las exigencias de un negocio impiadoso que casi no deja espacio para aquello que no tenga que ver con obligaciones y responsabilidades. Y que para anestesiar a los candidatos a ídolos ante el dolor de verse sumergidos en esa vorágine, les ofrece un acceso consensuado a un derrotero de lujos, excesos y aislamiento de la realidad, que caracteriza esa etapa en la que un artista se aproxima al cumplimiento de sus sueños y sacrifica todo por ellos.
En ese cóctel explosivo cumple un papel no menos trascendente el acoso de la prensa y los fans, que al principio parece simpático y hasta deseable, pero que al incrementarse adquiere formas pesadillescas, capaces de despertar reacciones que a veces devienen en arrestos de ira y descontrol. Nadie está preparado para semejante trance y quienes lo sobrellevan lo hacen como mejor les sale, aunque los métodos varíen según la propia personalidad de los involucrados. Quizás nunca lleguen a acostumbrarse del todo, pero esos primeros incordios derivados de la fama suelen ser traumáticos para quienes han debido soportarlos.
Los finales trágicos abundan en este tipo de fenómenos, de los cuales solo se hacen públicos los de aquellos que han cobrado cierta popularidad, en tanto nada se sabe de todos los que fueron quedando en el camino en los primeros escalones hacia la gloria. Y es lamentable comprobar cómo se reiteran los casos, cada vez que los medios o las redes dan a conocer las noticias sobre muertes de músicos en circunstancias no muy claras. Pese a la frecuencia de estos tristes acontecimientos, no se verifica la implementación de redes de prevención que contenga esa sangría y frenen las debacles.
Robbie Williams, el cantante inglés que desde finales de los años noventa se ha instalado como una estrella de la música pop internacional, ha decidido dar cuenta de su experiencia vital en una docuserie que se ha estrenado en noviembre en Netflix y que en cuatro episodios se propone satisfacer la curiosidad del público acerca de esta figura. Con el mismo Robbie Williams repasando imágenes de su pasado en la pantalla de una notebook, esta producción no se ahorra detalles oscuros de una trayectoria que es ni más ni menos una muestra de ese estrecho pasillo que separa el fracaso de la gloria.
Próximo a cumplir 50 años, el músico se aviene a compartir certezas y arrepentimientos sobre su carrera y, en especial, se enfoca en la dramática transición entre su consagración con la boy band Take That y su arranque como solista, etapa en la que no sólo no conseguía definir su estilo sonoro, sino que por su extrema juventud tampoco se encontraba en condiciones de resolver asuntos básicos de su existencia. En “Robbie Williams”, esta realización que incluso podría ser de interés para quienes no son sus fans, lo que se observa es la soledad a la que se condena a muchos, bajo la fachada de una adoración masiva.

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