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El martillo de Milei
La delicada situación económica está siendo advertida en voz alta por el futuro presidente, que parece no registrar el efecto que generan sus declaraciones
Nacional30 de noviembre de 2023Javier BoherPor Javier Boher
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Faltan 25 días para celebrar nochebuena y esa empieza a ser la preocupación de varias familias. Quién va con quién, qué se va a hacer para año nuevo, cómo se va a resolver el tema de los regalos o si se van a servir platos fríos o un buen asado. Los argentinos tenemos una voluntad habitualmente festiva, así que preferimos celebrar antes que amargarnos.
La palabra de la polémica ha pasado a ser "estanflación", ya que la pronunció el futuro presidente, haciendo lo que no hay que hacer en este país, llamar a las cosas por su nombre.
Lo realmente curioso fue la reacción de varios que se dicen economistas y gustan de enrostrar su título al vulgo. De golpe descubrieron que en enero podemos empezar con un proceso de alta inflación y recesión, algo que nada tiene que ver con el proceso que llevamos hace más o menos tres meses (siendo generosos, porque hace más o menos una década que no se mueve el PBI). Elijo ese plazo porque hace exactamente tres meses, en una nota sobre cómo la tecnología ayuda a cubrirnos frente a la inflación, ya nombraba al fenómeno.
Es imposible creer que en apenas unos días el 100% de lo que pase con la economía va a depender del nuevo presidente, cuando hay una inercia massista que va a seguir condicionando la evolución de los precios y la actividad. Pese a ello, sobran los intelectuales oficialistas que creen que todo lo malo va a llegar al país a partir de una fecha tan arbitraria como el 10 de diciembre.
En el país de las figuras retóricas y las paráfrasis edulcoradas, llamar a las cosas por su nombre es un pecado político mortal. Todos sabemos que la plata no alcanza y que la pavita de la navidad con suerte va a ser una mayonesa de ave con un par de patamuslos de oferta que le sobran a la pollería del barrio que vende milanesas a rolete. Pero ojo con hablar de que puede venir una hiperinflación, porque la vas a estar llamando con tu actitud.
El país está atado con alambre desde hace y es apenas por un milagro que las cosas no están peor. La otra opción es que efectivamente están peor, pero ya nos acostumbramos tanto a eso que preferimos quedarnos discutiendo con la forma en la que Cristina promulgó presidente a Milei, con quién se sacó fotos o se abrazó el economista o si Fabiola se va a dejar una bombacha colgada de la ducha de la Quinta de Olivos. Elegimos esas cosas para no pensar en tantas otras.
Según registran varios analistas con llegada a Milei, el futuro presidente tiene pánico de que se desate una hiper. Considera que todavía están dadas las condiciones para evitarla, pero la economía no es una ciencia exacta y tiene que lidiar con seres humanos que pocas veces son tan racionales como les gusta describirlos en los libros. Cualquier flujo de expectativas negativas puede derrumbar todo, aunque todavía cuenta con el favor de más de la mitad del electorado, lo que debería darle cierta fortaleza para aguantar.
El kirchnerismo, fiel a su estilo, sigue sembrando bombas que se deberán desactivar progresivamente, con paciencia y pericia, algo que todavía no sabemos si los nombres que van sonando para el gabinete lo van a poder hacer.
La obsesión del kirchnerismo por retomar dónde habían dejado en 2015 los llevó a dejar las cosas incluso peor que en aquella ocasión, lo que es mucho decir. Si bien el oficialismo en retirada está más débil (institucionalmente y en caudal electoral), el oficialismo entrante será el más débil de la historia, lo que siembra dudas sobre su verdadera fuerza.
No podemos saber si las declaraciones de Milei son sinceras e inocentes o si pretenden generar algún efecto antes del traspaso de mando. Su tono es más presidencial que el que manejaba en sus tiempos de panelista, pero la dureza de su diagnóstico no se ha movido ni un ápice. Todos sabemos que estamos mal, pero queremos creer que la cosa va a mejorar pronto: si no podemos comer asado al menos disfrutamos cuando sentimos el olor que llega desde alguna parrilla vecina.
Está época del año debe ser una época de preocupaciones más triviales, como coordinar horarios por los actos de fin de año en la escuela, organizar todas las juntadas con los amigos y compañeros de trabajo o empezar a delinear cómo va a ser la maratónica semana de fin de año en la que nos la pasamos sumando calorías innecesarias al cuerpo. No deberíamos estar pensando en la posibilidad de que se profundice la recesión, que se espiralice la inflación o que nos quedemos de golpe sin trabajo.
Hubo algo que dijo Mario Riorda en su charla por el aniversario de Alfil que ahora emerge con más fuerza: la parte de la ciudadanía que lo elegía como primera opción había decidido entregarle un martillo con el cual romper todo. Hay un tercio de la sociedad que está cansada y que está dispuesta a pagar un alto precio en malestar socioeconómico de corto plazo a cambio de una supuesta recuperación de mediano plazo y una estabilidad de largo plazo.
Las cosas no van a pasar porque el futuro presidente las nombre en voz alta, sino porque están dadas las condiciones efectivas para que ocurran. Ahora bien, nadie de acá está en condiciones de decir que esas expresiones no son un aviso de que el martillo está empezado a asomarse.
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