Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1910

En las calles de Córdoba, al cumplirse la primera década del siglo, sobresalían varias cosas. Para empezar: las calles mismas, su estado deplorable acusado por un diario local. Y asomaba, además, el descontento de los trabajadores y su conciencia.

Cultura 13 de diciembre de 2023 Víctor Ramés Víctor Ramés
Coches de plaza en la estación Alta Córdoba
Postal de fines del siglo XIX. Coches de plaza aparcados frente a la Estación de trenes de Alta Córdoba.

Por Víctor Ramés
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Resulta más que evidente que el diario La Patria no sentía veneración alguna por el Intendente en ejercicio, el médico y político Ramón Gil Barros, representante del Comité Electoral Municipal del Comercio que sucedía al largo reinado del PAN, y mantendría su poder electoral hasta 1918. Las prédicas cotidianas del periódico siempre dirigían algún chicotazo al funcionamiento de la municipalidad. En enero de 1910, La Patria podía ser insistente al referirse al estado de las calles de la ciudad, responsabilidad de la comuna. 
“Esas calles!...

Da vergüenza ser habitante de Córdoba. Cualquiera que entre de afuera, tendrá que compararnos necesariamente con los peores barrios de las ciudades turcas. Y a fe que tendría razón, porque en higiene, no andamos muy lejos que digamos, bajo el imperio de nuestra célebre corporación municipal.
Montones de tierra y de cascajos, zanjas que son una trampa y baches que conspiran contra los vehículos; basura, desperdicios y aguas servidas… nada falta, gracias a Dios y a la municipalidad, en Córdoba, para compararse ventajosamente con el barrio de los Judíos en Constantinopla. 
Y el que dude de nuestro aserto, no tiene más que asomar las narices a la calle, siquiera esté en la plaza San Martín. En suciedad no hay calle que se lleve la preferencia, salvo algunas adoquinadas de madera, que se barren a veces.
¡Bien por esos lodos, que se puede llamar con toda justicia, reaccionarios...!”.

No había pasado una semana de esa publicación, cuando La Patria volvió a la carga con el tema, repitiendo el mismo título y protestando al modelo retórico de las Catilinarias de Cicerón, sin dejar de insistir en comparaciones caprichosas con ciudades turcas:
“¡Hasta cuándo la municipalidad abusará de la paciencia de esta población! Cien veces por lo menos, desde que está en el gobierno la camarilla político-reaccionaria, hemos llamado la atención acerca del estado deplorable de las calles de esta ciudad, que hoy por hoy se asemejan muchísimo a las del barrio judío de Constantinopla.
No nos detendremos a señalar charcos y hundimientos y montones de basura, por no ser interminables. Ayer hicimos un recorrido casi completo, nada más que por las calles céntricas y pudimos constatar en todas, deficiencias que claman a gritos por una escoba, o un pisón que nivele un poco las salidas piedras. 
Las calles Santa Rosa y Lima, Tucumán, Alvear, 9 de julio, etc. etc., dan lástima y la peor idea de la administración comunal, que nos ha resultado al igual que la carabina de Ambrosio.
¡Por favor, señor intendente: dé un paseíto por la ciudad, y si no resulta molido por el traqueteo del coche, siga en sus economías!
¡Bonitas nos están resultando las economías del mostrador municipal!...”

En otro registro de la noticia periodística, vale la pena testear las señales que encuentra la prensa del descontento popular, en dos oficios emparentados: los carreros y los cocheros, dos ramas del transporte, de pasajeros uno, el otro de mercancías. Como se lee en la primera de las citas, recientemente había habido protestas de matarifes y carniceros, que habían organizado huelgas. Se palpaban nuevos tiempos. Publicaba La Patria del 3 de enero de 1910 lo siguiente: 
“Por el mercado Norte
Se siente una atmósfera pesada que asfixia. La protesta, en esa forma brusca y expontánea que brota del pueblo, toma las tonalidades de un apóstrofe, el más terrible, el que provoca la injusticia y el hambre!
Desde el 2 del mes corriente se cobra a los carros que entran a toque de campana al mercado, dos boletos: uno de entrada (¡) y otro por la venta (!!)...
Es esta una argucia digna de la actual administración y gusto de gastar papel y pagar empleados.
¿Qué objeto tiene el desdoble del boleto? ¿Quién va a entrar para no vender?...
Es que no se ha querido duplicar descaradamente el impuesto, pues a ellos mismos les repugnaba exagerarlo hasta ese grado!!...
Pero no contento con esto, la intendencia prohíbe de un golpe, la intromisión de carros tirados por bueyes, agravando el mal, pues de esta suerte, para recoger el impuesto exorbitante, se dan dos causas más al encarecimiento de los artículos de primera necesidad.
Así se ha visto que, del 2 en adelante, ha subido todo de un golpe en el mercado, sufriendo sus consecuencias, especialmente el pueblo, quien tiene que pagar estos pujos de avaro de la Intendencia.
Al paso que vamos, no está lejos el día que tengamos una nueva huelga, más perjudicial y larga que la reciente de matarifes y carniceros.
¡Bien, señor Intendente! Nos está dando Vd. una municipalidad modelo y el pueblo de Córdoba, si lo sufre hasta entonces, de aquí á dos años, tendrá el gusto de darle las gracias por los hambres, pestes y malos ratos que pasa! Pero quién sabe lo espere?...
Por lo pronto, sabemos que está el pueblo con otra huelga ad portas, provocada por los elementos que comercian con los artículos de suministro a la población.

En cuanto al gremio de los cocheros, que ya darían muestras de su organización en los años inmediatos, una noticia de La Patria dejaba ver cómo la práctica gremial iba madurando la mentalidad de los aurigas: 
“Los cocheros
No mencionamos esta vez al zarandeado gremio para censurar o dar cuenta de algún abuso; no. Se trata simplemente de que los señores aurigas han aplicado esta vez un golpe en el codo para hacerles aflojar la tacañería a ciertos propietarios de cocherías.
Anoche han celebrado una reunión con el fin de arbitrar la manera de mejorar sus condiciones, acordándose pasar una nota a los patrones exigiendo sesenta pesos de sueldo mensual y que les acuerde quincenalmente un día de descanso.
La nota se ha pasado solamente a los patrones que permanecen rezagados resistiéndose a conceder estas mejoras y no a los que las tienen acordadas.
Es de esperar que los señores propietarios accedan al pedido que les hace, tanto porque es justo cuanto porque ya lo tienen así resuelto algunos de sus colegas más liberales con sus servidores.”

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