Sin manos vacías

J.C. Maraddón

Sabido es que las entregas de premios en la industria del entretenimiento suele ser el resultado de una serie de acuerdos entre artistas, productores y demás sectores involucrados, cuya finalidad es posicionar a ciertos títulos y nombres en un lugar expectante que les posibilite una mayor recaudación. Por eso en lo que debiera ser una dificultosa competencia entre méritos artísticos, se entrometen cuestiones vinculadas a la taquilla, las ventas o la masividad de las propuestas en pugna, que dan lugar luego a infaltables polémicas acerca de injusticias que puedan haber cometido los jurados al distinguir o ignorar aspirantes a la premiación.

Estas discusiones, que se verifican tanto en Villa Carlos Paz como en Hollywood, representan una tradición que se reitera anualmente y que pocas veces logra ser zanjada sin enojos ni denuncias. Por eso, los organizadores de estos eventos suelen prestarse a manipulaciones acerca de la integración de las ternas o de los rubros, con la premisa de dejar conformes a casi todos, más allá de que tras esa meta hayan debido acogerse a criterios de dudosa legitimidad, peor aun tratándose de expresiones artísticas que se resisten a encajar dentro de parámetros preestablecidos, a los que se define por aproximación.

Ante la perspectiva de la ceremonia de los Oscars que se realizará el 10 de marzo y luego de que el pasado 23 de enero  se anunciaran los candidatos a la estatuilla, se encendió la controversia al conocerse que la película “Barbie”, aunque figura entre las nominadas a Mejor Filme, no aparece en los segmentos de Mejor Director (Greta Gerwig) ni Mejor Actriz (Margot Robbie). Este detalle ha desatado acusaciones contra la Academia, que van desde la misoginia hasta una supuesta inquina de sus miembros contra aquellas cintas que se imponen como las más rendidoras en el aspecto comercial.

Pero no es esta la primera velada de este tipo en lo que va del año. Y la sorpresa por el desaire a “Barbie” se alimenta también de los galardones obtenidos por esta realización en la previa, aunque haya sido a través de reconocimientos que parecen haber sido confeccionados especialmente para la producción de Mattel. Por ejemplo, en los Globos de Oro, ganó como Logro Cinematográfico y de Taquilla, un rótulo que excede los límites de lo razonable y que lleva a muchos a pensar que se optó por un premio a medida para ahorrarse posteriores tirones de oreja.

Pero quizás la muestra más acabada de esta explícita búsqueda de ecuanimidad se haya presentado tanto en los Golden Globes como en los Emmy a la hora de determinar cuáles han sido las triunfadoras entre aquellas series que se han destacado en las diferentes plataformas. Debido a que en esa franja se depositan hoy las mayores expectativas, no debería ser tan llamativo que se practiquen maniobras desopilantes para reducir el número de insatisfechos, aunque detrás de esas intenciones se termine tergiversando la catalogación de las tiras, al clasificarlas de un modo que podría no ser el que les corresponda.

Que “Succession” y “The Bear” son dos de los productos que han sabido conjugar de excelente manera calidad y gancho para el espectador, es algo que resulta inobjetable. Pero pactar que una se imponga como drama y la otra como comedia, es un juicio por demás arriesgado, porque en realidad las dos ofrecen un poco de cada cosa y en eso radica su enorme atractivo. Parece que el temor a recibir embestidas por parte de los fans de una o la otra, ha obligado a un procedimiento forzado cuya razón primordial es que ninguna de ellas se retire con las manos vacías.