La otra conquista del Oeste

En “Killers Of The Flower Moon”, un largometraje que figura entre los candidatos al Oscar, Martin Scorsese relata una historia en el contexto del choque de culturas que tuvo lugar en Oklahoma a principios del siglo veinte, cuando se descubrió petróleo en la reserva del pueblo Osage.

Cultura 20 de febrero de 2024 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
ilustra los asesinos de la luna

J.C. Maraddón


Es conocido que para forjar una identidad patriótica, muchos gobernantes han recurrido al argumento de enemigos externos e internos que supuestamente son los que representan la barrera a la que hay que doblegar para constituir una nación y, mucho más, una potencia mundial. Tras la campaña de emancipación contra el dominio español, la generación que impulsó la unidad nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata fijó como adversario a la barbarie, representada por los caudillos provinciales y los pueblos originarios que entonces habitaban extensas regiones del territorio argentino, aunque su política exterior pusiera nuestra economía al servicio del Imperio Británico.

Casi en simultáneo, los Estados Unidos entraban en campaña para extender sus fronteras interiores, abriendo paso a los colonos dedicados a la explotación agrícola y ganadera, para cimentar un desarrollo que, más allá de las guerras de la independencia, siempre había estado en consonancia con los intereses de Inglaterra. En esa expansión del este hacia el oeste, la resistencia estaba constituida por las diversas etnias indígenas, dueñas de la tierra y dispuestas a defender sus derechos ancestrales. Al igual que sucedió entre nosotros, de nada valió ese valeroso gesto: sabido es que el hombre blanco impuso a sangre y fuego su designio.

Durante mucho tiempo fuimos bombardeados por películas en las que la valentía y la obstinación de los vaqueros eran jaqueadas por la brutalidad de los salvajes, cuyas crueles técnicas de combate impedían la cruzada de los héroes que sólo pretendían llevar a esas tierras la ley y el orden. Salvo raras excepciones, esos filmes presentaban una lucha sin cuartel entre cowboys e “indios”, en la que estos últimos eran caracterizados como individuos bestiales que no entendían las razones del progreso y que se aferraban a sus primitivas tradiciones, a las que defendían a muerte.

Sobre todo a partir del proceso de concientización acerca de lo que significó la conquista europea de América, que se profundizó en 1992 a partir del quinto centenario del arribo de Cristóbal Colón a este continente, hubo un cambio de perspectiva rotundo sobre esos hechos y otros que sucedieron con posterioridad. Las civilizaciones que llevaban siglos de afincamiento en suelo americano se regían por una cosmovisión propia que difería en mucho de la de los invasores y que, en cierto sentido, contaba con elementos de enorme valía a los que no se tuvo piedad en arrasar, junto a miles de vidas inocentes.

Un caso puntual de ese choque de culturas tuvo lugar en Oklahoma a principios del siglo veinte, cuando se descubrió petróleo en la reserva del pueblo Osage y se les adjudicó a sus miembros la posesión de esos pozos que terminaron convirtiendo en millonarios a sus dueños. Por supuesto, los hombres que se autopercibían como “civilizados” no podían permitir que las gentes a las que calificaban de primitivas se alzasen con una fortuna, y la codicia desató una tragedia que ha sido rescatada del olvido por Martin Scorsese en “Killers Of The Flower Moon”, un largometraje que figura entre los candidatos al Oscar.

La descollante dupla protagónica de Robert De Niro y Leonardo DiCaprio comparte allí cartel con Lily Gladstone, quien asume con entereza el personaje de una mujer osage que carga sobre sí la desgracia discriminatoria en su doble condición de género y de raza. Con estos componentes tomados de la historia estadounidense, Scorsese arma un relato desgarrador que tiene algunas de las características propias de los filmes del oeste, pero que mira esa cruzada civilizatoria con los ojos de la actualidad, al invertir los roles de víctimas y victimarios, que durante décadas habían sido naturalizados por el cine.

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