Cuando lo macabro se impone por sí mismo

Financiado por capitales ingleses y polacos, el filme “Zona de interés” ganó el Oscar correspondiente a la Mejor Película Internacional, una distinción meritoria por sí misma, aunque también se llevó la estatuilla al Mejor Sonido, elemento fundamental en la cinta.

Cultura12 de marzo de 2024J.C. MaraddónJ.C. Maraddón
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J.C. Maraddón


Las posibilidades que le brindan al cine las nuevas tecnologías han logrado prodigios en cuanto a dotar a las producciones de un realismo antes imposible a la hora de reproducir catástrofes, batallas y secuencias épicas, que en otros tiempos insumían un presupuesto muy difícil de recuperar después en la taquilla. Digitalización mediante, hoy los filmes nos llevan a vivir experiencias de una crudeza absoluta, aunque paradójicamente esta exagerada pretensión de autenticidad es mérito de trucos de computadora, cuya intromisión en la cinematografía se ha hecho cada vez más profusa cuando se trata, por ejemplo, de largometrajes que involucran a superhéroes.

Gracias a estos recursos, se han podido recrear acontecimientos históricos que en el siglo veinte demandaban escenografías descomunales y que ahora son completadas a través de un software manejado por un equipo de personas con enorme capacitación en el tema. Es por eso que se vuelven a escenificar dramas que transcurren en la antigüedad y sobre los que ya se había filmado bastante, pero que esta vez ofrecen una mirada que se permite ser mucho más puntillosa y creíble, en función de esas nuevas herramientas sin las cuales nada de eso hubiese podido ser llevado a la pantalla con semejante fidelidad testimonial.

Títulos como “Napoleón” o “La sociedad de la nieve” retoman biografías y sucesos a los que el cine ya abordó en el pasado, pero que en este caso más reciente exponen un regodeo en la reconstrucción de las historias, paso a paso tal como se supone que ocurrieron. Tanto Ridley Scott revisitando con minuciosidad la gesta napoleónica, como Juan Antonio Bayona llevando al espectador a experimentar un accidente de aviación en tiempo real, son claros ejemplos de esa obsesión que parecen tener algunos cineastas por usar todo lo que esté a su alcance para que su obra sea la más fidedigna.

Pero así como unos sesenta años atrás, a la par del fenómeno de las grandes producciones hollywoodenses surgieron realizadores que se proponían rendir culto a la simplicidad, también en estos días encontramos filmes que no necesitan de apelar a innovaciones tecnológicas para entretener y conmover al público. De ese contraste entre unos y otros, se nutre el panorama de la cinematografía actual, algo que quedó patentizado el domingo en la ceremonia de los Oscars, donde estas dos tendencias compitieron de igual a igual, aunque haya habido rubros en los cuales una contaba con amplia supremacía sobre la otra.

Financiada por capitales ingleses y polacos, “Zona de interés” figuró entre la decena de cintas que aspiraban a la estatuilla correspondiente a la Mejor Película, pero ganó en las categorías de Mejor Película Internacional y Mejor Sonido. Si de antemano sabemos que esta producción retoma la temática de los campos de concentración durante el nazismo y, más específicamente, pone el foco en Rudolf Höss como oficial a cargo de Auschwitz, podríamos suponer que el director Jonathan Glazer se ha esmerado en recurrir a todos los artificios posibles para hacer aún más patente el calvario de la gente que sufrió las peores atrocidades en ese predio.

Sin embargo, en vez de eso, Glazer se circunscribe a exponernos la vida cotidiana de la familia de Höss, cuya residencia fastuosa está ubicada pared de por medio con ese complejo carcelario donde se lleva a cabo el exterminio de miles de personas. Con solo mostrarnos con prolijidad la rutina diaria del militar y los suyos, en contraste con los gritos, los disparos, el humo y el hedor que provienen de la vecindad, “Zona de interés” consigue provocar un efecto potente, en el que lo macabro se impone sin precisar más nada.

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