Caras y caretas cordobesas

El 14 de enero de 1911, la revista porteña dedicaba una página al llamado “Museo Politécnico” de Córdoba, que acompañaba con fotografías de algunas de las piezas allí contenidas y de su creador y director, el presbítero Jerónimo D. Lavagna, cuyas palabras citaba el texto.

03 de abril de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
Museo-Padre-Lavagna
El padre Jerónimo Lavagna y dos viñetas del museo en "Caras y Caretas", 1911.

Por Víctor Ramés

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El Museo Politécnico del padre Lavagna

El anuario de temas de Caras y Caretas reenviaba a la nota de 1911 con el título “Un museo de curiosidades”. La importancia de la página residía en registrar un punto exacto de giro en la historia de la institución cordobesa: los últimos momentos de una etapa que se remontaba a su fundación en 1887, por una parte; y asimismo, el plazo final de la vida de su propio creador, ya que Lavagna fallecería unos meses después, a los 77 años. En la nota el propio cura manifestaba tener “los días contados”.

Aquel “museo de curiosidades” que refería el semanario, era ilustrado por la diversidad de los objetos que el corresponsal fotografiaba durante su visita. Los epígrafes dan cuenta del rejunte que exhibía la colección:
• ”El padre Lavagna mostrando á un visitante un cañón tomado por los argentinos á los portugueses en la primera batalla de la colonia Sacramento.”
• ”La primera máquina de coser que llegó á la República Argentina, y que el padre Lavagna compró en remate por 2 pesos.”
• ”Un plano que se cree perteneció á Manuelita Rosas, y que, á pesar de sus años, hace todavía un poco de. . . ruido.”
• ”Gliptodon, recogido por el padre Lavagna en la Villa del Rosario, mientras buscaba una mina de oro, que dice haber encontrado, pero que no explota por falta de dinero.”
• ”Peineta del año 1835, donada por don Francisco Bravo.”
La publicación porteña pretendía transmitir una nota de color en base a la rareza de la colección en la que esos objetos convivían. 

Tal condición definía al “Museo Politécnico”, cuya importancia en las posteriores fundaciones museísticas cordobesas es indiscutible. Del desorden de sus piezas y de su sentido, brotarían importantes museos cordobeses ya que, ante la necesidad de separar sus colecciones, el viejo museo de Lavagna daría paso en los años venideros al Museo de Historia Colonial y Artística y por otra parte, al de Ciencias Naturales. 

Esa historia posterior tiene su base, pues, en lo ocurrido a partir de 1911. Nos acerca al estado de cosas, aquel año en que el corresponsal de Caras y Caretas visitaba el museo y conversaba con el padre Lavagna, la nota publicada por el semanario el 14 de enero:

“El padre Lavagna, es un viejo sacerdote italiano, con 30 años de residencia en la Argentina. Llevado de su afición geológica, se fué á Córdoba buscando en las sierras piedras extrañas. Enamorado también de la arqueología, se dedicó a recoger y guardar todo cuanto objeto le evocara recuerdos del pasado. Con un cargamento de espadas viejas, de cañones antiguos, de cuadros y de esqueletos, llegó un día á la ciudad de Córdoba, y allí, en una modesta habitación de barro, fundó lo que hoy se llama "Museo Politécnico". En 1887, el entonces Ministro doctor Ramón J. Cárcano, decretó oficialmente la apertura del citado museo. La paciencia del padre Lavagna logró reunir objetos de gran mérito histórico con otros que sólo tienen mérito de cambalache. Junto al sillón del general Paz—cuya fotografía publicamos no ha mucho—guarda el Padre Lavagna una colección de piedras y de huesos de vaca. Frente a un esqueleto de ratón, hemos visto la primera máquina de coser que se introdujo á la Argentina y un piano que perteneció, según se cree, á Manuelita Rosas.
De cualquier manera, el Museo Politécnico de Córdoba es muy importante. Sin embargo, el gobierno cordobés no le presta la atención que merece. La casa en que está es muy pequeña. Las instalaciones son demasiado pobres y deficientes. Hay joyas valiosas como cañones célebres y cuadros importantes, que se están perdiendo á la intemperie por falta de un techo. ‘Hace tiempo —nos dijo el padre Lavagna —el gobierno decretó 60 mil pesos para construir un local, en el Chalet Crisol, é instalar allí, cómodamente, mi museo. Pero, hasta ahora no sé adonde se habrán ido los pesos’…".
El mismo obispado de Córdoba, ni siquiera se ocupa de ayudar al padre Lavagna. El padre cura está muy enfermo, muy grave. Según él tiene ‘los días contados’…
Ha sacrificado 30 años de su vida para crear este museo. Y ahora, cuando esperaba después de tan ardua labor ver su obra bien protegida, se encuentra solo, y en la miseria, sin que en Córdoba se acuerden para nada de él.” 

Si nos hemos asomado someramente al futuro del Museo Politécnico, también sirve como complemento periodístico visitar su pasado reciente (en relación a 1911). Lo hacemos mediante una cita sobre la labor del padre Lavagna reflejada en el diario cordobés La Patria de 1894. Allí el sacerdote aparecía vinculado a su interés geológico:

“Verdaderamente este suelo atesora riquezas que no tardarán en ser utilizadas en las industrias que se desarrollan tan ampliamente en nuestra patria al amparo de leyes liberales y proteccionistas. La provincia de Córdoba es tal vez una de las llamadas a figurar en primera línea por sus producciones naturales. A las infinitas que son ya conocidas, hay que agregar una nueva producción debida al inteligente cuanto infatigable director de nuestro Museo Provincial, el presbítero Lavagna, quien ha descubierto una tierra llamada plastina, que se utiliza por los escultores para hacer bocetos, modelos y cualquier otro objeto que se quiera reproducir. La muestra de esta  tierra, entre otros varios productos, ha sido enviada por su descubridor a la capital, y del efecto que ella ha producido entre las personas entendidas en la materia, da cuenta el siguiente párrafo de una carta dirigida por el señor Benigno Acosta al presbítero Lavagna: «En mi poder su apreciable del 17 de pasado y el cajoncito conteniendo las muestras de tierras y minerales que hoy figuran en una de las más lujosas vidrieras de la calle Florida, siendo la admiración de todos, por ser desconocidos estos productos de nuestro suelo, llamados en un día no lejano a ser otras tantas fuentes de riqueza y de grande ayuda para las industrias.
Uno, entre los escultores que han probado la tierra plástica, quiere hacer el ensayo de un busto al natural y me pide le haga venir de 100 a 200 kilos…».”



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