La pobreza ya alcanza a la mitad de la población. En 20 años la asistencia del Estado se multiplicó por cuatro pero los efectos empezaron a diluirse.
¿Por qué algunos no hacen paro?
Hoy es el día que eligió la CGT para demostrar que el movimiento obrero no existe; solo es un circo de privilegiados
Nacional 09 de mayo de 2024 Javier BoherPor Javier Boher
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Vengo de un hogar bastante progresista. Lógicamente esto no es un absoluto, sino un punto en una escala algo difusa sobre las libertades sociales, económicas y políticas dentro de la vida democrática. Mi generación estuvo marcada por el desempleo y la pobreza de los '90, que se achacaban con fuerza al neoliberalismo. En ese momento uno no entendía mucho, pero trataba.
La crisis de 2001 y el reacomodamiento posterior hicieron el resto. La omnipresencia de Luis Zamora en los programas políticos lo hacía parecer un tipo sensato y humilde, todo lo opuesto al menemismo que se quería dejar atrás. El espectro se había corrido hacia la izquierda y era muy difícil no caer en él.
En la búsqueda de una izquierda que no fuese lo que proponía el kirchnerismo me topé con el anarquismo, que me sigue pareciendo la mayor obra política intelectual de la humanidad, una utopía que la realidad se encarga de dejar en ese plano. En esas lecturas me topé con muchas reflexiones sobre el trabajo y el sindicalismo, la herramienta que encontraron los anarquistas del primer tercio del siglo XX para obtener concesiones de parte de sus empleadores. Eran tiempos de economía industrial y fronteras nacionales bastante cerradas. Un siglo después la realidad es otra completamente distinta.
Aquel mundo ya no existe, pero tratamos de interpretarlo y modificarlo siguiendo los mismos patrones, recurriendo a las mismas figuras. El paro de hoy es una muestra de ello, porque lo que se observa es una estructura gremial que representa a cada vez menos trabajadores: paran los que mejor cobran, mientras los millones de monotributistas que tiran de la carreta van a trabajar como pueden para no perder el día.
La semana pasada salió el tema de que el sindicato de prensa no consigue arreglar un aumento salarial desde octubre del año pasado. Es lógico. El gremio representa cada vez a menos gente, con precarizados en todos los medios del país, de los grandes a los chicos. La caída de la pauta le puso un precio real al trabajo que hacemos, y resulta que es bastante bajo.
¿Paran por nosotros los camioneros? No, no paran. ¿Paran por nosotros los pilotos de Aerolíneas? No, tampoco. ¿Y los municipales? Jamás. La solidaridad obrera de aquellos libros rojinegros quedó en esos años de principios del siglo pasado en los que todos estaban en la informalidad. Hoy los que paran lo hacen para cuidar privilegios que están lejos de muchos trabajadores. De hecho, por eso no paran por nosotros ni siquiera los otros periodistas que están en blanco. La flexibilidad laboral es así: la resisten con más fuerza los que están cómodos con su situación de bajos salarios en blanco que los que a duras penas asomamos la cabeza facturando cada nota.
Por suerte, una de las fuerzas centrales del anarquismo es el individualismo, la conciencia de que cada persona es responsable de ella misma y no tiene responsabilidad ni obligaciones respecto a nadie que no quiera. Tal vez ahí fue que pegué el salto a una postura más liberal. Recurriendo a un profundo pensamiento esbozado por una gran teórica del esfuerzo y superación individual como Mirtha Legrand, "si no te querés vos, no te quiere nadie".
¿Por qué algunos no hacemos paro? Porque nadie hace paro por nosotros. ¿Solidaridad obrera? ¡Já! Solo en los libros de historia.
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