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La monotonía de acatar y consumir

La irrupción de Threads como una nueva red social que desde los primeros días de julio concita la curiosidad de los usuarios, se enmarca en ese contexto cultural del siglo veintiuno en el que parece casi imposible que algo distinto aflore desde un circuito que no sea el ya consolidado.

Cultura 10 de julio de 2023 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
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J.C. Maraddón


En la lógica de la cultura de masas del siglo veinte, solía verificarse la imposición de tendencias dominantes, avaladas por el mercado, a las que se les oponían intentos alternativos como expresiones de una disconformidad muchas veces espontánea que no apuntaba directamente a un beneficio económico sino más bien a enarbolar una disidencia. La mayoría de estos brotes divergentes culminaban exhaustos con el correr del tiempo y se disolvían de modo espontáneo luego de haber servido durante cierto período de escape para una minoría que no comulgaba con aquello que se había impuesto en las preferencias de forma masiva y duradera.

Sin embargo, no pocas veces esas manifestaciones no alineadas cobraban una fuerza considerable y obligaban a que las corrientes hegemónicas decidieran incorporarlas en su seno, para resguardar su propio reinado. Así, al cooptar esas variantes que se le interponían, se enriquecían con novedades que fidelizaban a sus seguidores y podían llegar a seducir a un público que se mostraba remiso a caer bajo el influjo de ese envión mayoritario. Al menos durante unos cincuenta años rigieron estos vaivenes que se repetían con regularidad y que respondían a una estrategia industrial, destinada a reducir los riesgos en las inversiones de negocios.

El rock es un ejemplo muy concreto de estos procesos, gracias a los cuales ha sobrevivido durante las décadas que van desde sus inicios como una moda contagiosa hasta su consagración como eje de un sistema que provee de diversión y entretenimiento a millones de personas en todo el planeta. Mediante la asimilación de lo que le aparecía como potencial competencia, la factoría rockera sentó las bases de un monopolio que a partir de los años ochenta se convirtió en exactamente lo opuesto a esa vocación contracultural que había canalizado el movimiento durante la febril etapa de finales de los sesenta.

La revolución virtual que se acentuó hacia comienzos de los dos mil, minó esas estructuras que tan bien venían funcionando y, una vez que el humo del estallido se disipó, sólo quedaron en pie algunos pocos jugadores que se hicieron cargo de regentear aquello que antes cobijaba a un sinnúmero de firmas empresariales. Solos en la cima, esos nuevos conglomerados se vieron en la obligación de engendrar sus contendientes dentro de su propio ámbito, para no apoltronarse en la cima y de esa manera facilitar el surgimiento de un contrapoder que pudiese poner en peligro su preponderancia.

La irrupción de Threads como una nueva red social que desde los primeros días de julio concita la curiosidad de los usuarios, se enmarca en ese contexto en el que es casi imposible que algo distinto aflore desde un circuito que no sea el ya consolidado. El desembarco de Elon Musk al frente de Twitter implicó la fijación de un cambio de reglas que molestó a muchos de los que llevaban años sosteniendo allí un perfil activo, lo que dejó abierta la puerta para que a alguien se le ocurriese la idea de atender esa demanda insatisfecha a través de otra plataforma.

Pero a esta altura no parece haber chances de que esa prestación pueda provenir de un emprendimiento nacido en los márgenes, como acontecía en otras épocas. Para enfrentar a un coloso hay que tener una espalda como la de Mark Zuckerberg, el responsable de Facebook, que amplió su imperio a través de Meta, sumando a WhatsApp e Instagram, y que ahora mediante Threads sale a disputar ese nicho al que Twitter no estaría manteniendo cautivo. Disputas legales aparte, lo cierto es que la realidad actual nos muestra siempre a los mismos nombres detrás de los diferentes proyectos, dando forma a un panorama monocorde en el que sólo nos cabe acatar y consumir.

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