Fantasmas de un pretérito perfecto

A treinta años de la publicación del disco “La hija de la lágrima”, puede evaluarse aquella obra como el final de una era y el comienzo de otra en la que Charly García debió luchar contra sus propios demonios para mantener a flote ese talento que lo ha llevado a componer e interpretar piezas geniales.

Cultura 22 de julio de 2024 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
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J.C. Maraddón

Entre la segunda mitad de la década del ochenta y los primeros noventa la carrera de Charly García alcanzó un ritmo de producción discográfica muy vertiginoso, que se tradujo en lanzamientos periódicos como solista, en colaboración y en el formato de banda de sonido. Y aunque muchos de sus clásicos provengan de otras épocas, podría decirse que ese fue uno de sus periodos creativos más intensos, durante el cual sorprendió a sus seguidores con proyectos que se iban superponiendo unos a otros y que lo mostraban siempre como un artista en constante renovación, cuya apuesta hacia el futuro resultaba difícil de prever.

Podemos situar el inicio de esa etapa en marzo de 1986, cuando se dio a conocer el EP “Tango” en dupla con Pedro Aznar, una sociedad que se remonta a los días de Serú Girán y que desde entonces cada tanto ha sido reflotada. Después de esa experiencia, en 1987 García publicó “Parte de la religión”, donde lo acompañaba una formación de jóvenes músicos a la que se denominó Las Ligas. Además, el disco contó con invitados de renombre, como los brasileños Os Paralamas y Paula Toller, de Kid Abelha. Entre los temas incluidos aparecía “Rezo por vos”, del que Luis Alberto Spinetta es coautor.

En 1988, Charly compuso la música de la película “Lo que vendrá”, de Gustavo Mosquera, en la que además desempeñaba un rol actoral no tan menor en el papel de un enfermero. Ya en 1987 había figurado en los créditos de la versión que Mercedes Sosa grabó de “Unicornio”, de Silvio Rodríguez, en tanto que en un año después se unió a la cantante tucumana y Milton Nascimento para cantar su tema “Inconsciente colectivo”. En 1989 lanzó “Cómo conseguir chicas”, donde entre otros hits se destacaba “Fanky”, que fue utilizado como cortina identificatoria del programa de TV de Antonio Gasalla.

En 1990 arrancó el decenio con “Filosofía barata y zapatos de goma”, del que también se extrajeron canciones inolvidables. En 1991, retomó la faena junto a Pedro Aznar, que se plasmó en “Tango 4”, donde entre otras voces se oye la de Sandro. Al mismo tiempo, en “Radio Pinti” respaldó al reconocido humorista, mientras que un año después fue partícipe del retorno fugaz de Serú Girán, con su accidentada intervención en el álbum “Serú ‘92” y en la gira del grupo, que luego culminó con la edición de un disco en vivo.

A esta altura de su biografía, los excesos le empezaban a pasar factura y ya no pudo sostener el ritmo que le venía imprimiendo a su evolución artística. Tras elaborar la banda sonora para “Funes, un gran amor”, de Raúl de la Torre, en 1994 anunció que estaba trabajando en una ópera rock, la que finalmente apareció en julio de ese año bajo el título de “La hija de la lágrima”. Pocos meses después, debió ser ingresado en una clínica psiquiátrica y arrancaron así los vaivenes de su salud, que necesariamente afectaron su labor musical y que se hicieron evidentes en episodios polémicos de los que fue protagonista desde entonces.

A treinta años de la publicación de “La hija de la lágrima”, puede evaluarse aquella pieza como el final de una era y el comienzo de otra en la que García debió luchar contra sus propios demonios para mantener a flote su talento, por encima de la nostalgia que retrotraía sus logros a una edad pretérita. Quienes se acercaron a su obra recién a lo largo de estas tres décadas, dan fe de que aún sigue conmoviendo con sus creaciones, más allá de que no volvió a transitar un ciclo de tanta fertilidad rockera.

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