La controversia del final
“Cónclave”, la realización fílmica de Edward Berger que se está proyectando en salas locales, ha recolectado ocho nominaciones para los premios que entregará la Academia de Hollywood el próximo 2 de marzo, bajo el formato de un thriller enmarcado en la elección del sucesor papal.
J.C. Maraddón
Sin entrar en consideración sobre las particularidades del credo, que pertenecen al ámbito privado de los fieles, la iglesia como institución cuenta con miles de años de historias que involucran confabulaciones palaciegas, protección sin miramientos a “ovejas descarriadas” y una lucha fraticida entre quienes impulsan la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos y quienes se aferran a la tradición. Algunas de estas aristas polémicas han sido puestas de relieve en la pantalla cinematográfica e incluso han llevado a esos filmes a ganar el Oscar como Mejor Película, tal cual ocurrió en 2016 con “Spotlight”, un largometraje sobre una investigación periodística acerca de casos de abuso perpetrados por sacerdotes de Boston.
Y es que en sus devaneos por sostener un culto milenario entre las vicisitudes de la modernidad, la jerarquía eclesiástica se convierte en objeto de inspiración para aquellos guionistas que andan en busca de un ámbito específico en el cual desarrollar sus argumentos. Ese coto cerrado donde quienes detentan el poder en nombre de dios son investidos de la autoridad para alentar a los bondadosos y castigar a los réprobos, da lugar a las intrigas más escabrosas, porque por encima de su aura divina se trata más que nada de seres humanos con defectos y virtudes como cualquiera.
Los cambios de paradigma que se han acentuado en el presente siglo fuerzan a esos altos organismos católicos a sentar posición sobre asuntos que antes jamás se hubieran ventilado y que hoy salen a luz por el simple hecho de que la sociedad ha empezado a hacer foco en ellos. La ausencia de mujeres en los puestos donde se toman las decisiones es uno de los reclamos que suelen escucharse, incluso puertas adentro, al igual que la urgencia de fijar una postura más flexible sobre temas urticantes para la doctrina, como lo son las cuestiones de género.
Son estos dos puntos problemáticos los que condimentan “Cónclave”, la realización fílmica de Edward Berger que se está proyectando en salas locales y que ha recolectado ocho nominaciones para los premios que entregará la Academia de Hollywood el próximo 2 de marzo. Con Ralph Fiennes como el padre Thomas Lawrence, decano responsable de la elección del sucesor papal por parte del colegio cardenalicio, esta cinta de quien fuera director de la última versión de “Sin novedad en el frente” se basa en una novela de Robert Harris publicada en 2016, no mucho después de que iniciara su pontificado Jorge Bergoglio.
Sobrados méritos presenta la puesta en escena de esta obra, que se regodea con planos que van desde los frescos de Miguel Angel hasta una especie de coreografía de paraguas que son desplegados al unísono por el centenar de obispos que arriba al Vaticano con tan sagrada misión. Ni qué hablar del elenco, que además del protagónico de Fiennes se nutre de figuras como Isabella Rossellini, Stanley Tucci, John Lithgow y Sergio Castellitto, cada uno de los cuales tiene su propio momento para lucirse, al igual que el mexicano Carlos Diehz, un arquitecto que hace aquí su debut actoral en la gran pantalla.
Tan lenta en su desarrollo como la propia iglesia en el proceso de toma de decisiones, “Cónclave” desenvuelve su trama con las técnicas típicas del thriller, sólo que aquí no se trata de descubrir quién es el autor del crimen, sino quién será investido como santo padre. Las características del que por fin resulta honrado en la ficción con ese rango, han desatado una polémica al borde del escándalo dentro de la grey cristiana, pero sin entrar en ese debate, también han causado revuelo en la esfera de los críticos de cine, entre los que ese epílogo está lejos de despertar la aprobación unánime.
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