Caras y caretas cordobesas
Cinco presos cordobeses eran transportados engrillados y en lancha a su destino inhóspito en el Penal de Ushuaia, en el límite austral del país. El mismo semanario porteño revelaba a través de los años aspectos de la historia de esa cárcel glacial.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
La lancha que conducía al fin del mundo, 1909 (Primera parte)
Una nota de 1909, en Caras y Caretas, ponía su foco en el traslado de cinco presos de Córdoba al sur, al lejano, helado y aislado penal de Ushuaia. La propia revista cuenta -si se tiene la paciencia de buscar- a través de los años la historia de ese establecimiento carcelario donde la mentalidad política pensó resolver varios problemas a la vez. Julio A. Roca quiso la construcción de un Presidio y Cárcel de Reincidentes en la ciudad más austral del mundo, a fin de sostener la soberanía argentina en aquel extremo punto; también para resolver el aislamiento de los delincuentes comunes que volvían al oficio y a la cárcel a cada rato, y aquellos considerados de alta peligrosidad, asesinos sin aparente redención. En las notas sobre el penal también resulta reincidente la mención al “Petizo orejudo”, caso límite de un joven que dejó una vara muy alta en el imaginario del crimen: estrangulaba a niños por el placer de verlos morir. Era un récord y de allí para abajo los casos de presidiarios en la “cárcel del fin del mundo”, eran variados, ya que por lo general no se mata para participar en un torneo, como los tiradores más rápidos del oeste que grababan el número de sus víctimas en las cachas del revólver. No, no había un crimen serial, solo desgraciados y trágicos casos de muertes muy por debajo del placer gourmet del Petizo Orejudo. Y para cerrar los problemas a resolver de un solo tiro -con perdón de la analogía- la fundación del establecimiento carcelario debía convertirse en un factor de progreso de la ciudad, gracias a la mano de obra barata de los penados, que hasta fueron empleados en la construcción de su propia cárcel. Y después de eso, seguirían sus tareas consagradas a la obra pública y al progreso de la ciudad, cosa que en alguna medida ocurrió.
Aquel punto del mapa y la región circundante llevaban una larga historia asociada a hitos penales. Los delincuentes reincidentes y peligrosos, al parecer, merecían un gesto de peso simbólico, territorial: ser desterrados al sur congelado del mundo, lejos del trato con la sociedad. Un artículo de Caras y Caretas de octubre de 1902 rememoraba con mirada romántica los primeros hitos carcelarios de ese lugar del planeta. Mencionaba “los modestos orígenes de esta «cárcel al aire libre», que podría decirse, fundada por el gobernador don Pedro Godoy en 1815 con 40 presos que voluntariamente trocaron su lujosa morada de la Penitenciarla por la humilde casa de madera del presidio fueguino. Un año después el depósito de presos 24 de Noviembre cedía en la misma forma un contingente de 10 mujeres, de las que se casaron siete, regenerándose de su turbulento pasado, mientras 14 muchachos obligados allí a trabajar y a mejorarse, prometían lo que después han cumplido en conducta honrada al hallarse libres. Hasta 150 huéspedes llegó a tener esa cárcel sin que ocurriera un incidente, un caso cualquiera de indisciplina, debiéndose hacer honor a la habilidad de quien la fundara y de sus subalternos señores Muñoz y Cortés.”
En 1884, en la Isla de los Estados que se levanta desde las heladas aguas a 30 kilómetros del extremo oriental de la Isla Grande de Tierra del Fuego, con su Faro de San Juan de Salvamento, llamado el faro del fin del mundo, que dio señales de vida a las embarcaciones, orientándolas desde la distancia, funcionó entre 1884 y 1889 el primer Presidio Militar. Y en 1896 comenzó a funcionar como Colonia Penal la cárcel para presos civiles. Nos lo cuenta Wikipedia. Y sin abandonar la gélida región, se lo trasladó luego a Puerto Cook en 1900, para en 1902 volver a resituarlo al oeste de la ciudad de Ushuaia, en Bahía Golondrina, Isla Grande de Tierra del Fuego.
Al parecer, la Colonia Penal de 1896 no ofrecía posibilidades de proyección con miras a un aumento delincuencial asociado a la multiplicación de la población en ese período, con lo cual llegamos de vuelta a la decisión del presidente Roca, y al inicio de la construcción del Presidio y Cárcel de Reincidentes de Ushuaia, cuya piedra fundamental fue colocada el 15 de septiembre de 1902. La obra se hizo bajo la dirección del ingeniero industrial italiano Catello Muratgia, luego y por una década, jefe del establecimiento penal.
Esto comentaba el semanario Caras y Caretas, sobre el hecho, semanas después:
“UN NUEVO PRESIDIO EN TIERRA DEL FUEGO
A mediados del mes anterior tuvo lugar en Ushuaia la ceremonia de la colocación de la piedra fundamental del edificio que se destinará á cárcel de delincuentes, en cuyo acto fueron padrinos la Señora Generosa R. de López y don Manuel Fernández Valdés, secretario de la gobernación y actualmente a cargo del mando.
Reunión interesante a que asistieron casi todos los pobladores, para quienes la nueva casa, aún destinándosela a temibles clientes del código penal, representa un sólido progreso”.
Aquella obra diseñada por Muratgia presentaba un edificio del que se proyectaban en forma radial cinco pabellones. Para su construcción pusieron la fuerza de trabajo los propios reclusos quienes, como parte del trabajo, debían proveerse de materiales en la cordillera y en el monte Susana. La titánica tarea valía como “regeneración”.
En 1906, esa fuerza de trabajo, según Caras y Caretas, había producido algún progreso en Ushuaia: “Un palocarril, de iniciativa, construcción y propiedad del señor F., gracias al cual pueden extraerse las maderas de los bosques fueguinos con mayor facilidad y menor costo; línea telefónica, cuyos postes sirven también para los focos de luz eléctrica... Y estas no son obras de un particular —cosa rara— se deben al esfuerzo del director del presidio, el señor Muratgia, quien ha sabido aprovechar en esta forma altamente eficaz los presos de la cárcel.”
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Caras y caretas cordobesas
Presos tristemente célebres precedían en el penal de Ushuaia a los cinco cordobeses peligrosos o reincidentes que arribaron custodiados por guardiacárceles de esta provincia, a mediados de abril de 1909.
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