Cultura Por: Víctor Ramés20 de diciembre de 2023

Nuevos recortes de los días de papel

Córdoba, 1911: cuadros diversos de la vida diaria, referidos por la prensa, prosiguen revelando aspectos de la sociedad cordobesa y de sus clases sociales, a inicios de la segunda década del siglo XX.

Espalda y obscenidad, según la moral cordobesa. (Cuadro de Ch. W. Eckersberg, 1840)

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

La “opinión pública” podía estar formada por una o dos personas con alguna influencia, a través de los medios de prensa. Ya se compartieron referencias a lo “pornográfico” y a una pretensión de censura desactivada por un diario liberal en 1910; en la siguiente nota de 1911, esa temática reaparece vinculada a la supuesta inmoralidad de una obra pictórica. La Voz de Interior de julio de ese año comentaba rumores sobre una supuesta intervención policial para retirar obras de una pintora exhibidas en el escaparate de la tienda La Flor del día. El cronista de la Voz informaba lo averiguado, tras acercarse a dicho comercio para chequear las noticias circulantes.

“LOS CUADROS DE LA SEÑORITA ABAL

 Supuesta odisea de un desnudo

Llegó igualmente a nuestra redacción, en oportunidad, el rumor de ese desalojo de los desnudos del conjunto artístico expuesto por la señorita Abal y tan extraño encontramos el caso, que procuramos confirmarlo antes de la censura que nos habría merecido, de ser cierto. De La Flor del día se nos respondió que ni la policía ni autoridad alguna había tenido en el asunto intervención de ningún género y que todo se redujo a un cambio de ubicación de los cuadros. Lo único que se nos dejó entender, pero sin afirmárnoslo categóricamente, fue que para ese cambio medió una insinuación de damas.”

La opinión moralizadora de una o dos señoras cordobesas de la “sociedad bien” habrían solicitado el traslado de los cuadros a otro escaparate. Para el redactor, “hubiera sido simplemente una monstruosidad policial la que se anotaba”, y concluye con una aclaración reveladora: 

“Los desnudos en cuestión se reducen al estudio de alto valor artístico, de una espalda de mujer, que no ofrece absolutamente nada capaz de provocar actitudes semejantes en lo que al carácter de la obra se refiere, por mucho que se ponga exceso de susceptibilidad pudorosa para mirarla.”

En un orden diferente, relativo a trabajadores que adquirían conciencia de sus derechos, el mismo matutino de filiación radical hacía pública una carta firmada por miembros del gremio de los cocheros. Según comentarios sobre la situación de ese gremio en años inmediatos anteriores, dichos trabajadores daban muestras de una temprana organicidad:

“Los conductores de carruajes – Volviendo por sus fueros.

«Rogamos al señor Director la publicación de las siguientes líneas

En el diario Justicia aparece ayer tarde un suelto bajo el epígrafe de ‘Los Aurigas’, en que en forma ostensiblemente descomedida trata al gremio de conductores de carruajes.

Pero es el caso, que el gremio está hoy unido y dispuesto a no tolerar se nos llene de improperios porque sí y para bueno.

Sepa el sueltista de Justicia que nuestro gremio es bien numeroso y está constituido por personas muy honestas.

Cierto, señor Director, que se ven algunos menores o incapaces manejando carruajes, lo que por su inexperiencia o poca seriedad bien pueden cometer faltas en el servicio, pero el hecho aislado no puede constituir un pretexto para que cualquiera se desate en improperios contra un gremio digno de respeto, como lo es el de conductor de carruajes.

En ese caso, la culpa sería de los patrones que entregan sin ningún escrúpulo sus vehículos a menores de edad o incapaces.

¿Que se cometen abusos en la aplicación de las tarifas? Ello es una simpleza propia de quien no entiende ni jota del asunto.

Cada carruaje lleva en lugar bien visible su tarifa y el pasajero no debe dejarse explotar si algún cochero lo pretendiera, pues, de consentirlo, demostraría que es muy… inocente.

La autoridad, por otra parte, está para hacer cumplir la tarifa si hubiera algún cochero que se extralimitara en sus atribuciones.

Para terminar, señor Director, debemos dejar constancia que la sociedad de Conductores de Carruajes está hoy unida y compacta, y a la sombra de la justicia está dispuesta a hacer respetar sus derechos gremiales, aun a costa de sacrificios.

Saludan al Señor Director – Varios compañeros.»

Para cerrar el panorama de esta página con noticias diversas recogidas en La Voz del Interior del año 1911, van partes policiales selectos del mes de agosto -mejorados por la ironía del cronista-, que contribuyen a definir ciertos valores en la sociedad de la época.

 

“Redomones

En jurisdicción de la sección séptima se encontraban bebiendo los ciudadanos Pablo Morales y Rosauro Argüello y a causa de opinar diversamente sobre un asunto, se tomaron en agria discusión; Argüello peló una fariñera y Morales unas boleadoras, que echó a rebolear para los fines del caso.

Un diligente vigilante de facción en la esquina próxima intentó evitar una hemorragia, pero los desordenados la dieron contra el celoso guardián, quien casi queda voleado como avestruz matrero, sino es el cuerpo y la vista. 

 

Fame trasnochadora

La menor Ascensión Álvarez, que se domicilia en la sección quinta con su padre, aprovechando la hora que éste dormía a pierna suelta, siendo eso de la madrugada, hizo abandono de su casa, sin poder explicar satisfactoriamente más tarde las razones del viaje misterioso.

El afligido padre, considerando que los correctivos de él no sienten efecto moralizador en la muchacha, la ha puesto a disposición de la defensoría de menores.

 

Varios

•Abelardo Fernández, en estado a punto de caramelo, fue llevado a la segunda y en el trayecto intentó “dársela” al comedido agente. Este, hombre de buena vista, evitó la colisión.

•Manuel Domínguez y Crisanto Figueroa, se coaligaron contra el cochero Agustín Ontivero, para calotearle un viaje que éste no quiso hacer adivinando el plan.

Los presuntos pasajeros tenían deseos de “biabar” al auriga, pero un agente lo sacó ileso.

•Juan y Damián Prado, formando un línea de pelea contra Reidor López, Manuel Ceballos y José Vieyra, templados también en lucha, se encontraron y después de los insultos de ordenanza meneáronse pedradas limpias que semejante a proyectiles sin humo produjeron varios chichones. La policía interpuso la capitulación incondicional. 

 

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