Cultura Por: J.C. Maraddón15 de febrero de 2024

Un personaje clave

La importancia que Lionel Richie tenía a mediados de los ochenta en el panorama de la música internacional queda evidenciada en el documental “La gran noche del pop”, que fue estrenado hace pocos días por Netflix y que reconstruye cómo fue la grabación del tema “We Are The World”.

J.C. Maraddón


La música disco había sido el género dominante en las pistas de baile de todo el planeta durante la segunda mitad de los años setenta, como corolario de una avanzada de ritmos afroamericanos cultivados en la etapa precedente, que confluyeron en un movimiento por demás heterogéneo, donde convivían viejas figuras del soul con emergentes del funk e intérpretes noveles que pretendían reinar en los templos de la danza. Pero, ante el furor de esta moda, también se colaron allí músicos rockeros que coquetearon con ese sonido (como los Bee Gees y la Electric Light Orchestra) y productores europeos que le dieron una vuelta de tuerca al asunto.

Hacia comienzos de los años ochenta, la disco music empezaba a manifestar síntomas de agotamiento, pero desde sus numerosas vetas afloraban artistas que se turnaban para mantener encendido el fuego. Talentos como los de Prince o Michael Jackson sintieron que había llegado el momento de brillar en sus carreras solistas, en tanto una estrella de las discotecas como Donna Summer se resistía a quedar fuera de onda, al igual que su eterno productor, Giorgio Moroder, quien alimentaba factorías musicales desde Munich, en tanto algunos de sus colegas hacían lo propio en Italia y Francia.

Fue en esos años cuando algunos de los integrantes de grupos más encumbrados de la música disco se decidieron a emprender trayectos en solitario, en los que exploraban territorios más emparentados con el soul de sus orígenes, aunque no por ello menos atractivos para los bailarines. Uno de ellos, por ejemplo, fue Philip Bailey, quien se desempeñaba como vocalista de los deslumbrantes Earth, Wind & Fire, hasta que en 1983 se apartó de esa formación para lucir su clásico falsete por su propia cuenta, una iniciativa que tuvo su premio en 1984 con su single “Chinese Wall”, que fue un éxito rotundo.

En el mismo año, se encontraba en la cumbre de su trayectoria profesional Lionel Richie, quien había sido una de las voces principales del grupo Commodores, hasta que en 1981 abandonó esa agrupación y dio inicio a un periplo solista que llegó a su punto más alto apenas dos años después. El tema “All Night Long”, cortado como sencillo de su segundo disco, trepó con agilidad en las listas de ventas globales y cuatro décadas después se sostiene como un clásico de todos los tiempos, gracias a su estribillo imbatible y a una cadencia danzante que nunca parece fallar.

La importancia que Lionel Richie tenía en ese momento en el panorama de la música internacional queda evidenciada en el documental “La gran noche del pop”, que fue estrenado hace pocos días por Netflix y que se ambienta en los últimos días de 1984 y los primeros de 1985. Mediante imágenes de archivo, testimonios actuales y fragmentos de entrevistas antiguas a aquellos que ya han fallecido, la película de Bao Nguyen reconstruye los aprontes y las instancias de la grabación de “We Are The World”, la canción grabada por USA For Africa que reunió a decenas de figuras en solidaridad con Etiopía.

Que Richie haya sido señalado para componer esa pieza junto a Michael Jackson y que se haya comportado como anfitrión de todas esas estrellas reunidas de una sola vez en los estudios A&M de Los Angeles, es una muestra de la relevancia que había alcanzado con su obra. Junto a Harry Belafonte, que ofició de instigador, y a Quincy Jones, único productor capaz de manejar a una troupe como esa, Lionel Richie se las arregló para que todo saliera de acuerdo a lo programado, una función clave que este largometraje de una hora y media de duración no deja de destacar.

Te puede interesar

Un mojón contra el derrotismo

Al cumplirse hoy 40 años desde la inauguración del primer Festival Latinoamericano de Teatro, se agiganta su leyenda y cobra mayor dimensión la epopeya de Carlos Giménez, quien desde el exilio en Caracas imaginó a su Córdoba natal como vértice donde confluyeran artistas llegados desde diversas latitudes.

Con todo el peso de las palabras

La Feria del Libro transita sus tres días finales y este viernes despliega su propia tonalidad en los encuentros habilitados por la programación cultural que se mueve en torno a la oferta editorial.

Reír con música

El sábado pasado, el linaje arrabalero del humor cordobés brilló como nunca en “Pailos sinfónico”, un espectáculo que el humorista encabezó en el Teatro del Libertador, acompañado de la Orquesta Sinarmónica, nombre tras el cual se escudan los integrantes de la Camerata Córdoba.

Una tarde y los focos que la revelan

El fluir caudaloso de las actividades de la FLC2024 obliga al pescador a elegir en el cardumen algunas piezas que pasan guiñando sus estelas, para el muestrario y anuncio que supone una agenda.

El refugio de los sueños

La Feria del Libro tuvo su propia misa ricotera con la presentación del libro “Las mil y una noches de Patricio Rey”, volumen publicado en 2023 que reúne la memorabilia de esta formación platense a la que Rocambole estuvo ligado desde sus inicios como un miembro más de la troupe.

Caras y caretas cordobesas

El Hospital de Santa María de Punilla era visitado por un corresponsal de Caras y Caretas en 1919. En el marco de la lucha contra la tuberculosis, surgían asimismo otras ofertas de salud en función de los recursos de los enfermos y enfermas.