Un porcentaje de la fama
El empresario cazatalentos Simon Cowell, cerebro detrás de la conformación de One Direction, ha dicho en una entrevista que proyecta llevar a cabo una docuserie en la que registrará las audiciones de postulantes que se presenten para armar una futura boy band destinada al éxito.
J.C. Maraddón
Al igual que sucede con la de los managers, la profesión de los cazadores de talentos es un engranaje imprescindible para la industria discográfica, que acoge con entusiasmo el desempeño de estas personas que son las principales proveedoras de futuros astros musicales. Sin embargo, también en paralelo a los representantes, estos reclutadores suelen tener mala prensa en el ámbito artístico, por ciertos manejos oscuros que se les adjudican y que han sido puntualizados por no pocos ídolos a los que esta clase de personajes terminó perjudicando cuando apenas eran unos adolescentes con ansias de convertirse en figuras de la música pop.
Por supuesto, la cotización de estos profesionales se mide según los aciertos que hayan tenido en sus búsquedas: si alguna de las promesas por ellos aportada consigue establecerse como un fenómeno de ventas, quien hubo descubierto a ese diamante en bruto tendrá mayor credibilidad en sus sugerencias y recibirá una retribución acorde a su excelencia. Pero estas virtudes muchas veces se verán opacadas por comentarios hirientes acerca del modo en que se conducen y el trato rudo que les suelen dispensar a chicos y chicas que apenas si se están asomando con timidez al azaroso negocio del entretenimiento.
Después de haberse hecho famoso por haber desconfiado del potencial de Take That y las Spíce Girls, el británico Simon Cowell se obstinó en alistar formaciones de esas características, a las que se categoriza como “boy bands” o “girl groups”. Así fue como llegó a posicionarse en el mercado detrás del éxito de Westlife e Il Divo, para luego formalizar una alianza con la TV y crear programas de nuevos talentos como “Got Talent” y “X Factor”, que dentro del formato de los reality shows representaron un suceso de audiencia y le dieron la ocasión de abrir franquicias en diversos países.
De ese modo, Cowell arribó a lo que iba a ser su mayor acierto: en 2010, dentro de la versión inglesa de “X Factor”, se le ocurrió armar un grupo con cinco muchachos que habían concursado y no habían logrado imponerse como solistas. Ese fue el origen de One Direction, una boy band que hizo historia en el panorama musical de la pasada década y de la que emergió luego, entre otros cantantes, Harry Styles, una de las voces más populares de los últimos tiempos. El cerebro detrás de este fenómeno adquirió un prestigio proporcional a la gloria de sus protegidos.
Y si bien desde sus filas vinieron más tarde celebridades como las Fifth Harmony y los CNCO, Simon Cowell no ha podido repetir el triunfo colosal que representó One Direction, y se ha refugiado en la comercialización de sus productos televisivos para seguir amasando fortunas. Aunque las fans de One Direction nunca le perdonarán la severidad que supuestamente aplicó con los miembros del quinteto, a sus 64 años es uno de los ejecutivos más altos del sello Sony, tras haberse iniciado a fines de los ochenta como un novel agente de músicos que querían despegar en su carrera.
Y como para no dormirse en los laureles, en estos días Simon Cowell ha dicho en una entrevista que proyecta llevar a cabo una docuserie en la que registrará las audiciones de postulantes que se presenten para la conformación de una futura boy band destinada a la consagración. Lo que haya cambiado la música desde 2010 hasta la actualidad, no parece hacer mella en la expectativa de este empresario que nunca le temió al papel de villano, si de eso depende que los artistas bajo su tutela cosechen ingresos astronómicos de los que él tendrá derecho a llevarse un porcentaje.
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