Cultura Por: J.C. Maraddón07 de octubre de 2024

La herencia dominicana

Es curioso que, para consolidar su predicamento internacional, Paulo Londra haya elegido en el tema “Recién soltera” ir al rescate del merengue, un género que lo ayuda en su proyección fronteras afuera y, a la vez, lo liga a una corriente cuartetera que fluyó más de treinta años atrás.

J.C. Maraddón

De la misma manera que en las cuestiones raciales se ha tendido a ocultar el origen afrodescendiente de muchos cordobeses, también se ha procurado ignorar los componentes caribeños que ha tenido la música de cuarteto desde mediados del siglo pasado y que se hicieron mucho más evidentes durante los años noventa. Y es que los sones cuarteteros se colaban varias décadas atrás en los bailes populares de se hacían en los clubes, donde había además orquestas características que abordaban un repertorio danzante en el que abundaban creaciones tropicales como el mambo, la cumbia o el chachachá, que necesariamente debían influir sobre el tunga tunga.

De guiarse por la historia oficial que derivaba el cuarteto de estilos europeos como el pasodoble, la tarantela y la polka, no hay modo de explicar por qué durante los años setenta ciertos hits del género eran catalogados como “gaitas”, respondiendo a un género oriundo de la costa colombiana del Caribe. Ni tampoco se puede entender el motivo que llevaba a los cantantes de cuarteto a ejecutar el “güiro”, un instrumento ligado a la síncopa caribeña que, de esa manera, le aportaba una marcación rítmica a la típica formación que sumaba piano, violín, acordeón y contrabajo.

En República Dominicana, a ese raspador le correspondía un sustantivo femenino, la “güira”, y se lo empleaba como un toque fundamental para interpretar el merengue, una música local en la que también se escuchaban el acordeón, la guitarra y la tambora. En su vertiente callejera, sus canciones empleaban un lenguaje soez que hasta llevó a que se prohibiera su difusión por parte de las autoridades. Por eso, apareció una variante orquestada que se hizo fuerte en los salones urbanos y que fue en definitiva la que trascendió en todo el mundo cuando las discográficas estadounidenses descubrieron el potencial de esa veta.

En 1990 el Negro Videla viajó a grabar como solista a Miami y trabó relación con el dominicano Johnny Ventura, materializando el puente entre el cuarteto y el merengue que tenía en el güiro la prenda de unión y a la necesidad de hacer bailar como objetivo en común. A su regreso a Córdoba, Videla vino junto a tres músicos dominicanos, uno de los cuales era Jean Carlos, quien como vocalista de Tru-la-lá y en su despegue en solitario, propició una fusión musical a la que llamó “merenteto”, mezcla explosiva que llevó a este cantante a un reconocimiento masivo.

En un panorama cuartetero que hoy exhibe diversidad estilística y mezclas por doquier, que Paulo Londra haya elegido el merengue como base para componer y grabar su nuevo lanzamiento en single, parece acercarlo a esa genealogía del tunga tunga, más que al trap latino que mostró en su inicio y al pop urbano en el que incursionó cuando volvió a producir material propio un par de años atrás. En el flamante “Recién soltera”, muestra una evidente intención de proponer algo que encienda la alegría de las festividades de fin de año y que prolongue esa diversión a lo largo de las jornadas veraniegas.

Tras aquel primer movimiento de comienzos de septiembre, cuando dio a conocer “Princesa” junto a Luck Ra y Valentino Merlo, ahora Paulo Londra reafirma su carrera contra el tiempo para recuperar el cetro que resignó al entrar en el conflicto legal con su representante y someterse a un parate frustrante. Lo curioso es que para consolidar su predicamento internacional haya elegido este rescate del merengue, que lo ayuda en su proyección fronteras afuera y a la vez, lo liga a esa corriente cuartetera que fluyó más de treinta años atrás y todavía tiene cuerda para rato.

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