Cultura Por: J.C. Maraddón30 de octubre de 2024

Destino de obsolescencia

Un estudio realizado por el Observatorio Social Cultural para el Desarrollo Sostenible de la UNC, que fue publicado hace algunas semanas, ha sido entendido como contrario a lo que se podría suponer, ya que sostiene que “el 76,2 por ciento de las y los cordobeses mira televisión”.

J.C. Maraddón

Hace 25 años, el siglo veinte se aprestaba a concluir y proliferaban las profecías apocalípticas, entre las que se contaba la del Y2K, que predecía un colapso informático con el arribo al tercer milenio por una supuesta falla que impediría a las computadoras actualizar la fecha. Por supuesto, nada de eso sucedió, pero este tipo de advertencias ponían en duda la infalibilidad de los avances tecnológicos que ya entonces mostraban un claro predominio de todo lo vinculado al mundo de lo virtual, más allá de que en aquella época no todo el mundo disponía de una PC con acceso a internet.

La televisión había ampliado su oferta hasta el infinito a través de las empresas de cable, y de la TV satelital, que ofrecía canales en cantidades nunca antes vistas y que además dejaba señales disponibles para quienes requerían contenidos on demand, a la manera de un videoclub abierto las 24 horas. Con estas novedosas prestaciones, ese medio de comunicación no podía sino liderar las preferencias de las mayorías, como lo venía haciendo desde que se introdujo en los hogares allá por la década del sesenta, para nunca más abandonar (hasta cierto momento) el lugar de privilegio que ocupaba entre los hábitos familiares.

Pero los constantes prodigios que irían apareciendo después, con la web como soporte esencial, empezaron a opacar ese imperio de la tele, al que de a poco se fue considerando en franca declinación. Desde YouTube y las plataformas de streaming hasta las redes sociales con su proverbial magnetismo, restaron tiempo de atención a la pantalla chica y le disputaron con éxito los favores de las nuevas generaciones que, a partir de la irrupción de los smartphones, concentraron sus intereses en lo que su teléfono les ponía a disposición y se fueron alejando de ese aparato que alguna vez había sido moderno pero ahora destilaba antigüedad.

No quiere decir esto que los productos audiovisuales hayan sufrido una merma en su preponderancia como estímulo para el entretenimiento. Por el contrario, cada día es mayor la necesidad de esos recursos, sólo que ha cambiado el soporte y ya no es la televisión la encargada principal de distribuir esas mercancías. La circulación online parece ser en la actualidad el mejor modo de acercar esos contenidos a los consumidores, muchos de los cuales a su vez se han transformado en productores, que suben videos a las redes y retroalimentan el sistema sin reclamar ninguna paga por su trabajo.

Un estudio realizado por el Observatorio Social Cultural para el Desarrollo Sostenible, dependiente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC, que fue publicado hace algunas semanas, ha sido entendido como contrario a lo que se podría suponer, ya que sostiene que “el 76,2 por ciento de las y los cordobeses mira televisión”. Esto llevaría a la conclusión de que aquel artefacto que supo ser un fetiche hogareño en el pasado, más que conservar su trascendencia redobla la apuesta y supera en el uso a todos esos deslumbrantes dispositivos que se han vuelto masivos.

Sin embargo, a poco de escarbar entre los datos de la encuesta, surge que un altísimo porcentaje de los encuestados utiliza su televisor para acceder a Netflix, para navegar en YouTube y para escuchar música, en vez de sintonizar algún canal como se hacía antes. Lo que habría que aclarar entonces es que, con mejoras obvias con respecto a los viejos modelos, el que se mantiene vigente es el tele como visualizador favorito, en tanto la TV como mass media se debate en una crisis que obliga a un esfuerzo de imaginación para esquivar el cruel destino de la obsolescencia.

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