Cultura Por: Redacción Alfil12 de noviembre de 2024

Caras y caretas cordobesas

La inundación de 1903 despertó terror y se temió, en el plano local, el desbordamiento del Lago de Regatas, creado en 1896 para favorecer los paseos en bote. A principios del siglo XX era un lago de agua estancada, trampa para ahogados, escenario para suicidas.

Tres imágenes referidas a la inundación y a la voladura del paredón del lago Belgrano.

Por Víctor Ramés

cordobers@gmail.com

Inundación y fin del Lago de Regatas (Segunda parte)

Completamos la cita de Caras y Caretas del 25 de abril de 1903, referida a la histórica inundación de la capital y otras poblaciones cordobesas con la crecida del río Primero. 

“Ninguna desgracia personal hay que lamentar en la inundación, excepto la muerte de un muchacho que pereció por efecto de una imprudencia de la que solo a él puede culparse y, felizmente, despréndese del hecho una lección consoladora, demostrándose con lo inconmovible del San Roque la necesidad de realzar los nombres de sus autores (…). Como consecuencia de las lluvias, los trenes se vieron detenidos en algunos puntos de su trayecto, hasta el extremo que los del ferrocarril Central Argentino imposibilitados de atravesar la vía cubierta de agua suspendieron el servicio entre algunas estaciones. La línea sufrió grandes desperfectos entre Oliva y Chañares, y cerca del Pilar quedó destruido el puente que debía atravesar el tren. En la misma capital, La empresa de Luz y Fuerza solo pudo hacer parte del servicio de alumbrado.”

Haciendo eco al episodio relatado por el semanario porteño, la voladura del dique de regatas durante las horas angustiosas de la inundación, volvemos la atención a ese lago cuyo murallón de contención se levantaba en el lecho del río a la altura de la hoy calle San Martín, y el agua era embalsada hasta la altura de la calle Sucre. Allí se podía pasear en bote o presenciar carreras de remeros en los últimos años del siglo XIX.

Se invitaba a los cordobeses a llevar sus botes, en marzo de 1896 a través de la prensa: “Se avisa al público que los días domingos y festivos, se embalsará el agua en el Dique por vía de ensayo para que los que tengan embarcaciones puedan navegar en él aquellos días, pudiendo amarrarlas en los árboles que quedan a su costado o en los pilares del puente Juárez Celman.”

En septiembre de ese año ya los cordobeses habían adoptado el nuevo espacio acuático. Un visitante ilustre, el poeta nicaragüense Rubén Darío, dejó la siguiente postal, tras un paseo por la ciudad ese año 1896: “Con un intervalo de diez minutos, han pasado ante mi vista los rowingmen del nuevo lago para regatas, cerca del parque, chico y lindo, y un canónigo meditabundo, que tomaba el fresco de la tarde, como en un recodo del Pincio, calle abajo, en la que viene de la Córdoba alta, por avenida que más tarde será espléndida, con ayudas de vecinos y celos de gobernadores.”

Ya en octubre, el diario La Carcajada señalaba sin halago el poder de atracción del flamante lago: “A la procesión del patrón de Córdoba, San Jerónimo, no asistió ni siquiera una escuela, mucho menos una banda de música. (…) ¿Y dónde estaba la católica muchedumbre? En el parque las Heras y en el dique de regatas.”
Sin embargo, el atractivo pasó como novedad bastante pronto. Para enero de 1898, La Libertad exponía: “En el presupuesto municipal que acaba de sancionar el Concejo para el año presente, se ha votado la suma de seis mil pesos destinada a subsanar en lo posible los inconvenientes que con mucha frecuencia se suceden en el dique de regatas” el que podía atraer “muchos perjuicios para el estado sanitario del pueblo.”

En febrero de 1902, el diario La Libertad, por boca de un cronista, relataba que un olor nauseabundo lo había obligado a abandonar el parque Las Heras, a metros del lago. Afuera, se unió a muchas personas mirando desde el puente “una infinidad de pececillos flotando” en la superficie del lago. Una lavandera aseguraba que el agua estancada era la causa del olor y de los peces muertos.

A estos inconvenientes se sumaron las muertes por ahogamiento de varias personas, entre 1902 y 1903. El diario La Libertad informaba el 15 de enero de 1902: “El individuo Gabino Garay salió anoche de su casa, Igualdad 71, manifestando antes el propósito que llevaba de bañarse en el rio. Eran como las 8 y 1/2 de la noche y el paraje elegido, junto a la muralla del dique, estaba completamente solo. Allí se despojó de sus ropas y se internó en el río, ignorando acaso la altura de las aguas que alcanzó en estos días a tres metros. (…) La media noche sería cuando los cocheros N. Buzzetti, F. Farias y D. Molina bajaron al río, también con el objeto de bañarse. Vieron las ropas de Garay junto a la orilla, pero ningún rumor acusaba la presencia de bañante alguno”. Recién a la mañana siguiente un joven comedido se arrojó y dio con el cadáver de Garay. En enero de 1903, La Libertad se refería al “Remanso Belgrano”, donde “a las 8 de anoche próximamente pereció ahogado el súbdito español Manuel Sánchez, de 20 años de edad, que trabajaba de fidelero en la fábrica de los señores Peirano y Senestrari, calle Oncativo.” Y menos de un mes después, el mismo diario informaba bajo el título “Suicidio en el dique de regatas”, que “ayer a las 6.40 p.m. puso término a sus días Nicolás Ballesteros, argentino, de 19 años, soltero, vendedor de billetes de lotería, que tenía su domicilio en el boulevard de Circunvalación entre las calles San Martin y Rivera Indarte.”

Lo antedicho, sumado al terror de los días de inundación, condujo a la voladura del paredón del lago de regatas. Tomamos de la página “Córdoba de Antaño” lo informado por el ingeniero Belisario A. Caraffa al ministro Félix T. Garzón:
“Señor Ministro:
Con motivo de las crecidas del Río Primero, ocurridas en los días 11 y siguientes del mes de Abril próximo pasado se ha observado un hecho que interesa a la industria de la Provincia y que creo deber poner en conocimiento de S.S. por su alta importancia.
Sabido es que entre las medidas precaucionales que se tomaron para prevenir inundación de los barrios bajos de la Ciudad, se acordó la voladura del Dique Belgrano; operación que fue encomendada al Batallón de Ingenieros de Guarnición en esta Ciudad.
La voladura se hizo aplicando al Dique minas de dinamita y tonita, en cuya operación se emplearon dos días a causa de la gran resistencia que ofreció el muro ...”.





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