Una dosis extra de nostalgia
Entre los valiosos títulos que viene estrenando en las últimas semanas Disney+, el documental “Beatles 64”, producido por Martin Scorsese, es un fiel testimonio de la locura que desató el arribo de los Beatles a los Estados Unidos, para el que apela a imágenes de archivo restauradas de modo admirable.
J.C. Maraddón
Hacia finales de la década del cincuenta, el rocanrol podría haber tomado el destino de una moda pasajera, como tantas otras que se imponían a través de la industria discográfica, cuando se descubrió que el mercado de los teenagers era apetecible para hacer negocios en ese momento de la posguerra en que la economía debía crecer o crecer. Las imposiciones que había sobre los jóvenes tendieron a relajarse un poco, para que así ellos pudieran jactarse de su rebeldía… comprando los discos y la ropa que correspondía de acuerdo a las tendencias que señalaban las grandes corporaciones de la industria del entretenimiento.
El mayor referente de ese género había sido Elvis Presley, un muchacho de la América profunda que se peinaba con jopo y se vestía con ropa ajustada al cuerpo, pero que por sobre todo bailaba sacudiendo sus caderas con una sensualidad que provocaba suspiros y espanto en iguales proporciones. Sin embargo, él aceptó enrolarse en el ejército como un ciudadano más en el mejor momento de su carrera y eso lo apartó del foco de la atención mundial. Cuando a su regreso se transformó en una especie de crooner que abordaba un repertorio de baladas románticas, muchos creyeron que la fiebre rockera se había apagado.
Los grupos vocales y el novedoso ritmo del twist coparon la escena estadounidense, al mismo tiempo que comenzaba a subir la marea de la música soul, todas opciones que tenían la particularidad de gustar a la juventud y de no provocar el rechazo directo de los adultos, en lo que parecía una reconciliación generacional en puerta. Pero en esos inicios de los años sesenta se empezaron a percibir en Inglaterra los ecos de la irrupción del rock y surgieron bandas que, desde el otro lado del océano, admiraban en especial la veta afroamericana del nuevo hallazgo artístico.
Tras haber consolidado su formación durante su estadía en Hamburgo, The Beatles terminaron el año 1962 con un horizonte que los sacaba de su Liverpool natal para trasladarlos al circuito londinense, donde grupos como The Rolling Stones y The Animals estaban a punto de saltar a la palestra. Pocos meses después, aquel cuarteto de chicos enfundados en camperas de cuero ya se presentaba de traje y corbata, sin perder el flequillo ni el carisma que los identificaba. Se habían convertido en un fenómeno nacional y muy pronto iban a ser reclamados desde los Estados Unidos, para replicar allí lo que lograban en su país.
Por eso, aquella primera visita de los Beatles al territorio estadounidense en 1964 adquiere dimensiones de acontecimiento mítico: está claro que a partir de ese hecho ya no hubo vuelta atrás y hasta los más escépticos tuvieron que aceptar que el rock había llegado para quedarse. A sesenta años de una proeza tan trascendente, es posible evaluar hasta qué punto ese desembarco y la beatlemanía que desencadenó han marcado la cultura occidental y han incluso prefigurado el rol que le iba a caber al movimiento rockero en los cambios sociales de la segunda mitad del siglo veinte.
Entre los valiosos títulos que viene estrenando en las últimas semanas Disney+, el documental “Beatles 64”, producido por Martin Scorsese, es un fiel testimonio de la locura que desató el arribo de los Beatles a los Estados Unidos, para el que apela a imágenes de archivo restauradas de modo admirable. Los recuerdos de los protagonistas acompañan este material que originalmente fue filmado por Albert y David Maysles y que hoy nos posibilita vivir casi desde adentro los detalles de esa “invasión beatle” que luego se dispararía hacia todo el planeta, como símbolo de una época a la que se vislumbra con nostalgia.
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