Caras y caretas cordobesas

La perspectiva de “Caras y Caretas”, desde Buenos Aires, desplegaba fotografías y presentaba una crónica recogida sobre la revolución radical en Córdoba, con algunas omisiones y errores al calor de los hechos.

Cultura29 de enero de 2025Víctor RamésVíctor Ramés
Revolución 1905 - Escenas a posteriori
Escenas apenas sofocada la revolución de 1905 en Córdoba. "Caras y Caretas".

Por Víctor Ramés
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Revolución en Córdoba, 1905 (Segunda parte)

La revolución de febrero se lanzó al mismo tiempo en Capital Federal, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Santa Fe. Solo en Mendoza y en Córdoba el alzamiento lograría acercarse más al triunfo, llegando en Córdoba a deponer a las autoridades civiles, y a tomar de rehén al propio vicepresidente de la nación, Figueroa Alcorta, quien se hallaba en esa ciudad. Esto no se reflejó en la crónica de Caras y Caretas, donde solo se comentaba lo siguiente:

“A la cabeza del movimiento de Córdoba, figuraron el señor Delfor del Valle, que fue desde Buenos Aires, el comandante Daniel Fernández, el mayor García y los doctores Aníbal Pérez del Viso y Abraham Molina. AI posesionarse los revolucionarios de la policía, procedieron al arresto de un núcleo de caballeros que se alojaban en el hotel San Martín, los cuales recobraron al poco tiempo su libertad.”

Lo cierto es que fueron tomados como rehenes el vicepresidente y el propio Julito Roca, diputado nacional por Córdoba e hijo del ex presidente. Los revolucionarios planeaban capturar también al ex mandatario y se dirigieron hacia la Estancia de La Paz pero, advertido a tiempo, el general Roca logró huir hacia la vecina provincia de Santiago del Estero. Podría haber sido un golpe maestro, pero lo cierto es que los cabecillas del levantamiento quedaron aislados en Córdoba, al desplomarse en otros puntos del país el plan radical para la toma del poder. 

Retomemos a través de la nota de Caras y Caretas los primeros momentos del ataque insurgente en Córdoba: 

“El gobernador Olmos, acompañado del coronel Toscano, se trasladó al cuartel ocupado por el 1° de artillería para comunicar la noticia de la revolución a sus oficiales. A las cuatro de la mañana se inició una lucha encarnizada, que duró hasta la una de la tarde. Al empezar el ataque se mandó emplazar una pieza de artillería en el exterior del cuartel, mandada por el teniente Quiroga, que fue copada por los asaltantes, pertenecientes al 8 de línea y al 10 de caballería, ferrocarrileros, telegrafistas y algunos particulares.
El capitán Costa, del 8, fue muerto por una metralla. Entre los asaltantes figuraban como jefes el doctor Aníbal Pérez del Viso y el comandante Fernández. Este resultó herido en ambas piernas, refugiándose en un consulado extranjero. “

La información que difundía el semanario porteño era errada respecto al lugar donde se había ocultado el comandante Daniel Fernández. Lo sabemos por un testimonio posterior del Dr. Juan Cafferatta, en su libro De la Córdoba de ayer, de 1949. El médico reveló que él mismo debió ocuparse de curar al militar herido, quien había hallado refugio en el convento de San Francisco.

Siguiendo con la crónica de Caras y Caretas del 18 de febrero de 1905, el ataque al 1° de Artillería fue el más sostenido de la jornada, debido a su poderoso armamento.
“Los revolucionarios lograron penetrar al cuartel saltando por la ventara de la sala de armas, siendo desalojados al instante por la metralla que descargaron sobre ellos los artilleros del 1° Por fin, viendo los valientes oficiales que la defensa del cuartel era completamente imposible de sostener contra las fuerzas muy superiores que lo atacaban, aceptaron una honrosa capitulación. El comandante Vélez, que dirigía la defensa, prometió mantener sus fuerzas sin hacer fuego contra los revolucionarios, pero conservando sus armas y posiciones. El regimiento tuvo cinco muertos y quince heridos, quedando el cuartel completamente destrozado.”

Pese a sus momentos auspiciosos, la revolución fracasó, o fue sofocada por el oficialismo, y se tomaron represalias que no solo alcanzaron a los radicales que participaron de los hechos, sino también al movimiento obrero, a militantes anarquistas e incluso algunos socialistas.

El semanario porteño refería que “el número de oficiales fugados asciende a veinticuatro. Los heridos pasan de cien”, e insistía con que el teniente coronel Fernández continuaba asistiéndose “en un consulado extranjero, el de Inglaterra, según hemos podido averiguar.”

Y agregaba Caras y Caretas, referido al periódico cordobés radical: 

“El diario «La Libertad» que fue órgano informativo de los revolucionarios, ha dejado de publicarse en Córdoba, por haberse fugado el director señor Robledo Loza y el señor Juvenal Villanueva, uno de sus mejores redactores.” 

Otro diario se hallaba ausente en los días del alzamiento, pero este debido a su condición de veterano (había comenzado a circular en 1871). La Carcajada retornaba por unos pocos números, tarde para el remezón, en julio de 1905. Su mirada a la posrevolución aun señalaba ecos del conflicto. 

“Dicen por allí que a la policía se le ha dado cuenta de un fantasma que anda apareciendo por esos alrededores del cabildo, asegurándose que dicho fantasma es el alma de la revolución del 4 de febrero. Si es efectiva la cosa, sería conveniente hacerle aplicar unas misas gregorianas para que deje de andar penando y molestando a los guardianes del orden público.”

Y opinaba más adelante: “Gracias a Dios! – Al fin podemos comer y dormir tranquilos.
Los temores de revolución han casi desaparecido por completo. Por lo menos así lo demuestra la fisonomía alegre de los empleados de policía. Los radicales han envainado la espada, al parecer, ocupándose por el momento de ver si lo hacen caer en las redes que le han tendido al doctor Quintana, por mano de los autonomistas.
Por lo tanto, nada hay que temer por el momento, no teniendo al frente más enemigo que la ley de impuestos. Pero como el pueblo está acostumbrado a soportar estas cargas, no hay cuidado de que ocurra nada al respecto.
Por lo tanto, a comer (los que tengan) y dormir tranquilos. El fantasma de la revolución ya no se le aparece a la policía.” 

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