Por una docena de empanadas

Como en este país nunca nada es tan serio ni tan importante, la semana arrancó discutiendo el precio del tradicional plato

Nacional27 de mayo de 2025Javier BoherJavier Boher
empanadas
Por Javier Boher 
El domingo le tocó a Ricardo Darín, figura de la actuación y protagonista de El Eternauta, meterse en medio de una discusión absurda: el precio de las empanadas. Sentado a la mesa de Mirtha Legrand, el actor se refirió al tema de los dólares del colchón diciendo que no sabía quién podía necesitar eso cuando una docena de empanadas sale $48.000. 
En el acto se dividieron las tribunas de redes sociales. Unos salieron a bancar el compromiso del actor, mientras que otros salieron a defender la respuesta del ministro Caputo, poniendo otros precios mucho más cercanos al vecino común.
Las interpretaciones se multiplicaron como las personas. Algunos decían que Darín demostró vivir en la nube de los privilegios del ABC1 (derecho que se ganó en base al esfuerzo, por supuesto, y que nadie debería cuestionar) mientras que otros aseguraron que en realidad se refería a lo caras que están las cosas y a la imposibilidad de la gente de darse “un gustito burgués” de vez en cuando. 
La realidad es mucho más cruel. Darín opinó, más que nada, por presión social. Es que para algunas personas, Darín -como artista- tiene el deber de tener “conciencia social”. Debe usar su alto nivel de exposición para contarle al mundo lo mal que vive la gente que no puede vivir como él, esa receta que el kirchnerismo llevó al absurdo, como si un trabajador no fuese capaz de darse cuenta de que la pasa mal. La persona que se sale de su ámbito para ser comprometida es una degeneración propia del pensamiento de izquierda que insistió en la batalla cultural y que hoy está sufriendo las consecuencias.
Cuando los famosos se ponen en ese lugar se olvidan de lo que quiere la gente. No, futbolista, no me interesa tu opinión sobre el FMI, quiero que hagas goles. No, cantante, no me importa qué opinas sobre la inflación, ayudame a olvidarla. No, actor, modelo, automovilista o lo que fuere, no quiero que hagas algo por lo que no sos reconocido, quiero que hagas aquello por lo que ocupás ese lugar privilegiado en el que estás.
Nadie dice que Darín no puede pensar, opinar o solidarizarse con la gente, pero le faltó cintura para moverse, porque metió la pata respecto a cuánto cuesta un producto tan consumido como las empanadas. Quizás estas que le gustan a él son muy buenas y lo valen, pero la gente hace o compra empanadas y paga menos que eso, lo que generó está situación en la que cada uno tuvo el Darín que quiso escuchar, nada que ver con el Darín actor, que es siempre el mismo personaje. Amantes y detractores pudieron decir qué pensaban sobre esto.
Por suerte existe la capacidad de recordar eventos del pasado. Esta misma situación se dio en tiempos de Macri, cuando Paola Krum dijo que no le alcanzaba para pedir delivery todos los días. También se repitió cuando se comparaban las tarifas con el café en un bar, las pizzas o cualquier otra cosa del rubro gastronómico, un intento de bajar la realidad al perfil del hombre común. Si hay baja en el consumo, salarios deprimidos, mala situación económica general, todos los argentinos pueden darse cuenta y saber para qué les alcanza y para qué no. Por eso vota como vota.
Por ese motivo -que las cosas se repiten- es que solamente queda la posibilidad de tomarse las cosas a la ligera, sin preocuparse demasiado. Acá podríamos poner la nota que pueda ser rastreada por los buscadores, al estilo “Cuáles son los tipos de empanada más elegidos según la inteligencia artificial” o “Qué tipo de empanada serías según tu signo”. Como este es un diario de política, por qué no ir con qué tipo de empanada sería cada partido. Veamos.
La criolla salada es la más elegida y tradicional, así que está claro que sería el peronismo. La versión dulce y con pasas de uva sería la variante cordobesa para el peronismo, el cordobesismo que no es tan aceptado por el paladar nacional.
Una parecida a la criolla es la de matambre cortado a cuchillo, que no puede ser otra cosa que kirchnerismo: se quiere hacer el nacional y popular pero es un consumo caro y de clase alta. El radicalismo sería como las.emoanadad árabes, muy elegida, siempre cerca de las criollas, pero siempre quedando abajo.
La de jamón y queso es la que siempre le dan a los chicos, así que casi que se puede decir que no es una empanada de verdad. Su equivalente sería el frente de izquierda, un partido que solo existe porque lo eligen los jóvenes que le tienen miedo a los sabores de verdad.
Claramente las de pollo serían los libertarios: en la rotisería las suelen hacer con lo que no se vendió del pollo a la parrilla, un rejunte de ingredientes de segunda. Solo se elige cuando no hay otra cosa o uno está cansado de pedir siempre lo mismo.
Las difíciles fueron las de vigilia: muy de moda en algunos momentos, después la gente se olvida que existen. Acá van el Pro, la CC y todos los partidos republicanos. Por último están las de verdura, que existen solo para completar la docena o para hacer frentes electorales, como el Partido Humanista, el Partido Intransigente, el MID, la Democracia Cristiana y todos esos sellos que nadie elegiría para pedirse una docena entera.
La realidad es demasiado dura como para tomársela tan en serio. Mejor comerse unas buenas empanadas y olvidarse de todo. 
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